Cada ser humano
vive en medio de una sociedad peculiar y de una cultura que lo constituye,
otorgándole ambas las herramientas necesarias para satisfacer no solamente sus
necesidades fundamentales u orgánicas, sino también las sociales y las
espirituales. Tales herramientas no implican que el individuo tendrá el camino
abierto para transitar despreocupadamente por la vida, antes bien, los
obstáculos y las dificultades se constituyen en un modo en que la configuración
socio-cultural y la misma naturaleza desafían al hombre a cumplir su
destino.
La sociedad en la que vivimos no es un paraíso
de bienestar, en gran medida se parece más a un valle de lágrimas, foco de
conflictos y frustraciones, que en los peores casos ha terminado en guerras de
exterminio étnico, desastres atómicos, y en distintas formas de esclavitud
social. Sin embargo, ya no estamos a tiempo de anunciar la inminente llegada de
la revolución salvadora, pues lo único que nos queda es sólo tratar de no empeorar
nuestra patética situación, tanto como
individuos, como especie y como sociedad.
(Extracto de “Parar la marcha. Cosecha
de pensamientos. Libro VIII)
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