lunes, 21 de octubre de 2013

VISIÓN DE MUNDO DEL PARAGUAY SEMINAL


   El fuerte carácter descriptivo que posee la lengua guaraní, condiciona  la interpretación que el paraguayo expresa sobre la naturaleza y el hombre. El hecho de esta intensa cercanía del guaraní con el medio natural nos muestra un parentesco significativo con una visión cíclica del cosmos. A partir de ello tal vez pueda entenderse mejor porque la modernidad resulta algo que no termina nunca de implantarse en el Paraguay, y quizá, luego de la crisis de los paradigmas modernos, tampoco existan ya muchas motivaciones para ello.

   La rueda del tiempo gira eternamente, repitiendo los ciclos naturales y humanos, con la naturalidad del crecimiento de los cultivos con que al hombre de tierra adentro se mantiene con vida. Los periodos de temporada, de la luna, de semana santa, de las fiestas de San Juan,  del carrulín, etc, expresan la necesidad con que el paraguayo espera la repetición del tiempo y de los arquetipos.

   Aludiendo al carácter descriptivo del guaraní, Saro Vera llama  al paraguayo “un hombre fuera de su mundo”, lo que nos deja la imagen de un hombre sin interioridad, sin alma. Lo que éste autor sostiene es que el paraguayo no se entretiene con los espacios meramente abstractos del pensamiento, lo que a nuestro entender tampoco debería implicar que se encuentra “fuera de su mundo”. El pensamiento racional y técnico  desarrollado con preferencia en la cultura moderna, no define a la inteligencia y a la interioridad, es apenas uno de los factores que lo constituyen. Por supuesto, el autor trata de describir al paraguayo en su integridad, no trata de reducirlo, pero tal vez el subtitulo elegido no haya sido el más afortunado.

   Pero el idioma seminal del paraguayo no es sólo el guaraní, es una conjunción compleja del guaraní con el castellano, que en la mayoría de los habitantes se concreta en el “jopará” o mezcla idiomática. En el principio el guaraní posee una fuerte preponderancia, en medio de una vida agraria y despreocupada del tiempo lineal; pero con el paso del tiempo y con los aires urbanizadores, el castellano se va imponiendo, a través de un triunfo patético, que no revela gloria alguna.

   El carácter oral de esta fructífera conjunción lingüística hace que proliferen modos peculiares de comunicación, como el “radio so’ó” o el “ñe’e mbegué”, modos de informales de difusión de la información que propician el surgimiento de lo fabuloso en medio mismo de lo cotidiano. A veces parece difícil creerlo, pero el realismo mágico se difunde por las calles con la naturalidad de un saludo, como por ejemplo los frecuentes comentarios sobre el enigmático “plata ybyguy”, el telúrico tesoro que alimentan el imaginario colectivo.

   La Idea del Paraguay se proyecta a su vez desde la intuición que despiertan sus formas geográficas, como sus paisajes campesinos, cargados de una espesa belleza natural; los angostos senderos (tapé po’í) que conectan ranchos, chacras y bosques; el flujo sereno y melodioso de los arroyos; la soledad y el mutismo de los campos de cultivo; todo esto que con el despliegue orgánico e histórico  se proyecta hacia los lúgubres y estruendosos espacios urbanos.          

   Es posible así rememorar a un pensamiento enraizado en la tierra y en el idioma, en una emoción que emerge de la unidad mística entre el mundo y el lenguaje, entre la naturaleza y el hombre. 

(Extracto de “La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya”)

 

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