¿Cuántas
veces hemos escuchado ya que el mundo está en crisis? Parece ya aburrido volver
a toparnos con esta cuestión, sin embargo, esto no debería dejar de
asombrarnos. Si viene el predicador a pedir la conversión para lograr la
salvación de la humanidad, se le puede pedir que guarde su mensaje para otro
momento, como hicieron los filósofos griegos con Pablo, pero lo que quizá no
podemos hacer es tirar el problema al basurero y congratularnos por la
putrefacción de mundo. Y de esto se trata en gran medida hoy la ética, de
buscar una alternativa a la proliferación desmesurada del egocentrismo entre
los hombres; es decir, buscar en medio mismo de esta crisis de la humanidad un
paso que nos permita seguir pensando que así como estamos cerca de la
destrucción total, también estamos cerca de una transformación humana (sin
necesidad de pensar en mundos paradisiacos).
Si la explosión del egocentrismo es un
problema para el desarrollo de la ética, también es la clave para su
florecimiento, pues al disminuir la fuerza persuasiva de numerosas pautas
sociales de comportamiento, al aligerarse los constreñimientos de la especie
(métodos anticonceptivos, madres de alquiler, aborto, etc), el individuo queda
como la única raíz de la cual podrán volver a florecer los dones de la solidaridad.
Lo que se podría preguntar uno es hasta qué
medida podría ser realizada una auto-ética en las sociedades de hoy. Las
reformas son necesarias en todos los ámbitos de la cultura y la sociedad, pero
ellas sólo podrán adquirir legitimidad a través de los consensos basados en un
diálogo en donde participen todos los sectores que serán afectados por las
decisiones a ser tomadas. Esto no implica el arribo a una especie ámbito
universal de lo moral, como pretende Adela Cortina, sino que constituye un
simple acuerdo momentáneo, que se mantiene
en la medida en que el diálogo lo fortalezca.
El camino de la humanidad sigue siendo
difícil, la naturaleza inconsciente (a través de la intuición) sigue primando
en la formación de los grandes líderes de la humanidad (santos, artistas,
pensadores y estadistas), pero ello no es motivo para declinar en el intento de
que la especie en su totalidad pueda dar por lo menos "un paso más".
Así, simplemente necesitamos decisiones útiles para sobrellevar la
incertidumbre de nuestro tiempo, y hacer del mundo por lo menos un espacio más
tolerable. Como decía Antonio Machado:
“no hay camino, se hace camino al andar”.
(Extracto
de “En torno a un mundo gris. Ensayo de filosofía social”).
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