martes, 27 de agosto de 2013

LA VEJEZ DEL PARAGUAY



Finalmente, llega el hastío de la vejez, la putrefacción cultural, el "nihil admirari" (no admirarse de nada) de Horacio. ¿Pero porqué putrefacción? Porque los valores tradicionales empiezan a descomponerse y con ello se empieza a perder la unidad que garantizaba en gran medida la fortaleza de la cultura paraguaya. Con la crisis de valores, empezamos a tener noticia del nauseabundo olor del cadáver de Dios.
   El Paraguay se urbaniza (el censo del 92 ya muestra la superioridad en número de la población de las ciudades sobre la del campo).   Un infierno urbano se expande en la zona metropolitana y explota en horarios picos,  con automóviles apresurados, colectivos colmados, vendedores ambulantes, limpiadores de vidrio, indígenas desterrados y gente agitada de todo tipo. A pesar de tanta convulsión, todo parece tan vacio, tan vano, tan absurdo. Despertarse a las cuatro de la mañana, tomar un colectivo repleto, descargar todas las energías en un trabajo alienante, volver aniquilado al hogar, para el día siguiente repetir el mismo miserable ritual. El alma de Sísifo recorre las ciudades del país.
   Las perspectivas de crecimiento poblacional no se han reducido, en tanto que la cultura consumista se ha visto fortalecida por la proliferación de shoppings y el alcance mayor del servicio de internet en las zonas urbanas. Esto nos revela que debemos acostumbrarnos presenciar cada día  la mezcla difusa de pobreza y lujo, de hambre y hastío, de ignorancia y conocimiento. La uniformidad se pierde en lo impreciso, los fines se estancan en los medios, los compromisos se diluyen en el placer inmediato. 
   Rápidamente se extiende un manto de desengaños sobre las ingenuas esperanzas de la transición democrática; los patéticos cuadros literarios de Gabriel Casaccia y Roque Vallejos encuentran más que nunca un sentido concreto. Los dioses nos han abandonado, navegamos sin brújula hacia ninguna parte.
   En medio de tanta calamidad, el filósofo José Brun, el maestro que nunca escribió (a parte de sus tesis de grado), el Sócrates paraguayo, pide que se retorne al “pensamiento inútil”[1]. Irónico deseo en medio de un mundo sin direcciones, sin motivos valederos para pensar. ¿Es la vivencia de lo absurdo una especie de liberación de tanta lucha encarnizada, de tanto cargar en vano el tonel de las danaides?
   El Paraguay se integra al globo terrenal, deja de ser la isla rodeada de tierra, pasando a través de un traumático salto de las carretas al ciber espacio. La Idea del Paraguay se expresa en el dilema que ya también se ha hecho mundial, o morimos o renacemos. Acaso podremos recrearnos, pero no sin sufrir los profundos dolores que corresponden a nuestro tiempo.
(Extracto de “La Idea del Paraguay. Hacia una interpretación estética de la cultura paraguaya”).


[1] Ponencia de José Brun en el convivium de filosofía de la UCA, 2012.

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