lunes, 23 de septiembre de 2013

EL JUEGO DEMOCRÁTICO


El sistema democrático constituye el régimen político que mejor se adapta a los requerimientos de un mundo complejo. Se alimenta constantemente de la disensión y el consenso, propiciando así la danza dialógica entre cambio y estructura, entre unidad y pluralidad, entre vida y muerte. La tolerancia, la comprensión, el perdón, emergen como productos de una ética social que a su vez parte desde una auto-ética, que asume plenamente la crisis de los fundamentos de la razón. Así, la democracia se asocia a religación con los demás, de una manera que traspasa la mera contemplación estética, llegando a un estadio pragmático y realista.

   La democracia no implica la eliminación de la esclavitud social, apenas su reducción a niveles aceptables y edulcorados. El control de los ciudadanos al aparato controlador es un juego tan inestable como delicado. Pero es necesario recalcarlo, no tenemos al parecer nada mejor que el sistema democrático para regir a las inmensas muchedumbres que hoy pululan en este desdichado planeta, que se ha convertido a la vez que en nuestro hogar, en una especie de chiquero cósmico.  

   De aquí entonces, que al abordar la relación existente entre complejidad y democracia, nos encontramos de nuevo con el dilema entre la factibilidad de las reformas para dar “un paso más” en el intento de disminuir la degradación  ambiental y los conflictos bélicos internacionales, por una parte, y por la otra, la necesidad de construir un espacio propio, que más que para afirmar nuestras vanidad, nos permita trascender este espacio  putrefacto y hostil, constructo artificial y esclavizante.
 
 
 
(Extracto de “En torno a un mundo gris. Ensayo de filosofía social).
 
 

 

No hay comentarios: