miércoles, 26 de enero de 2022

OCHENTA AÑOS DE JUAN ANDRÉS CARDOZO (1942)

 

     Filósofo paraguayo. Continuador del camino abierto por los grandes exponentes de la generación de oro de la filosofía académica paraguaya (Juan Santiago Dávalos, Laureano Pelayo García, Adriano Irala Burgos y otros). Publicó “La razón como alternativa histórica” (1984), además de innumerables escritos en revistas nacionales e internacionales.

      Cardozo ha recibido  influjos de los clásicos pensadores modernos como Kant o Hegel, pasando por Marx, hasta llegar al neomarxismo (Horkheimer y Adorno), el existencialismo (Sartre) o el estructuralismo (Althuser), entre otros pensadores y corrientes. Como maestro de las nuevas generaciones de pensadores, su insistencia recae en la necesidad de “elevarse al concepto” y apuntalar la crítica.  

      Entre las cuestiones constantes tratadas en sus escritos se encuentran la Ciencia, la Filosofía, la cotidianeidad, la justicia, la transformación de la sociedad, la libertad, la meritocracia, la identidad y otros numerosos temas. 

a. El hombre

     En relación con el hombre Cardozo sostiene que “la vida es lucha”[1]. Lucha por obtener un “mejoramiento” que debe ser constatado y reconocido por la sociedad[2]. La no existencia de  este reconocimiento es una señal de la injusticia. En este sentido, podemos ver en Cardozo la influencia recibida también por la corriente estructural-funcionalista.

     La persona, el hombre, es “persona-proceso”[3], un ser en formación, en proceso de cambio, una personalidad. Pero a este proceso de cambio, a este ser en formación, Cardozo lo denomina ser-más[4]. El inconformismo es el signo de lo humano[5].

     Todas estas reflexiones deben ser incluidas en lo que Cardozo llama “realismo filosófico”[6].

 

b. La sociedad

     Cardozo plantea la necesidad de impulsar el cambio social y cultural a través de la crítica. Expresa un pensamiento progresista (neo-ilustrado) como cuando sostiene que:

“Tenemos futuro en la medida en que podemos superarnos y escalar niveles de existencia cada vez más compatibles con los ideales de la civilización, la cultura y el bienestar”[7].

 

c. La filosofía en el Paraguay  

  En lo que hace a su interpretación de la historia de la filosofía en el Paraguay sostiene que en los años 60 reinaba una onto-teología en el ámbito del pensamiento nacional, y a partir de este tiempo empezará a surgir una filosofía desligada ya de lo teológico[8]. Entiéndase que Cardozo se refiere en particular a una teología en sentido aristotélico. También, es necesario considerar que la apelación a una onto-teología[9] debe entenderse desde el contexto del pensamiento de Martin Heidegger (asimilado por Juan Santiago Dávalos, maestro de Cardozo y fuente de esta apreciación).

     Con este planteamiento de Cardozo-Dávalos (por etiquetarlo de alguna manera) se están insertando directamente las ideas de Heidegger en una interpretación de la Historia del pensamiento en el Paraguay, un enfoque filosóficamente enriquecedor y que seguirá siendo un motivo de reflexión.

     Pero esta idea sostenida por Cardozo también puede ser pensada desde Bergson.

     Esto podemos entenderlo a partir del influjo de Bergson en los pensadores nacionales, en particular en el periodo anterior a la guerra del Chaco. Con el vitalismo se daba una reacción frente al positivismo, que había acaparado la atención a finales del siglo XIX y en el primer cuarto del XX tanto entre pensadores paraguayos como latinoamericanos.  Recordemos que Bergson a su vez asimiló muchas ideas del espiritualismo europeo, con el que también se dio una reacción frente al positivismo[10].

     Considerando que Cardozo sostiene que esta onto-teología se empezó a superar con la obra de pensadores como Juan Santiago Dávalos, y que éste poseía un fuerte influjo del pensamiento de Heidegger, podríamos apreciar que este cambio de dirección estuvo asociado con la presencia notable de las ideas de filósofos como del ya citado Heidegger, además de Ortega o Marx[11] entre los pensadores paraguayos de ese tiempo.

