LO TRASCENDENTE
Podemos definir lo trascendente (o lo
místico), como la orientación de la conciencia hacia la nada. La manera
oriental de acercarse a la nada es la
meditación, la manera occidental es el pensamiento y la contemplación estética.
Planteamos que lo trascendente presenta dos
caminos, de acuerdo a las dos facultades fundamentales del hombre (el querer y
el conocer); el camino místico del querer es la conciencia de que más allá del
ente en total nos encontramos en la nada, emergida a la par que el ente mismo.
Mientras que el camino místico del conocer, constituye la contemplación
estética, y tiene como objeto a las Ideas o arquetipos, o símbolos. En ambas
formas de lo trascendente el sujeto es “débil”, alejado ya de los afanes
totalitarios para el conocimiento y la acción del “sujeto fuerte” del
pensamiento moderno (Descartes, Kant, etc).
La mística ha tenido una particular
resonancia en occidente, a partir de las llamadas terceras vías de la
psicología (más allá del conductismo y el psicoanálisis), las impulsadas
principalmente por Abraham Maslow, la psicología humanista y la psicología
transpersonal (que tiene como a importantes precursores a William James y a
Carl Jung). Pero de la mística que aquí queremos tratar es la que se asocia con
la tradición filosófica, y que incluyes entre otros a geniales pensadores como
Pitágoras, Platón, Plotino, Pseudo Dionisio, Hugo y Ricardo de San Victor, el
maestro Eckhart, Giordano Bruno, Nicolás de Cusa, Baruch Spinosa, Jacob Boehme,
Friedrich Schelling, Friedrich Schleiermacher, Arthur Schopenhauer, Friedrich
Nietzsche, y se prolonga en las ideas de Henri Bergson, Oswald Spengler, Martin
Heidegger, Gianni Vattimo, y Edgar Morin.
Ya hemos hablado de la contemplación estética
cuando nos ocupamos del conocimiento, veamos ahora una cuestión que se
desprenden de ella, cuando la relacionamos con el ámbito del querer.
Podemos notar una relación dialógica entre
lo cognitivo y lo práctico en la experiencia mística, es decir, en la
contemplación estética se puede revelar una tendencia a la negación de la
voluntad de vivir, y viceversa; pero por supuesto, en la primera habrá una
preponderancia del conocer, y en la segunda del querer (con la orientación a
negarlo obviamente). Sin embargo, como Schopenhauer lo apunta, al final del
proceso de la negación de la voluntad de vivir no queda sino la nada.
(Extracto
de “Retorno. Ensayo de antropología filosófica”).
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