Ya no
estamos para postular un historicismo con aspiraciones políticas, sin embargo,
el campo de lo estético se nos ha abierto ampliamente, de modo tal que podemos
aventurarnos a interpretaciones filosóficas de la historia del sistema social
paraguayo, que nos den una perspectiva global y a la vez débil[1],
que no solamente nos proporcione conocimientos, sino también goces espirituales[2].
También, la “Idea”[3]
del Paraguay se nos abre como un camino renovado para el conocimiento de
nuestra cultura y a su vez, para forjar el esquema de una identidad nacional en movimiento[4].
Entonces, en el contexto de este ensayo la identidad no es sino el despliegue
de una Idea[5].
Alguno podría plantear que a la hora de
buscar goces intelectuales uno debería recurrir a una obra de carácter lírico y
no a un ensayo histórico-filosófico, frente a lo cual sostenemos que una
lectura que busca conocimientos o comprensión, no tiene por qué estar cerrada
al deleite estético; aunque es cierto, las formas del trabajo deberán ser las
propias de un estudio teórico y no de una poesía o una novela. Una idea o
concepto puede ser contemplada o intuida, ahora, su definición, es decir, la
delimitación de sus caracteres debe ser ya pensada. Entre esta danza de
intuición y razonamiento queremos desenvolvernos.
En la búsqueda y vivencia de los arquetipos de la cultura paraguaya pretendemos
alimentar nuestras reflexiones y fortalecer los pasos de nuestro recorrido, de
modo a recrear constantemente esta interminable aventura de pensar estética,
orgánica e históricamente al Paraguay. A partir de esto, la pregunta que podemos hacernos es ¿Cómo se despliega esta Idea del Paraguay a lo largo de la
historia[6]?
La Idea del Paraguay está en continuo
flujo, pero un flujo que pasa por las cuatro edades propias de un organismo:
infancia, juventud, madurez y vejez. Pero el punto de partido no es sino
aquello que llamamos la cultura seminal, que constituye a una estructura de
arquetipos que expresan la visión del mundo, del hombre y de la sociedad del
Paraguay de tierra adentro.
Estas edades, que parten de la cultura
seminal, podrían ser consideradas a su vez como sub Ideas. Entonces, atendiendo
a lo recién expuesto podríamos dividir
nuestra primera pregunta en dos más: ¿En qué consiste la cultura seminal? ¿Cómo
se despliega la Idea del Paraguay en su infancia, juventud, madurez y vejez?
Prestar atención a este despliegue nos
puede proporcionar dos resultados: primero,
la imagen de una identidad nacional, en donde el goce estético nos anima
y reconforta; y en segundo lugar, esta misma identidad nacional nos puede
permitir consolidar el conocimiento del sistema social paraguayo.
Pero ¿Qué queremos decir cuando hablamos de
un conocimiento estético? Como todo conocimiento, el estético también
constituye una polaridad entre sujeto cognoscente y objeto conocido. El objeto
en la contemplación estética lo constituyen los símbolos, o los arquetipos, o
las proto-formas que caracterizan al mundo contemplado, lo que resumimos con el
término Idea. Pero también, a la par de las Ideas se hace patente la nada, que
ocupa la posición de fundamento de todo lo existente[7]. Por
su parte, el sujeto adquiere un estado distinto del que es propio de la
cotidianeidad y la ciencia¸ pues se hace puro e involuntario[8], y
abandona el apego hacia una realidad cotidiana infundada y esclavizante (por la
concepción de la identidad como estatus-rol[9]). Por
ello, esta obra reclama del lector algo más que su mero estudio, reclama el
intento de que se vivencien, a través de la intuición, los caminos que van
siendo recorridos por las conceptos, juicios y razonamientos de los distintos
capítulos y apartados.
Las reflexiones de Rodolfo Kusch, Octavio
Paz y Victor Frankl sobre la filosofía latinoamericana que anida en lo profundo
de las distintas manifestaciones culturales de los pueblos latinoamericanos,
unido a los trabajos crítico-históricos de pensadores paraguayos como Adriano
Irala Burgos, Juan Santiago Dávalos y Lorenzo Liveres Banks[10],
nos dan a entender que el sendero del pensamiento desde Latinoamérica y el
Paraguay nos conduce hacia horizontes aún insospechados.
A propósito, aludiendo a las matrices
narrativas de la historia paraguaya propuestas por Darío Sarah[11],
podemos estar seguros, como el autor
parece indicarlo, que es posible ampliar las formas en las que nos conocemos e
interpretamos, incluso si tales formas tienen afanes meramente estéticos. Pero al
contrario de lo que espera Sarah, no proponemos una “mejor” interpretación de
la historia cultural del Paraguay, logro que miramos con desconfianza, lo que
si nos atrevemos a realizar es “otra” visión de ella[12].
En medio de la dialógica entre la
comprensión y la explicación, no está por demás decir que las pretensiones
principalmente estéticas de las reflexiones sobre la Idea del Paraguay revelan
una preeminencia de la comprensión. Así, la misma búsqueda de objetividad pasa
intencionadamente a un segundo plano. Sumidos
en el microcosmos paraguayo,
marcharemos hacia la aventura de repetir
un macrocosmos debilitado.
Siguiendo la contraposición de Helio Vera[13],
no podemos decir que la Idea del Paraguay se relacione con el Paraguay de gua’u o el Paraguay te’ete (en términos formales,
cultura ideal y cultura real),
diferenciación que creemos no es fácilmente realizable. La Idea del
Paraguay se sustenta en el estudio y la vivencia del mundo simbólico, mítico y
mágico de la cultura paraguaya. ¿Es el auténtico Paraguay aquel que es
descripto por las metódicas ciencias humanas?
