En el fondo está la nada, que se presenta a la par que un mundo estetizado, y el
conocimiento no hace más que orientarse a esa nada sin nunca hacerlo un objeto
más, así lo que queda de la aventura de conocer no es más que un “ser
debilitado”, el mundo convertido en visión, en símbolo, en cifra. Lo
trascendente es conocimiento fronterizo, no es la posesión del ser en cuanto
tal, pues a la vez que se revela se oculta (ya que siempre emerge junto a la
nada). El saber se desenvuelve en
polaridades, desde su misma condición fundamental, la de ser una dualidad entre
el sujeto y el objeto, hasta el recorrido de los límites ontológicos, el ser y
la nada.
Quizá ya no estemos para los dualismos que
desgarraron al pensamiento moderno, como la razón y el cuerpo, como el espíritu
y la naturaleza, como la libertad y el determinismo, como el pensamiento y la acción,
etc, tal vez sea tiempo de considerar un contexto dialógico, que sin desechar
la oposición, asuma la complementariedad y la concurrencia entre las diversas
polaridades de nuestro conocimiento y actuar.
(Extracto
de “Parar la marcha. Cosecha de pensamientos”).
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