    Recapitulando estos pasajes de la historia de las ideas en el Paraguay podríamos decir que con el positivismo se intentó lograr la independencia intelectual de España (luego de la independencia, económica y política), luego, con el vitalismo se llegó a una reacción frente al positivismo, pero continuando con la “onto-teología” que era en verdad propia de todo el pensamiento occidental, hasta que de la mano de Heidegger los pensadores paraguayos empiezan a divisar también ese “olvido del ser” que se manifiesta en particular en el campo de la filosofía de la Historia del Paraguay (si acaso cabe la expresión).

 

Anexo 1:

ENTRE IRALA BURGOS Y CARDOZO (POR R.L.H).

     En Octubre del 2002 Juan Andrés Cardozo (1942) escribió un artículo en la revista Correo Semanal del Diario Última Hora, en él que no sólo recordó sino también reflexionó sobre algunas ideas centrales de una de las más importantes figuras de la filosofía paraguaya, Adriano Irala Burgos (1928-2003).

      A ya  muchos años de su publicación ya no vemos aquí sólo las ideas de Irala, también ponemos lupa sobre el pensamiento de Cardozo, de cómo al mostrarnos a Irala nos da pistas de su propio posicionamiento. En efecto, la cultura es un flujo, es como un río al que buscamos ponerle diques o limitaciones debido a nuestros afanes de conocimiento racional, pero que en medio de una intuición nos muestra la hermandad intelectual que conecta, en el caso de la historia de las ideas paraguayas, a todos los pensadores (en medio, por supuesto, de las innegables diferencias).

     En un primer párrafo Cardozo hace hincapié en la ingratitud en la que casi siempre caemos los paraguayos hacia nuestros maestros, una ingratitud que para nosotros no tiene que ver con banales homenajes públicos o la entrega de irrisorios certificados, tiene que ver con el retorno a sus ideas, con la reflexión sobre aquello que han construido los que nos han precedido en la aventura del pensamiento. En este sentido, creo que el escrito de Cardozo si es una auténtico homenaje para Irala. 

     En un segundo párrafo, en un detalle que podría pasar desapercibido, Cardozo recuerda a Irala incluso caminando por las calles. Alguno podría pensar qué tiene que ver el hecho de caminar por las veredas de Asunción con la filosofía. Pues cuando se vive a la filosofía, ésta empieza a impregnarse en todos los aspectos de la vida, no sólo intelectuales o emocionales, también se empieza a marcar en el mismo organismo de aquel que ejerce con constancia el pensamiento.

     Luego apunta Cardozo el paso de Irala por las universidades de La Plata (Argentina) y Lovaina (Bélgica) y la fundación y dirección de las revistas “Suplemento Antropológico” y “Estudios Paraguayos”, ambas de la Universidad Católica.

    También se refiere a una idea clave de Irala: “Una tesis, acaso discutible, formuló acerca del origen de la sociedad paraguaya. El Estado es la matriz de la nación, constituye el eje de esa reflexión metahistórica”[12]. Esta acotación de Cardozo nos parece importante, especialmente a la hora de re-pensar a Irala, desde sus textos más representativos, como “La Ideología política del Dr. Francia” (1975) o “La epistemología de la Historia del Paraguay” (1975).

      Continúa Cardozo escribiendo sobre Irala: la fundamentación de los principios y valores de la democracia,  su humanismo filosófico y cristiano (católico), la libertad y la trascendencia del ser humano, el influjo de Maritein y Zubiri, entre otras cuestiones.

     Termina Cardozo su artículo pintándonos de nuevo al maestro: “La voz de Adriano Irala Burgos es enfática. Su escritura asertórica. Convencido de sus postulados, predica. Y es a este pensador grave y rotundo que extrañamos, en una época de incertidumbres y superficialidades”[13].  

(Septiembre del 2021).

 

ANEXO 2:

SÓLO HACEMOS FILOSOFÍA PARA CAMBIAR EL MUNDO

     La filosofía nos invita a la reflexión siempre, reflexión sobre nuestra realidad, puesto que si no reflexionamos sobre lo real estaríamos cayendo en aquello que seguramente a partir del siglo XIX la filosofía precisamente ha superado: la metafísica.

