Lo que queremos plantear con
este trabajo es el despliegue orgánico del pensamiento occidental, que lo
sostenemos antes que nada en clave estética, y sólo en un segundo momento en sentido histórico. Así, retornamos a la naturaleza[1]
también a través del pensamiento, contemplando las maravillas de la niñez, los sueños
de la juventud, la fuerza de la madurez y los desengaños de la vejez, en los
distintos periodos de vida del pensamiento.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de estética? A un conocimiento
que difiere del que es propio de la cotidianeidad y de la ciencia[2].
Como todo conocimiento, el estético también consiste en una relación entre
objeto conocido y sujeto cognoscente; el objeto lo constituyen los símbolos,
los arquetipos, las Ideas o las cifras; en tanto que el sujeto se caracteriza
por ser “débil”, ajeno a aquel sujeto fuerte de la modernidad que quería
manejar a su antojo al mundo.
Podemos sostener, simbólicamente, que existen tres grandes organismos teóricos que despliegan sus
caracteres en el pensamiento occidental: el antiguo, el medieval y el moderno.
Cada uno de estos organismos va cumpliendo paulatinamente cuatro grandes
ciclos: la infancia (en donde también se considera un periodo de gestación), la
juventud, la madurez y la vejez (que es una especie de nueva niñez).
De este modo, nuestro recorrido de la historia del pensamiento se
desenvuelve intensificando el cultivo espiritual, lo que a su vez nos permite
dirigirnos hacia el objetivo principal de la auto-ética: la construcción de la
subjetividad desde lo trascendente, y
con ello, tenemos a su vez motivos para pensar en los dilemas de la sociedad y
la naturaleza.
Uno de los principales hilos conductores que utilizamos
en nuestro recorrido por la historia de la filosofía es el problema del mal en el mundo[3],
ya que nos permite reflexionar al mismo tiempo sobre cuestiones relativas a la
religión, a la filosofía y al pensamiento político y social.
[1] Desde la
cual se desprende el sentido de lo orgánico.
[2] A propósito
de esta ideas recordemos un párrafo de George Ritzer al referirse al
pensamiento de Alfred Schutz: “Para él ésta (la ciencia) es una de entre una
multitud de “realidades”. Según él existen varias realidades diferentes, entre
ellas los mundos de los sueños, del arte, de la religión y de la demencia. La realidad eminente es, sin embargo, el
mundo intersubjetivo de la vida cotidiana (el mundo de la vida), puesto que es
“el arquetipo de nuestra experiencia de la realidad. Todos los demás ámbitos de
significado pueden considerarse modificaciones de aquélla”” George Ritzser.
Teoría sociológica clásica. Mc. Graw-Hill, México, 2012, p. 455.
[3]
Cfr. Robert León Helman. En torno a un mundo gris.
Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 15-22. En línea: https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWOFppSWFBbERQLUk/view
En adelante citaremos nuestros trabajos con
las iniciales R.L.H; Navarro-Calvo. Historia de la filosofía. Anaya, Madrid,
1992, p. 150-153.
Enlace al ensayo completo:
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWWC04d2NoakozUEE/view
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