miércoles, 28 de junio de 2017

EN TORNO A “HIJOS DE ABISMO”


HIJOS DE ABISMO

Desde las sombras, hijos de abismo, viviendo al límite…

Se han desterrado de sacras normas y han encontrado un fin…

Es la trágica comedia, de un mundo fragmentado, en infinitas ansias, por un afán ufano…

Desde los bosques, llegan canciones, réquiem lejano…

Con su lenguaje, fuego en la boca, destrona la verdad…

Y engendra a los hijos locos, aun no identificados, por ebriedad de selva, de fuego ardiente y tierra…



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     El desarrollo orgánico de la cultura paraguaya termina en un abismo, aquel que representa el nihilismo, el hastío hacia los grandes ideales que guiaban las luchas políticas y sociales, o bien, un abismo que se asocia con la putrefacción de aquellos valores que antaño integraban y ordenaban a la vida social e individual. De ahí que, cuando los tejidos de nuestra cultura empiezan a resquebrajarse, se da el momento de recrearlos, no para recuperarlos en una sociedad que retroceda en el tiempo, sino para mantener una “visión” que nos permita permanecer parados en medio de esta misma debacle.

   “Desde las sombras, hijos de abismo, viviendo al límite…”. Las sombras representan un lugar de aislamiento y de prueba espiritual, un espacio en el cual es posible la transformación del individuo, a partir de una revisión de los valores que consciente o inconscientemente ha estado siguiendo hasta la llegada de un momento de crisis[1].

   Hemos apuntado, siguiendo en alguna medida a Jaspers, que existen situaciones límites[2] (de ahí escribimos “viviendo al límite”) que nos abren a la posibilidad de experimentar a la angustia (a la que consideramos el estado de ánimo fundamental), que revela la nada sobre la cual se erige el mundo como un conjunto de símbolos, Ideas o arquetipos (y ya no como una mera “realidad” que no asombra en nada)[3]. Este suelo de la nada es como un abismo amenazante (de ahí el sentido de la frase “hijos de abismo”, que es también el título de la canción).

   “Se han desterrado de sacras normas y han encontrado un fin…”. El destierro simboliza también a un camino de dolor y transformación, en este caso al abandonar la seguridad de la moral tradicional (basada a su vez en la metafísica tradicional). Esto nos hace acordar de las ideas de Nietzsche, quien hablaba de las tres transformaciones del espíritu, en las cuales el camello valeroso deja atrás las pesadas cargas de una moral universal; se transforma en León, y disfruta de su fuerza liberadora; pero aun el espíritu debe hacerse niño para crear como en un juego, una y otra vez, su propia tabla de valores[4].    

   “Es la trágica comedia, de un mundo fragmentado, en infinitas ansias, por un afán ufano…” Schopenhauer había puesto de manifiesto la condición trágica de la vida, de hecho si hoy pensamos en un filósofo pesimista dentro de la tradición de la filosofía occidental, el primer nombre que se nos viene a la mente es el del filósofo alemán; pero también fue él mismo quien relacionó a la vida humana con una pomposa comedia, con lo cual, no arregló precisamente su (para algunos) lamentable calificativo inicial, sino que lo matizó con una buena dosis de ironía[5].

   “Desde los bosques, llegan canciones, réquiem lejano…

Con su lenguaje, fuego en la boca, destrona la verdad…

Y engendra a los hijos locos, aun no identificados, por ebriedad de selva, de fuego ardiente y tierra…”

   Cuando hablamos de la “canción de los bosques”, en forma inmediata nos recordamos de los orígenes de la humanidad (las sociedades de bandas, tribales, jefaturas y las comunidades agrarias se formaron junto a un contacto íntimo con la naturaleza virgen). Pero aquí queremos referirnos de manera particular al periodo de gestación de la cultura paraguaya que fue realizada por los guaraníes[6].

   El pensamiento más íntimo y fundamental de los guaraníes (que Bartomeu Melia llega a asociar con un pensamiento filosófico[7]) brotó de los “teólogos de la selva” sumidos en un trance mítico, poético, musical y religioso, que sólo unos pocos estudiosos (iniciados en los arcanos guaraníes) han podido transmitir a través de la escritura[8].

   Y así, cuando hablamos de los bosques, profundos y misterioso, en el contexto de nuestras reflexiones, ya no aludimos sólo a las ideas del romanticismo europeo (como ya tantas veces lo hemos hecho), sino que apelamos ya también a esa sabiduría milenaria que nuestros antepasados guaraníes cultivaron y que se ha constituido en una de las bases de la cultura paraguaya. 



   Por último quisiera hacer una breve digresión en torno al despliegue de la cultura guaireña, y que se relaciona con esta canción en particular.

   La canción, y de manera particular el título -hijos de abismo, asociado a su vez con la frase “hijos locos”-, ha despertado algunas resonancias en el poema de Arnulfo Morínigo (1989) titulado “Desde el alma de Ortiz Guerrero”, en donde en uno de los pasajes escribe el poeta: “En el Ybytyruzu viven nuestras musas arcanas, que engendran a los locos y liberan mariposas”[9]. En relación con esto, recordemos que León Cadogan estudió con especial atención a las comunidades de la etnia Mbyá-Guaraní, afincadas en las serranías del Ybytyruzu. 

   Pero a su vez, en unas palabras del también poeta guaireño Martín García Silvero (1990), se ha dado una curiosa resonancia del mismo escrito de Morínigo. En una descripción de un video de un tema compuesto por quien escribe e interpretado por Morínigo, García Silvero apunta: “Hijos del Ybyturuzu,  estrofa a estrofa, hijos de la poesía, devotos de la minerva india y atenea guayakí”[10].

   Con estas interconexiones poéticas vamos viendo un flujo espiritual y artístico que aún se mantiene en el seno de la cultura guaireña, que hace re-avivar esta sabia maravillosa de nuestra cultura seminal, aun en medio de las tinieblas de la cultura paraguaya.








[1] R.L.H. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 43.  En línea: https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWVHpoRFozUFFBTUE/view
En adelante cuando nos refiramos a nuestros trabajos nos limitaremos a apuntar las siglas R.L.H.
[2] Como la muerte, el sufrimiento, la culpa o la consciencia de la lucha diaria.
[3] Cfr. R.L.H. La auto-ética, ed. cit., p. 18.
[4] Friedrich Nietzsche. Así hablaba Zaratustra. Edicomunicación, Barcelona, 1999, p. 38-39.
[5] Arthur Schopenhauer. El amor, las mujeres y la muerte. Edaf, Madrid, 1998, p. 134-135.
[6]Como explicamos en nuestro ensayo “La Idea del Paraguay”, a los distintos periodos orgánicos de la cultura paraguaya los consideramos despliegues de la Idea del Paraguay. Ver: R.L.H. La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya. Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 15-17. En línea: https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWOFY1VTVBMl9HYUU/view
[7] Bartomeu Meliá. Pensamiento guaraní para uso de paraguayos (y latinoamericanos). En G. de Bosio y Devés Valdés. Pensamiento paraguayo del siglo XX. Intercontinental, Asunción, 2006, p. 267 y ss.
[8] Citemos a León Cadogan (1899-1973) y a Curt Unkel Nimuendayu (1883-1945)
[9] En: Morínigo Paniagua-León Helman. Desde Villarrica hasta Asunción. Colección de poemas. Interiora terrae, Asunción, 2015, p. 25. En línea: https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWNkY0ck1QWll4MFU/view
[10] Martín García Silvero, en línea: https://www.youtube.com/watch?v=QGbtJp-52sI

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