     Y el cuestionamiento a la sociedad en que vivimos es un factor fundamental del pensar filosófico, puesto que nuestra tarea significa cuestionar la realidad, puesto que vivimos en un mundo injusto, porque la desigualdad es enorme y porque la pobreza nos hiere.

     Entonces, pensar filosóficamente no es eludir la realidad. La actitud pre-filosófica y pre-científica es la cultura que reina en el Paraguay, esa cultura es la que hay que combatir. Si hay una Sociedad Paraguaya de Filosofía, hay que fundar el pensamiento crítico, ese pensamiento crítico que supera la ipseidad, el yo consigo mismo no basta, sé que soy un ser para la muerte, pero antes que nada sé también que somos seres históricos.

      Y sólo hacemos filosofía para cambiar el mundo. Interpretar solamente no sirve, describir tampoco; nosotros los latinoamericanos somos hábiles para describir pero muy pobres para pensar lógicamente; nuestra estructura mental está hecha para narrar, pero todavía el camino del pensar está lejos de nosotros, a menos que estos jóvenes que están trabajando en filosofía hoy tomen el camino de estar incordiando a la propia sociedad en la que vivimos, para que de alguna manera podamos forjar con la sociedad, con el pueblo, con la masa, a esa palabra yo no le tengo miedo, en absoluto, puesto que los trabajadores son los obreros del mundo y son los que construyen el mundo; mientras que nosotros en el pensar podríamos otear entonces el horizonte por donde va la historia.

      Y al poder echar una luz aunque sea sobre el presente, para modificar el pasado y construir un futuro diferente, tenemos que llegar al pensamiento crítico, que es fundamental. Y ese pensamiento crítico no puede ser sino el que se eleva precisamente al concepto, puesto que las ideas que perduran son aquellos conceptos que reflejan efectivamente la realidad social. La realidad social y no otra realidad.

     Yo no me siento maestro, no lo sentí como maestro a Pelayo García, ni a Adriano, ni a Juan Santiago Dávalos, con ellos ya a pensar de mi juventud polemizaba y lo mismo quiero que Robert, Cristian, Charles Quevedo lo está haciendo ya de manera extraordinaria, sean actores que cuestionan a quienes nos dejan un legado en donde no hay la posibilidad de disrupción histórica y una filosofía que no sea capaz de realizar un proyecto histórico de transformación, de revolución, no sirve.

(Palabras de Juan Andrés Cardozo en la ceremonia de reconocimiento como miembro honorario de la Sociedad Paraguaya de Filosofía. Octubre del 2021).

 

ANEXO 3:

EL RETO DE PENSAR Y SABER

     Saber y pensar son necesarios para una sociedad. En el tiempo que vivimos podemos subsistir en el contexto de una cultura pre-filosófica y pre-científica. Pero la existencia será tributaria de sociedades donde se piensa y se hace ciencia. La nuestra no pasará de ser una cultura de repetición. Mas de repetición atrasada e incapaz de transformar lo asimilado en conocimientos.

     El hecho es que pensar y saber tienen una recíproca influencia. Se piensa porque se sabe y se sabe porque se es capaz de pensar. La interacción es mutua. Los conocimientos proceden de una reflexión analítica de los objetos de investigación, no sólo de la observación y la contrastación. Pero para pensar los problemas, especialmente las cuestiones sociales, es preciso conocer. Hace falta poseer un repertorio de saberes, una lógica, un instrumental hermenéutico y un recurso metodológico, para alumbrarse y guiarse en “la noche de las ideas”, según Hegel.

     El conocimiento es básico. Por eso estudiar es fundamental. Hay que aplicar la inteligencia en aprender. Sin aprender no es posible comprender. Una verdadera educación para pensar enseña a aprender, a valorar el aprender como un fin en sí mismo, como tarea permanente. Pues aprender es el camino del conocer y el pensar, incluso de la corrección del error, de la superación de una teoría ya corregida por la evolución del pensamiento y de la ciencia.

