El hombre es un ser en relación, en tres formas: con el
mundo, con los demás y consigo mismo.
En cuanto ser en el mundo el hombre se
encuentra íntimamente relacionado con el medio ambiente que lo rodea y en
particular con su mismo cuerpo físico, es decir, con su naturaleza biológica.
Así, la medicina natural, al enfocarse en la salud física, se encuentra
íntimamente asociada con esta dimensión humana.
En lo que hace a la relación con los demás,
el ser humano se encuentra constantemente obligado a tratar con otros
individuos, y en tal sentido, recibe el influjo espiritual de estos, y a su vez
influye sobre ellos. En referencia a esto, la medicina natural puede contribuir
a disminuir el inmenso sufrimiento del hombre de hoy, sumido muchas veces en espacios
ambientales y sociales que promueven la aparición de enfermedades tanto físicas
como mentales.
En su relación con sí mismo, el
hombre busca su realización plena, a través del sentido existencial que le
presta a cada momento de su vida. La medicina natural puede ayudar en esta
dimensión con una visión de mundo que pregona la armonía entre todos los
niveles de la naturaleza, desde la más humilde roca, hasta las más excelsas
producciones del genio humano.
Pero cuando hablamos de salud, generalmente
la asociamos con un término contrapuesto, la enfermedad. ¿Pero qué es la
enfermedad? ¿Es la enfermedad un mal? Siguiendo dos de las principales posturas
filosóficas en relación al mal, podemos decir que la enfermedad (identificada
con un mal) es producto de la ignorancia (de acuerdo al intelectualismo moral)
o de algún tipo de culpa o pecado. En el primer caso bastaría que uno se
instruya para eliminar la enfermedad y recuperar la salud; en el segundo caso,
sería necesario el arrepentimiento y la purificación espiritual. No es
necesario inclinarse definitivamente hacia una de las alternativas expuestas
para desechar la restante, pues podemos tranquilamente tomar a ambas para
alimentar nuestros abordajes sobre el tema. Así, podemos sostener que para
abordar la enfermedad, el hombre necesita cultivarse intelectualmente tanto
como purificarse espiritualmente. No está por demás decir que la difusión
masiva de este tipo de perspectivas terminaría llevando a la bancarrota a la
mayoría de los médicos académicos. Lamentablemente las exigencias que vienen
aparejadas con este tipo de enfoques son excesivas para una sociedad masificada
y banalizada.
De todas maneras, la enfermedad debe
dejar de ser considerada solamente como un mal al cual se le declara la guerra
y al cual se busca despachar a como dé lugar, para verla también como una
oportunidad ideal para rectificar los rumbos de la vida, para replantear el
camino que hemos elegido para transitar. En general, la debilidad física debe
propiciar la fortaleza espiritual que nos permita comprender que las
dimensiones del ser humano van más allá de lo meramente físico, es decir, que
también poseemos una interioridad que cultivar, y un planeta y una sociedad con
las que nos encontramos profundamente unidos. Al final, la vida misma es una
enfermedad con la que a diario lidiamos y lidiaremos, hasta que lleguemos al
supremo fracaso de la muerte.
En general, para la medicina natural la
salud no se basa en drogas, cirugías, o en los grandes avances de la ciencia,
sino en el poder curativo de la naturaleza (vis natura medicatrix), que
habita en lo más profundo del ser humano (Schopenhauer llegó a equipararlo con
la voluntad, esencia del mundo)[1].
En
numerosos tratados de medicina natural se considera la existencia de unas leyes
de la naturaleza que explican las condiciones que definen tanto la salud
como la enfermedad. Mas, en un ambiente espiritual en el que se respira por
todas partes los efectos de una crisis de los fundamentos, ya no podemos
decir que estas leyes sean inapelables y obligatorias (a diferencia de las
leyes civiles, las llamadas leyes de la naturaleza no exigen obligación a
través de la fuerza). Además, las leyes de la naturaleza defendidas por la
medicina natural no poseen el rigor de las leyes de las ciencias naturales
(quizá tampoco lo reclamen), que están avaladas por una exigente comunidad
científica.
A su vez, aunque sostengamos que las leyes
de la naturaleza son en verdad los valores del naturismo médico, no nos
veremos con un mejor panorama para encontrar certezas inapelables, pues la ya
aludida crisis de los fundamentos también afecta a los valores, pero ya de un
modo menos agresivo. Los valores no exigen obligatoriedad, simplemente deben
ser asumidos vivencialmente, y con ello aparte de ser principios de acción
serán también motivos de goces estéticos.
(Extracto de “El médico del campo. Ensayo de
medicina natural”).
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