sábado, 1 de junio de 2013

ALIMENTANDO AVECILLAS (RELATO)



Las primeras señales de la temporada fría se habían hecho sentir,   de modo que desplazarse por el campus universitario, haciendo el trayecto de la biblioteca a las aulas podía ser una experiencia algo más serena, en comparación con los días calurosos, en los cuales apenas uno salía del salón de lectura y empezaba rápidamente a sudar, como si el infierno existiera de alguna manera fuera de la gloria celestial de los libros. En medio de las reflexiones del breve paseo, surgió de improviso el susurro encariñado de una mujer que arrojaba migajas de pan a unas avecillas amarronadas y grises,  conocidas tradicionalmente como San Francisco. La señora era funcionaria de la universidad, pero parecía una extraña santa que conversaba  con las aves como en  los relatos legendarios del pobre de Asís.   Acaso la sabiduría y la nobleza del espíritu surgen meteóricamente en el mundo, desde un inentendible azar, que parece revelar que a pesar de las espesas tinieblas que nos rodean, la humanidad siempre tendrá su chance de levantar de nuevo la frente (Antrophos significa en griego, el que mira hacia arriba).  

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