El pensamiento debe poder mantenerse siempre
crítico, hacia el mundo, hacia el conocimiento, hacia la acción, hacia la
sociedad y la cultura, hacia la misma razón, y tal afán quizá sólo podrá
tenerse en pie si el mismo pensamiento se orienta constantemente hacia lo
místico o trascendente, que siempre se muestra como nada.
Esto requiere un trabajo constante y
disciplinado en torno al saber filosófico, que debe dejar de ser sólo una
disciplina de estudio más, para compenetrarse con la misma apuesta vital de
aquel que pretende trascender su propio egoísmo a través del estudio y la contemplación.
Tal proyecto vital ya no puede ser propuesto como el camino de la verdad incuestionable y del bien absoluto, pero si
como una invitación a descubrir el gozo indescriptible que surge a la par que
la crítica al mundo y el encuentro con la nada.
(Extracto
de “Parar la marcha. Cosecha de pensamientos”).
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