La crisis de los fundamentos de la razón nos permite creer que una lectura estética y hermenéutica
también es posible y hasta necesaria.
Así, la consideración del Paraguay por parte
de Natalicio González, como un arquetipo (o una Idea), no es más que la
constatación que el pensador guaireño ha hecho de la preponderancia del
pensamiento simbólico-mítico-mágico sobre el empírico-racional-técnico en la
cultura paraguaya. Y hablar de la Idea
del Paraguay es tratar de permanecer en ese marco maravilloso, destilando las
implicancias estéticas que posee.
Aquí pondremos al tapete esta
preponderancia, pero no ya con pretensiones dogmáticas, como aquellas que
pueden desprenderse de un abordaje acrítico de lo mítico o lo mágico, sino con
la idea de hacer de nuestra propia “identidad nacional” una aventura de re-descubrimientos
constantes. En tal sentido, la tarea llevada a cabo en este ensayo puede
ayudarnos a valorar la cosmovisión paraguaya en medio de este maremágnum del
mundo globalizado que desafía constantemente las construcciones de nuestra
identidad tanto personal como cultural.
Desde el mismo nacimiento de la cultura
paraguaya, se ha buscado de una manera peculiar la eliminación del mal en el mundo[14]
transformando a la sociedad (afán propio de la modernidad), aventura que llega
hasta nuestros días, marcados por una crisis de valores que se refleja en la
destrucción del medio ambiente, los conflictos sociales[15] y
la desintegración moral del individuo[16].
Y precisamente, nosotros también podemos postular que el mal (o el sufrimiento)
está en la sociedad, en este caso, en la sociedad paraguaya, y el mejor
abordaje a esta situación es la construcción de identidades, que en el contexto
socio cultura en que nos encontramos debe basarse en esquemas morales flexibles
basados en valores democráticos.
Partiremos entonces de las semillas de la
cultura paraguaya, (el Paraguay seminal)
que se expresa en una visión originaria del hombre y del mundo, para luego ver
su desarrollo orgánico e histórico, a
partir de una hermenéutica impulsada a partir de nuestras pretensiones
estéticas, cognoscitivas y éticas.
[1] En referencia
a un pensamiento sin fundamento planteado por Gianni Vattimo
[2] El goce
espiritual se puede dar en cualquiera de las tres formas del cultivo del
espíritu: el arte, la espiritualidad o la intelectualidad. En el presente
ensayo de alguna manera conjugamos las tres formas, aunque con el predominio de
la intelectualidad, ya que apelamos a cadenas de pensamientos. Invocamos a una
experiencia estética (conectada con lo artístico) ya que nos valemos de
arquetipos o Ideas como objetos de nuestro conocimiento (por ejemplo las edades
de la vida). Y también de alguna manera nos abrimos a la espiritualidad, ya que
la experiencia estética nos permite desligarnos del pensamiento centrado en el
ego (sujeto fuerte) y nos libera para pensar desde la misma Nada.
[3] Del griego “idea” (idea), que significa “forma”. También está asociado con el verbo “eidw” (eido), que
significa “ver”.
[4] Términos
también utilizados por Bartomeu Meliá, pero que en este ensayo deben ser
entendidos en un contexto teórico distinto. También Edgar Morin escribe sobre
una construcción en movimiento, como una composición musical; véase “El método
3. 2006, p. 25”,
[5] Para los neoplatónicos las Ideas se encontraban en la mente o en el alma
de Dios, y así siguiendo con esta reflexión, podríamos decir que pensar y
sentir a la Idea del Paraguay nos hace partícipes del “alma del Paraguay”.
Considérese desde esta apreciación el título de la obra más conocida del
pensador nacionalista paraguayo Manuel Domínguez: “El alma de la raza”.
[6] Entendemos aquí al término Idea como “forma”, en el sentido que le dio
Goethe y que fue seguido por Oswald Spengler. La Idea en esta concepción se
halla sometida a un proceso de cambios de tipo orgánico, que son interpretados
a través de las analogías que ofrece la naturaleza.
[7]
[8]
[9]
[10]Cfr. Adriano Irala
Burgos. La epistemología de la historia en el Paraguay. Estudios paraguayos,
Vol XXIV, nro. 2, 2006; Dávalos-Livieres. El problema de la historia del
Paraguay. En Beatriz G. de Bosio-Eduardo Devés-Valdez. Pensamiento paraguayo
del siglo XX, 2006, p. 175-186.
[11] Darío Sarah. Prólogo a: Mauricio Schvartzman.
Una
contribución al estudio de la sociedad paraguaya. SNC, Asunción, 2011, p. 11-18.
[12] En tal sentido
nos parece interesante lo que propone Milda Rivarola “Mirarse en otros espejos,
crear mitos históricos, movilizadores propios, aunque más no sea para poder
construir el presente con dignidad y para vivirlo con alegría”. Citado en
Eduardo Devés-Valdés. Pensar en Paraguay hacia el 2000. En G. de
Bosio-Devés-Valdés. Pensamiento paraguayo del siglo XX, ed. cit., p. 308.
[13] Helio Vera. En busca del
hueso perdido (1989). Servi libro, Asunción, 2006, p. 46-47.
[14] R.L.H (Robert León Helman). En torno a un mundo gris. 2020, p. 13-23.
[15] En
especial las guerras y la pobreza.
[16] Que
implica la anomia y el egoísmo, tal como lo planteó Durkheim en su obra “El
Suicidio”.
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