miércoles, 5 de junio de 2013

LA AUTO-OBSERVACIÓN



El hecho de simplemente observar, sin tomar partido, las distintas manifestaciones de nuestro ser individual, constituye un ejercicio básico, pero fundamental para desarrollar un estado de alerta, que propicie el cultivo del espíritu y la orientación hacia lo místico o trascendente.
  La auto-observación propicia el desapego de los afanes cotidianos, al revelarnos nuestra condición humana de ser “sujetos débiles”.

a. Auto-observación y división trina del cuerpo humano

La auto-observación puede desarrollarse en conjunción con la división trina de los sistemas orgánicos del hombre.
 En lo que hace a la esfera del "vientre", deben observarse los instintos, también los deseos más básicos, como comer, beber, dormir, copular.
 En la esfera del "tórax" se observan los distintos movimientos corporales, y siguiendo con la división trina podemos dividir los movimientos que corresponden al “vientre” en pies, piernas, y ante piernas; los que corresponden al "tórax", en mano, brazo, y antebrazo, sin olvidar la "respiración consiente", y la postura de la columna; mientras que en la "cabeza" tenemos los movimientos del cuello, las muecas del rostro, los movimientos oculares, bucales, y frontales.
 En la esfera de la "cabeza", tenemos la observación de las distintas formas de la conducta intelectiva, de la conducta afectiva, y aun de la conducta operativa. Por parte de la conducta intelectiva debemos considerar la percepción, la atención, la imaginación, la inteligencia, y la memoria. En lo que hace a la conducta afectiva tenemos las emociones, los sentimientos, y las pasiones.

b. La auto-observación y el conflicto interior

El hombre generalmente se encuentra en su cotidianeidad en un estado de conflicto interior, abalanzándose como un péndulo entre la alegría y la tristeza. Los afectos (sentimientos, emociones, pasiones) constituyen las formas como uno reacciona frente a los sucesos del mundo exterior, y también frente a los productos de la conducta intelectiva (memoria, inteligencia, imaginación).
   La charla interior hunde al hombre en las miserias espirituales de la cotidianeidad, lo que se proyecta a su vez en las conversaciones que a diario un individuo desarrolla, llenas de auto-consideraciones, de miedos, de vanidad y egoísmo, que luego son reproducidos por los innumerables medios de comunicación.
   Así, un ejercicio básico de la auto-observación consiste en atender el discurrir de esa charla, tanto en uno mismo como en los demás, no tratando de interferir con ella, sino de aprender de su dinámica, de su insignificancia frente al suelo abismal que sustenta al todo. 

(Extracto y ampliación de “Retorno. Ensayo de antropología filosófica”).

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