Las primeras señales de la temporada fría se habían
hecho sentir, de modo que desplazarse
por el campus universitario, haciendo el trayecto de la biblioteca a las aulas
podía ser una experiencia algo más serena, en comparación con los días
calurosos, en los cuales apenas uno salía del salón de lectura y empezaba
rápidamente a sudar, como si el infierno existiera de alguna manera fuera de la
gloria celestial de los libros. En medio de las reflexiones del breve paseo,
surgió de improviso el susurro encariñado de una mujer que arrojaba migajas de
pan a unas avecillas amarronadas y grises,
conocidas tradicionalmente como San Francisco. La señora era funcionaria
de la universidad, pero parecía una extraña santa que conversaba con las aves como en los relatos legendarios del pobre de
Asís. Acaso la sabiduría y la nobleza
del espíritu surgen meteóricamente en el mundo, desde un inentendible azar, que
parece revelar que a pesar de las espesas tinieblas que nos rodean, la humanidad
siempre tendrá su chance de levantar de nuevo la frente (Antrophos significa en
griego, el que mira hacia arriba).
No hay comentarios:
Publicar un comentario