jueves, 24 de septiembre de 2020

TOMA TUS MUERTOS

 

Y como el viento lleva a las hojas,

como la luz muere en la oscuridad,

son los afanes de este mundo,

son las canciones de batallas…

Y sal de tus trincheras del dolor,

deja tus armas de preocupación,

mira tu sangre en la tierra,

toma tus muertos, sepúltalos…

(2001)

 

Comentarios

     El conflicto del hombre, (ya sea con los demás, consigo mismo o con la naturaleza) que siempre viene asociado con el dolor (o el sufrimiento[1]), es comparado con las hojas que son llevadas por el viento o con la luz que muere en la oscuridad. Es decir, la cotidianeidad se asocia con el flujo del tiempo: pasado, presente y futuro, tiempo en el que se construye una personalidad, para luchar con esa armadura y con esa máscara en medio de la guerra del día a día. Pero ¿Podremos en medio de esta agitación incesante para la marcha y ver toda esta calamidad como una hoja arrojada por el viento? ¿Cómo una luz que se apaga en medio de la profundidad de una noche?

    También estos conflictos son representados como “canciones de batallas”. Con esta frase se quiere expresar una observación, que se da desde la base de la separación de la consciencia (sujeto puro e involuntario del conocimiento) y el pensamiento (sujeto sometido al principio de razón). Esta separación es la base de la experiencia estética. Los problemas que se plantea la mente empiezan a observarse no ya con el deseo de resolverlos, sino como ocasión de un goce estético, como una canción. 

     “Sal de tus trincheras del dolor”. Todo sufrimiento tiene su base en un atrincheramiento en la personalidad, en el deseo de defender mezquinamente todo lo que nos hemos apropiado, todo lo que consideramos legítimamente ganado por nosotros mismos. Uno se aferra a esa limosna de la vida, a las posesiones materiales y a las figuraciones sociales, y en nombre de ese afán permanecemos ciegos a totalidad del mundo que se nos dona en medio de una experiencia estética. Y esa es irónicamente como una vida ascética, renunciar a la vida en nombre del dinero y del estatus social. Los auténticos santos o místicos nunca han visto con pena su existencia, porque en el fondo no buscaban simplemente cumplir con normas morales, buscaban a lo más profundo de la vida, buscaban las riquezas imperecederas, las fuentes inagotable, la vida en su plenitud.  

    “Deja tus armas de preocupación”. La preocupación surge como una actitud de defensa de la personalidad que se haya amenazada ante los constantes cambios que se dan en la cotidianeidad. Dejar estas armas no consiste precisamente en dejar de preocuparse (puesto que muchas veces las mismas preocupaciones no se mantienen en pie de manera voluntaria), sino en aceptar que se está preocupado, sin hacer nada al respecto. Esta rendición es un ejemplo de aquello que Schopenhauer llamó la “negación de la voluntad de vivir”.    

    “Mira tu sangre en la tierra”. La sangre simboliza el producto de las luchas, y toda lucha es padecimiento. Se padece en nombre del intento de dejar de padecer, se lucha en nombre del intento de dejar de luchar. La sangre también es el símbolo de que algo ha llegado a su límite, que algo está ya al rojo vivo, que algo está ya listo para un cambio profundo.

     “Toma tus muertos, sepúltalos”. Nuestros muertos son comparables  con aquellas ideas que giran en torno a nuestra personalidad, y que son como fantasmas que constantemente nublan  nuestro espíritu. Esos muertos son nuestros prejuicios y nuestros afectos más míseros, que deben ser enterrados para que así abonen la tierra de la conciencia (el sujeto debilitado) que dará frutos en la contemplación de las Ideas o Arquetipos.

 (Extracto de “Robert León Helman. Vivir, cantar y morir. Letras y comentarios a composiciones musicales”).



[1] El dolor está más asociado con lo físico, en cambio el sufrimiento tiene una raíz mental, la misma personalidad.

Enlace al video:

https://www.youtube.com/watch?v=TgMhR_I1fHc&feature=youtu.be

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