lunes, 15 de julio de 2013

EL CONTROL SOCIAL


Con el avance del proceso de secularización, y con  la misma crisis de los fundamentos del pensamiento, las tradicionales maneras de instaurar un control de la sociedad (en particular el adoctrinamiento religioso y la violencia) van cayendo en desuso. La dominación actual se basa en sutiles formas de persuasión, basadas en el consumismo y en las nuevas tecnologías.

   El problema por supuesto no es nuevo, en la modernidad, luego de la revolución francesa, ya empezó a preocupar a algunos pensadores el hecho de que las multitudes enardecidas salgan a las calles a sembrar el caos en nombre de la libertad y la igualdad.

   Para Tomas Malthus el aumento desenfrenado de la población mundial y el desigual crecimiento de la disposición de alimentos, terminaría por llevar a la humanidad a una situación de caos social. Pensaba que la multitud se levantaba contra el gobernante no por sus abusos tiránicos sino por las miserias creadas por el exceso de la población. El control social debía establecerse entonces a partir de la regulación de la natalidad por parte del estado.

   Habría que preguntarse si en verdad un escenario utópico terminaría con la necesidad del control social. Herbert Marcuse, discípulo de Martin Heidegger, asimiló de acuerdo a sus perspectivas intelectuales las ideas de su maestro sobre la vida cotidiana inauténtica, para criticar a la sociedad moderna y para proponer la posibilidad de un mundo distinto. En el caso de Heidegger esta cotidianeidad aletargante es constitutiva del ser humano que vive con los demás. El abandono de este estado sólo sería posible para unos pocos individuos que asimilen el peso incómodo e inhospitalario de la angustia.

   La dominación y la esclavitud no han terminado con el advenimiento de la democracia moderna, sólo se han suavizado y edulcorado para lograr una mayor aceptación.

   El control remoto del televisor o la magia de internet nos proponen pasar de un partido de futbol a la imagen de un niño africano muriéndose de hambre, contemplando todo como un mero espectáculo que distiende de las patéticas luchas con los demás por mantener una posición en la oficina o por aparentar mejor que se tiene una vida plena y feliz.

   En el campo de la literatura y el cine distintas formas de control social han sido recreadas sugestivamente, por ejemplo en “1984” de George Orwell, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, o en el cine “The Matrix”, de los hermanos Wachowski.

   Pero ¿Qué se logra con el control social? ¿Acaso los ideales de la libertad, la igualdad y la fraternidad? No precisamente, pues lo que se consigue es que el carácter bestial de las masas no salga desordenadamente a flote. El mundo recrea la imagen de un super panóptico, más allá de lo que pudo haber imaginado Jeremías Bentham. Así, se canaliza la violencia y los deseos más fundamentales del hombre hacia actividades banales como los espectáculos deportivos, los programas de televisión, o el recorrido de espacios miserables en internet.

   Pero toda esta atmósfera de obnubilación de las masas ya no es suficiente para contener la tormenta que ya se ha instalado. La degradación ambiental y la posibilidad de una catástrofe nuclear que ponga en peligro la supervivencia de la especie humana, son amenazas que obligan a replantear los alcances de la educación, a ver la necesidad de que ella no sirva sólo para tratar de ganar más dinero o mejorar el status social, sino también para hacer que la vida en el planeta tierra y en medio de nuestras sociedades podridas sea por lo menos una experiencia más tolerable. Esto no es mucho pedir, está de acuerdo con nuestros errores, nuestras maldades y nuestras desgracias.

   En última instancia, en medio de la debacle, debemos aprender a ver al mundo caer. Si nuestra era es la del vacío, como apuntara Lipovetski, debemos extremar homeopáticamente la dosis de esta amarga medicina, para comprender la nada que nos sustenta, y que en un momento maravilloso nos regala el goce estético del  cosmos.  

(Extracto de “En torno a un mundo gris. Ensayo de filosofía social).

       

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