Ya no estamos para postular un
historicismo con aspiraciones políticas, sin embargo, el campo de lo estético
se nos ha abierto ampliamente, de modo tal que podemos aventurarnos a
interpretaciones filosóficas de la historia y de la cosmovisión paraguaya que
nos den una perspectiva íntegra y a la vez débil, que no solamente nos
proporcione conocimiento, sino fundamentalmente goces espirituales. Así
entonces, la “Idea” del Paraguay se nos abre como un camino renovado para el
conocimiento estético.
Las reflexiones de Leopoldo Zea, Rodolfo Kusch, Octavio Paz, sobre la
filosofía latinoamericana que anida en lo profundo de las distintas
manifestaciones culturales de los pueblos latinoamericanos, unido a los
trabajos crítico-históricos de pensadores paraguayos como Adriano Irala Burgos,
Juan Santiago Dávalos y Lorenzo Liveres Banks[1]
(a pesar de sus afanes destructivos), nos dan a entender que el sendero del
pensamiento desde Latinoamérica y el Paraguay nos conduce hacia horizontes aun
insospechados. A propósito, aludiendo a las cuatro matrices narrativas de la
historia paraguaya propuestas por Darío Sarah[2],
podemos estar seguros, como el autor parece indicarlo, que podemos ampliar las
formas en las que nos conocemos e interpretamos, incluso si esas formas tienen
afanes meramente estéticos. Ajustando términos, estaríamos asociando al máximo
ficción y realidad. Al contrario de lo que espera Sarah, no proponemos una
“mejor” interpretación de la historia cultural del Paraguay, logro que miramos
con desconfianza, lo que si nos atrevemos a realizar es “otra” visión de ella.
En medio de la dialógica entre la comprensión y la explicación, no está
por demás decir que las pretensiones meramente estéticas de la Idea del
Paraguay revelan una preeminencia inapelable de la comprensión. Así, la misma
búsqueda de objetividad pasa intencionadamente a un segundo plano.
Siguiendo la contraposición de Helio Vera[3],
no podemos decir que la Idea del Paraguay se relacione con el Paraguay de gua’u o el Paraguay te’ete, diferenciación que creemos no es fácilmente
realizable. La Idea del Paraguay se sustenta en el estudio y la vivencia del
mundo simbólico, mítico y mágico de la cultura paraguaya. ¿Es el auténtico
Paraguay aquel que es descripto por las metódicas ciencias humanas? La crisis de los fundamentos de la razón nos
permite creer que una lectura estética y
hermenéutica también es posible y hasta necesaria.
Así, la consideración del Paraguay por parte de Natalicio González, como
un arquetipo (o una Idea), no es más que la constatación que el pensador
guaireño ha hecho de la preponderancia del pensamiento simbólico-mítico-mágico
sobre el empírico-racional-técnico en la cultura paraguaya. Y hablar de la Idea del Paraguay es tratar de
permanecer en ese marco maravilloso.
(Extracto de “La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética
de la cultura paraguaya”).
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