miércoles, 2 de julio de 2025

A NOVENTA AÑOS DE LA MUERTE DE MANUEL DOMÍNGUEZ (1868-1935)

 

     Fue un pensador, historiador y político paraguayo. Suele ser catalogado como integrante de la generación del novecientos, junto a Juan E. O´leary, Blas Garay, Manuel Gondra, Eligio Ayala y otros. La generación del novecientos da origen a la cultura paraguaya moderna, y muchos de sus integrantes dividieron su tiempo entre el cultivo intelectual, el periodismo y la actividad política. En el ámbito político, por ejemplo, participaron activamente en la formación del Estado paraguayo, luego de la debacle de la guerra de 1870.

       En sus primeros tiempos Domínguez cultivó con igual pasión tanto el positivismo como el nacionalismo, que a finales del siglo XIX y principios del XX eran posiciones contrapuestas dentro del sistema cultural latinoamericano. Fue influenciado por los filósofos franceses de moda en su tiempo, como Taine, Renan y Michelet (en especial por el segundo, a quien solía llamar “el divino Renan”). En su búsqueda por conjugar los saberes de la materia y el espíritu se encontrará con la filosofía de Henry Bergson, uno de los pensadores también de moda en su tiempo (no sin antes pasar por positivistas como, Fouillée o Boutroux, y románticos tardíos como Schopenhauer, Guyau o Nietzsche).

      En 1902, en un clima de mucha inestabilidad política, Domínguez fue elegido vicepresidente de la república, por el partido colorado, acompañando al presidente Juan Antonio Escurra[1]. Sólo dos años después tendría lugar la revolución de 1904, junto a la caída del partido colorado, que con ciertas intermitencias, sólo volvería al poder en 1948 (después de la fatídica revolución de 1947).

      Su tesis de 1899, de la Universidad Nacional de Asunción se tituló: “La traición a la patria”. Escribió  sobre las “Causas del heroísmo paraguayo” (1903), apoyando la postura de Oleary en la controversia con Báez. También escribió sobre el filósofo español Menéndez y Pelayo, sobre Barret (1913), sobre “Renan, sus ideas y su estilo” (1925). En 1918 publicó su más conocida obra “El alma de la raza”, en donde reúne trabajos de índole histórica, social, cultural y política[2].

Su posición dentro del pensamiento paraguayo

      Manuel Domínguez es uno de los principales representantes de la línea nacionalista-neo romántica, en donde también podemos encontrar a Juan E’Oleary de su misma generación (la del 900), Natalicio González (de la generación del cuarenta) y Bacón Duarte Prado (que con ciertos ajustes puede ser ubicado en la generación del cincuenta).

     Para Domínguez, la nación no se inicia artificialmente con el Estado (como sostendrá Adriano Irala Burgos[3] años después), sino que brota del “alma de la raza”, a través de un proceso unido íntimamente con las condiciones naturales de una comunidad. Así, el autor sostiene que “la fauna humana de una región, forma una raza: políticamente una nación”[4].

Causas del heroísmo paraguayo

     De alguna manera Domínguez toma la idea romántica del “genio héroe” presente en Tomas Carlyle y la aplica no a un individuo (como podría ser Francisco Solano López, desde la perspectiva nacionalista) sino a una colectividad, la paraguaya (manifestada de manera particular en la guerra contra la Triple Alianza).

     En el ambiente cultural latinoamericano de la época también circulaba la distinción entre barbarie y civilización planteada en la región por el argentino Domingo Faustino Sarmiento en 1842. Pero a su vez, eran utilizadas las distinciones que el estadounidense Lewis Henry Morgan hizo en 1877 entre salvajismo, barbarie y civilización.  Y a propósito, Manuel Domínguez escribe: ”Alguien no pudiendo explicarse el ningún miedo de nuestro soldado a la muerte, dijo que el paraguayo era insensible al dolor porque era salvaje. Parece que efectivamente, el hombre de civilización refinada es más sensible que el hombre no civilizado, pero el paraguayo no era salvaje y que era superior al enemigo ser verá más adelante”[5]. De cualquier manera Sarmiento también utiliza el término salvaje, por ejemplo al referirse al conflicto entre las dos sociedades argentinas, la tradicional  o federal y la europeizante o unitaria, dice: “de eso se trata: de ser o no salvaje”[6], pero cuando el mismo autor trata de especificar más sus ideas, dice: “Y en la relación que mantiene que con el poder, el bárbaro, a diferencia del salvaje, nunca cede su libertar”[7].

      De cualquier manera, para Manuel Domínguez el paraguayo no es ni salvaje, ni bárbaro, y en cierta manera tampoco un civilizado, sino algo distinto, “un blanco sui generis”[8], en quien “hay mucho de español”, o sea de civilizado (desde el planteamiento sarmentino), “bastante de indígena”, o sea de salvaje, “y algo que no se encuentra o no se ve ni en uno ni en otro”[9]. En pocas palabras, las ideas de Domínguez no pretenden adecuarse a la oposición civilización-barbarie tan en boga en aquellos tiempos, esa perspectiva la dejará más bien a la pluma de Cecilio Báez.

(Extracto de "Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay").

[1] (Brezzo, 2019, pág. 213)

[2] El título lo extrajo de un pasaje del libro de Gustave Levon, “La Psicología de las multitudes”, citado en la misma obra (Dominguez, 1918, pág. 123).

[3] (Irala Burgos A. , 1975/1998)

[4] (Dominguez, 1918, pág. 123)

[5] (Dominguez, 1918, págs. 13-14)

[6] (Sarmiento, 1842/2018, pág. 39)

[7] (Sarmiento, 1842/2018, pág. 25)

[8] (Dominguez, 1918, pág. 17)

[9] (Dominguez, 1918, pág. 18)

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