martes, 23 de julio de 2013

EL DESTINO


Es difícil hablar de determinismo en un mundo como el nuestro, en donde la incertidumbre parece reinar en todos los ámbitos, sea cotidianeidad, técnica, ciencia, o filosofía. A pesar de ello, queremos plantear una visión compleja y a la vez estética del destino.

   La libertad, la auto determinación, no es completa, pues uno se encuentra inmerso en un mar de condicionamientos enraizados en el cuerpo físico, en las estructuras mentales y en la misma sociedad y cultura que nos acoge. Estos condicionamientos poseen una fuerte influencia en las decisiones que el individuo toma, de modo que desde donde se lo mire el problema de la libertad no está definido. 

Destino, estética, juego, y sueño

Uno sigue y vive su destino asumiendo estéticamente lo que acontece, es decir, desapegándose de los sucesos cotidianos, no entablando con ellos una mísera identificación, como si el sujeto cognoscente fuera íntegro, pleno, y fundante. En tal condición se hace posible que la vida se revele como “juego” y como “sueño”, no en el  sentido de una irresponsable despreocupación de los sucesos cotidianos, sino como resultado de una orientación del individuo hacia el “ser”. Vivir plenamente este juego y este sueño nos hacen asumir el mundo como nuestro destino, sin que ello implique una adhesión dogmática y conservadora a lo fáctico en el contexto socio-cultural, sino la lucidez que nos da la revelación de la nada que se muestra junto al mundo como totalidad y que constituye a lo trascendente.

   Sin lugar a dudas intuir el propio destino no es una experiencia que se presente cotidianamente; aunque alguno pueda lograrlo con naturalidad a través de la contemplación estética, su búsqueda consiente implica el seguimiento del proceso de lo que hemos llamado auto-ética.



 
(Extracto de “Auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual”).


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