viernes, 9 de agosto de 2013

DISCIPLINA Y PLAN DE VIDA



La palabra disciplina proviene de los términos latinos "docere" y "disco", que significan enseñar y aprender respectivamente. La disciplina no necesariamente tiene que ver con algo que se realiza forzadamente, es más bien la voluntad de aprender siguiendo con constancia el camino que terminará en un objetivo, sea o no conocido. En el contexto de nuestro trabajo, el supremo objetivo de la disciplina es el establecimiento de las condiciones para que lo trascendente se muestre.
 Una forma típica de expresión de la disciplina es la diferenciación hecha por Aristóteles entre vicios y virtudes. Ambas constituyen hábitos, que son esquemas constantes de acción. Ciertamente, para Aristóteles únicamente las virtudes son los hábitos deseables, sin embargo, el filósofo definió la virtud como el justo medio entre dos extremos, quedando el criterio de esto en manos del hombre prudente. Gianni Vattimo[1] consideró que este criterio era válido para tratar de entender la posición del actuar del hombre en las condiciones postmodernas, por supuesto, no asumiendo la ontología aristotélica.
 En este marco de la disciplina podemos aludir a la necesidad de establecer un “plan de vida”, que permita seguir el camino de la existencia de acuerdo a un proyecto que asuma tanto lo ineludible (condicionamientos físicos, psicológicos, histórico-socio-culturales), como el horizonte de posibilidades que se abren.
  Ubicándonos en nuestro marco de reflexión, consideramos que la disciplina y el plan de vida (cumplido por medio de la disciplina), no pretenden justificar a un sujeto plenamente integro y fundante del conocimiento, antes bien, buscan la apertura de un “sujeto debilitado” a una visión a la vez estética, nihilista y trascendente del mundo.     
(Extracto de “Retorno. Ensayo de antropología filosófica”).


[1] Cfr. Vattimo, Gianni. El fin de la modernidad.

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