Es difícil hablar de determinismo en
un mundo como el nuestro, en donde la incertidumbre parece reinar en todos los
ámbitos, sea cotidianeidad, técnica, ciencia, o filosofía. A pesar de ello,
queremos plantear una visión compleja y a la vez estética del destino.
La libertad, la auto determinación, no es completa, pues uno se encuentra
inmerso en un mar de condicionamientos enraizados en el cuerpo físico, en las
estructuras mentales y en la misma sociedad y cultura que nos acoge. Estos
condicionamientos poseen una fuerte influencia en las decisiones que el
individuo toma, de modo que desde donde se lo mire el problema de la libertad
no está definido.
Destino,
estética, juego, y sueño
Uno sigue y vive su destino
asumiendo estéticamente lo que acontece, es decir, desapegándose de los sucesos
cotidianos, no entablando con ellos una mísera identificación, como si el
sujeto cognoscente fuera íntegro, pleno, y fundante. En tal condición se hace
posible que la vida se revele como “juego” y como “sueño”, no en el sentido de una irresponsable despreocupación
de los sucesos cotidianos, sino como resultado de una orientación del individuo
hacia el “ser”. Vivir plenamente este juego y este sueño nos hacen asumir el
mundo como nuestro destino, sin que ello implique una adhesión dogmática y
conservadora a lo fáctico en el contexto socio-cultural, sino la lucidez que
nos da la revelación de la nada que se muestra junto al mundo como totalidad y
que constituye a lo trascendente.
Sin lugar a dudas intuir el propio destino no es
una experiencia que se presente cotidianamente; aunque alguno pueda lograrlo con
naturalidad a través de la contemplación estética, su búsqueda consiente implica
el seguimiento del proceso de lo que hemos llamado auto-ética.
(Extracto de “Auto-ética. Reflexiones
sobre la vida humana individual”).
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