jueves, 3 de octubre de 2013

LO ESTÉTICO


La contemplación estética puede tomar dos formas, la moderada y la radical. Ambas formas se caracterizan porque el sujeto se revela como “débil”, en tanto que el objeto como “idea infundada”, “símbolo”, o “cifra”. La variante moderada se presenta con más facilidad, pudiendo ser producida por objetos o acontecimientos que no implican demasiadas intensidades afectivas. En cambio, la forma radical se asocia con el estado de ánimo de la angustia, en donde a la par que un mundo estetizado se muestra la misma nada.

   El hombre en general no es consciente del contexto cognoscitivo, e incluso epistemológico en el que estamos inmersos, no considera aun la “estetización  genera de la existencia”[1], en donde debe ser ubicada incluso la misma ciencia (esto no implica minusvalorar a la ciencia, sino, darle el sentido que más la potencie en el contexto del pensamiento actual, a través de una relación dialógica con la filosofía). 

   Vivimos en una especie de sueño, como ya lo decían desde siempre los sabios orientales y los filósofos de la tradición platónica, y despertar es comenzar a ver al mundo en forma estética. Este despertar, aunque sea en breves e intensos momentos, nos revela nuestro propio destino, nuestra vocación ineludible, nuestro llamado de vida. Por ello, la experiencia estética se relaciona directamente con una auto-ética, con el establecimiento de las condiciones necesarias para lograr la auto-formación.

   En medio de un mundo sin finalidades últimas, el camino que nos lleve a la experiencia estética no puede ser más que una invitación, y no ya una serie de normas incuestionables y absolutas que definan claramente a la felicidad. Sumidos en la torre de Babel de la diversidad cultural e individual, la experiencia del mundo como un gran juego y una sueño, es sólo una opción para dejar de lado tantas luchas absurdas y preocupaciones insignificantes, o usando la imagen de la tragedia griega, dejar de tanto cargar en vano el tonel de las Danaides.



 
(Extracto de “Parar la marcha. Cosecha de pensamientos”).





[1] Vattimo, Gianni. El fin de la modernidad. Cap VI

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