viernes, 26 de julio de 2013

LO TRASCENDENTE



LO TRASCENDENTE

  Podemos definir lo trascendente (o lo místico), como la orientación de la conciencia hacia la nada. La manera oriental de acercarse a la  nada es la meditación, la manera occidental es el pensamiento y la contemplación estética.
 Planteamos que lo trascendente presenta dos caminos, de acuerdo a las dos facultades fundamentales del hombre (el querer y el conocer); el camino místico del querer es la conciencia de que más allá del ente en total nos encontramos en la nada, emergida a la par que el ente mismo. Mientras que el camino místico del conocer, constituye la contemplación estética, y tiene como objeto a las Ideas o arquetipos, o símbolos. En ambas formas de lo trascendente el sujeto es “débil”, alejado ya de los afanes totalitarios para el conocimiento y la acción del “sujeto fuerte” del pensamiento moderno (Descartes, Kant, etc).
   La mística ha tenido una particular resonancia en occidente, a partir de las llamadas terceras vías de la psicología (más allá del conductismo y el psicoanálisis), las impulsadas principalmente por Abraham Maslow, la psicología humanista y la psicología transpersonal (que tiene como a importantes precursores a William James y a Carl Jung). Pero de la mística que aquí queremos tratar es la que se asocia con la tradición filosófica, y que incluyes entre otros a geniales pensadores como Pitágoras, Platón, Plotino, Pseudo Dionisio, Hugo y Ricardo de San Victor, el maestro Eckhart, Giordano Bruno, Nicolás de Cusa, Baruch Spinosa, Jacob Boehme, Friedrich Schelling, Friedrich Schleiermacher, Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, y se prolonga en las ideas de Henri Bergson, Oswald Spengler, Martin Heidegger, Gianni Vattimo, y Edgar Morin. 
  Ya hemos hablado de la contemplación estética cuando nos ocupamos del conocimiento, veamos ahora una cuestión que se desprenden de ella, cuando la relacionamos con el ámbito del querer. 
   Podemos notar una relación dialógica entre lo cognitivo y lo práctico en la experiencia mística, es decir, en la contemplación estética se puede revelar una tendencia a la negación de la voluntad de vivir, y viceversa; pero por supuesto, en la primera habrá una preponderancia del conocer, y en la segunda del querer (con la orientación a negarlo obviamente). Sin embargo, como Schopenhauer lo apunta, al final del proceso de la negación de la voluntad de vivir no queda sino la nada.

(Extracto de “Retorno. Ensayo de antropología filosófica”).

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