      Pero no todo saber prepara a la ardua tarea de pensar. Tampoco el saber científico en general induce y habilita al pensamiento. De allí que hay disciplinas científicas que tienen sólo el propósito de describir. Y ello aun en las ciencias humanas, tales como la Historia, el Derecho y la Antropología. El describir es una forma de la repetición, una simple duplicación del mundo. La filosofía en cambio tiene por finalidad fundar, constituir e instituir el pensar. La historia, como acontecimiento que interpela el sentido problemático del estar del hombre en el mundo, no puede quedarse en el mero relato de los hechos. Y es entonces cuando el pensar rebasa lo acontecimiental para proyectarse a la producción de un saber también más problemático sobre la historia, echando así a andar la Filosofía de la Historia. En ella la descripción cede lugar a la reflexión,  a la abstracción que conceptualiza lo digno de ser meditado en el despliegue de la existencia humana.

     Igual sucede con el Derecho y la Antropología. Por encima de la legalidad, el conjunto normativo de lo establecido, la filosofía piensa el derecho y funda la teoría de la justicia, a través de doctrinas y principios que se apoyan en los valores y en las realidades universales del hombre. Asimismo, no es suficiente saber cómo vive una comunidad, compendiar su creencia y visión de mundo. Más allá de las experiencias y formas de ser particulares, inquieta la pregunta de ¿qué es el hombre? Así no es de extrañar la aventura teórica de la Antropología Filosófica.

     Quienes hoy piensan en una Teoría del Estado y articulan los enunciados de las Ciencias Políticas ocupan el centro de la contemporaneidad. Mientras nosotros no discutamos sus construcciones proposicionales, pensando también por nuestra cuenta, abandonamos el “saber  del mundo” a sus elucubraciones, para luego ser solamente sus ecos. La condena a la periferia es igualmente una consecuencia del no pensar.

     Pero importan menos la ubicación que la diferencia. Esta es el motor del desplazamiento. Cuando ejerzamos la práctica de pensar, no sólo podremos estar en condiciones de discutir, sino también de ser otros en la teoría. Ya no nos pasaremos repitiendo, copiando, anulando nuestra exigencia de pensar por la religiosa aceptación de la autoridad de los juicios de los que afuera “llenan” la producción científica de nuestro tiempo. Seremos los interlocutores y aun la confrontación dialógica inevitable.

     No se trata de ignorar el pensamiento externo, sino de liberar el saber y el pensar para situarlos en la explanada de nuestras propias actividades intelectuales. Es el reto. El más angustioso de nuestra cultura latinoamericana.

[Texto dirigido por Juan Andrés Cardozo a la Sociedad Paraguaya de Filosofía (sopfil). Octubre del 2021]

(Extracto de “Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay).

 

 



[1] Ibíd., 24/11/02, p. 3. En otra parte dice que “los deseos dominan nuestras vidas” (28/12/02).

[2] Ibídem.

[3] Ibídem.

[4] Ibídem. A partir de estos planteamientos de Cardozo podríamos reflexionar sobre las dualidades entre el ser y el tener, planteadas por filósofos como Erich Fromm o Gabriel Marcel.

[5] Correo Semanal. 28/12/02.

[6] Correo Semanal. 24/11/02, p. 3.

[7] Correo Semanal. 14/12/02, p. 3.

[8] Véase la conferencia de Juan Andrés Cardozo sobre Juan Santiago Dávalos, en el convivium de Filosofía de la U.C., año 2018. Disponible en web.

[9] Para más ideas sobre la onto-teología puede revisarse el libro de Fernando Tellechea, “La filosofía como reflexión sobre el hombre y la ciencia”, 2012, p. 100.

[10] Refiriéndose a Bergson dice Pedro Chinaglia: “Fue uno de los grandes filósofos que más contribuyó a orientar la Filosofía hacia los valores espirituales, liberándola de los prejuicios materialistas”. En “La filosofía a través de los siglos”, p. 339.

[11] Sobre Marx puede consultarse el ensayo “El materialismo histórico en el Paraguay” de Raúl Amaral.

[12] Juan Andrés Cardozo. Revista Correo Semanal. Octubre del 2002, p. 3.

[13] Ibíd., p. 3

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