La madurez suele traer consigo la necesidad de
comprender lo que se ha vivido, así como cuando se escala un cerro y se mira
todo el camino que se ha dejado atrás en la subida. La apreciación de lo que
hemos hecho, vivido y aprendido puede plantearnos la posibilidad de seguir
viviendo de manera algo diferente, asimilando ya los costosos resultados del
pasado.
Y así surgen los planes de vida. Tal vez, sea muy pretencioso querer establecer un
programa por el cual uno deba regirse puntillosamente, en especial en tiempos
en los que la incertidumbre ha dejado de
ser la mera ausencia de conocimiento, para implantarse ineludiblemente ya en
numerosos campos del saber (como en la física, la matemática, la lógica, la
economía, la sociología, la epistemología y la filosofía en general). Lo que
necesitamos son entonces estrategias, y no ya programas. Las estrategias
consideran la imprevisible, lo caótico, la incertidumbre y en tal sentido se
mantienen abiertas a lo irremediable de los cambios.
Entonces la vida nos obliga a apostar, a jugarnos en nuestros actos por aquello
que creemos conveniente, bueno, o justo. Nuestras elecciones implican
necesariamente renunciamientos, pues la existencia humana es finita y breve,
llena de limitaciones y contratiempos.
Las apuestas
de la vida pueden tener un marco racional, al que como ya dimos a entender
llamaremos plan de vida o plan estratégico de vida. Un plan de vida está
compuesto por normas, preceptos, o principios que se tratarán de poner en
práctica en la inmediatez de lo cotidiano.
Los temas que
hemos abordado hasta ahora son relativos a una moral formal, o estructural, ya
que no nos hemos metido en los contenidos, o sea, en la explicación exhaustiva
de las normas de vida. Y esto es de importancia, puesto que se presentan
numerosas concepciones éticas, que son las que condicionan la especificidad de
las normas de acción. Así, por tomar algunos ejemplos, tenemos las éticas de
Platón, de Aristóteles, de estoicos, de epicúreos, la emotivista, la kantiana,
las utilitaristas, la de Nietzsche, etc. Pero frente a las distintas posturas,
debemos poner de relieve la situación de crisis de los fundamentos que afecta
tanto al pensamiento como a la acción, lo que implica que sea cual sea la ética
que asumamos, deberá permanecer abierta, tanto a la crítica como a la
corrección.
(Extracto de “La auto-ética”).
Bibliografía:
-Chinaglia,
Pedro. Personalidad.
Don Bosco, Asunción.
-León
Helman, Robert. Retorno.
Interiora terrae, Asunción, 2013.
-Schopenhauer, Arthur. El arte del buen vivir. Edaf,
Madrid, 1998.
-Séneca. Cartas morales. Orbis, Bs As, 1984.
-Morin, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa,
Barcelona, 2007.
-Nietzsche,
Friedrich. Más allá
del bien y del
mal. Alianza, Madrid, 1983.
No hay comentarios:
Publicar un comentario