lunes, 16 de septiembre de 2013

VISIÓN DEL HOMBRE DEL PARAGUAY SEMINAL


El hombre de la ciudad va perdiendo progresivamente la capacidad de escuchar a la naturaleza, pues todo lo empieza a dominar el sentido de la vista,  que estimula la apresurada y tortuosa búsqueda del “ser más y mejor”. En cambio, el hombre del campo –o de la cultura seminal- posee simbólicamente una  especie de tercer ojo oriental, manifestado en una profunda intuición, desarrollada a través del contacto intimo con la naturaleza (lo que se ve reflejada en el mismo carácter descriptivo de la lengua guaraní).

   El arandú o sabio (término que al parecer proviene de la conjunción de “ara” tiempo, y  ñandú”, sentir) es aquel que ha logrado una “integración al universo, cuyo palpitar siente y presiente. Para esta  sabiduría no se requiere un vasto conocimiento sino la actitud medio mística de sentirse parte integrante de la naturaleza”[1].

   Pero insistamos en la alusión al tiempo o “ara” en el espíritu del sabio del campo. Dice Oswald Spengler: “Si contemplamos una realidad en su forma memorativa, aparece a nuestros ojos el mundo de Platón, Rembrandt, Goethe, Beethoven”[2]. La memoria no se relaciona sólo con recordar los sucesos acontecidos en la cotidianeidad, sino también con contemplar los arquetipos, formas, o Ideas que constituyen a cada cultura en particular. Pero ¿Qué tiene que ver Platón y los demás genios citados con el arandú ka’aty del campo paraguayo? Similar pregunta se habrá hecho Mircea Eliade en relación con las ontologías arcaicas antes de responder que: “Seria, pues, posible decir que esa ontología “primitiva” tiene una estructura platónica, y Platón podría ser considerado en este caso como el filósofo por excelencia de la “mentalidad primitiva”, o sea como el pensador que consiguió valorar filosóficamente los modos de existencia y de comportamiento de la humanidad arcaica”[3].

   En relación con esta actitud del hombre del campo, no podemos decir que exista un predominio ni del carácter físico ni del espiritual, lo que al parecer tenemos es una conjunción dialógica entre lo físico y lo anímico. Un ejemplo elocuente de ello lo tenemos con el uso del término py’a, entrañas, vientre o estómago, que es utilizado también cuando se hace alusión a los sentimientos, o incluso a una intuición o conocimiento inmediato sobre el hombre, los acontecimientos o las cosas.
 
 
 
(Extracto de “La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya).
 
 
 
 



[1] Vera, Saro. El paraguayo, p 140.
[2] Spengler, Oswald. La decadencia de occidente, t 1, p 138.
[3] Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno, p 46.

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