martes, 22 de diciembre de 2020

A CUARENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ERICH FROMM (1900-1980)

 

     Fue un filósofo y psicólogo social alemán. Estuvo asociado con la Escuela de Frankfort. Su pensamiento constituye un intento de sintetizar las ideas Marx y Freud. También es posible notar influencias de pensadores como Comte, Durkheim o Marcel, por supuesto, a parte de las ideas de los integrantes principales de la Escuela de Frankfort (Horkheimer, Marcuse y Adorno).

     Teófilo Urdanoz sostiene que con la ruptura de Fromm con la Escuela de Frankfort se divisó un “neofreudismo de izquierdas” (Marcuse) y un “neofreudismo de derechas” (representado por Fromm)[1].

     Entre sus obras se pueden citar: “El miedo a la libertad” (1941), “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea” (1955), “El arte de amar” (1956) y “Tener o ser” (1976).

    Las ideas de Fromm aportan un enfoque de la corriente neo-freudiana, una derivación teórica de la Escuela de Frankfort y una curiosa combinación entre psicoanálisis y humanismo. 

a. La libertad

     Fromm quiere traspasar el psicoanálisis basado en el individuo a otro enfocado hacia la sociedad, en otras palabras, aspira a tratar la patología de la sociedad occidental y dar pistas que la lleven hacia una organización igualitaria y libre.

     Dando curso a las ideas de la Teoría crítica de la sociedad reflexiona sobre la crisis de la sociedad contemporánea, que posee como a uno de sus principales caracteres el predominio de la racionalidad formal frente a la substantiva (si utilizamos términos weberianos). Entonces Fromm plantea una crítica de la sociedad occidental con vistas a su posible transformación, actitud en donde podemos notar contacto con el marxismo y con la Escuela de Frankfort.

     Las contradicciones de la sociedad occidental han terminado desembocando en esquemas totalitarios en distintas partes del mundo. Un factor central que explica para Fromm la aparición de gobiernos totalitarios es la soledad y el aislamiento, que podríamos asociar también con el individualismo y el egoísmo (a propósito de esto podríamos recordar los planteamientos de Durkheim sobre los suicidios de tipo anómicos y egoístas).

    A su vez, luego de las grandes guerras mundiales esa soledad del individuo desemboca en la identificación con las masas, que permiten hallar una especie de huida ante la angustia o la desesperación, pero al precio de perder libertad al convertirse uno en una especie de autómata que repite las directrices de una sociedad de consumo y diversión.

b. Ser y tener

     Fromm plantea su problema sobre la dualidad ser-tener a partir de las ideas del filósofo existencialista cristiano Gabriel Marcel. El tener y el ser son dos modos fundamentales de existencia.

     Con el tener se relaciona el egoísmo, y desde el tener se despliegan procesos sociales como la competencia y el antagonismo, lo que deja a su vez como resultado el temor. El hombre que constantemente busca apropiarse de todo lo que le rodea, e incluso de él mismo, vive en un estado de constante miedo. Miedo a no poder conseguir lo que ansía, miedo a perder aquello que ya se ha conseguido o apropiado.

     En cambio, el modo de existencia del ser se basa en el altruismo. Aquí Fromm desarrolla ideas como la voluntad y el amor. Se plantea la posibilidad de que se muestre una producción no interesada, no alienada, en otras palabras, creadora (en esto podemos notar cierta influencia del romanticismo).

c. La religión

     Si Schopenhauer había escrito sobre una “necesidad metafísica” en el ser humano, Fromm plantea una “necesidad religiosa”.

    Retomando ideas de San Agustín propone una especie de punto medio entre la “ciudad de Dios” y la “ciudad terrena del progreso”, es decir, piensa en una “ciudad del ser”, que conjugue el desarrollo espiritual con el científico social.

    Si algunos pensadores reaccionarios o conservadores catalogaron a los movimientos revolucionarios ilustrados como expresiones de una religiosidad laica, el marxismo (que sigue con esta tónica revolucionaria) de Fromm no hace otra cosa sino direccionarse hacia la concreción de esta idea. Pero por supuesto, este carácter no es exclusivo de pensadores revolucionarios, baste con considerar las ideas de Augusto Comte, un conservador, sobre la Religión de la Humanidad. 

  (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).

 

 



[1] Teófilo Urdanoz. Historia de la Filosofía. 1998, p. 199.

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