jueves, 23 de septiembre de 2021

INTRODUCCIÓN A “ELOGIO A LA VIDA DEL CAMPO. HACIA UNA PARAGUAYOLOGÍA FILOSÓFICA”

 

     Ya en la antigüedad el escritor romano Tácito con su “Germania” o Jean Jaques Rousseau en el “Emilio”, en la modernidad, o en el Paraguay, Natalicio González con “Proceso y formación de la cultura paraguaya”, por tomar unos pocos ejemplos, han elogiado las riquezas y los dones de la vida en contacto con la naturaleza, de la vida en los espacios agrarios. Estos análisis revestidos con la belleza de la escritura se han consolidado a través del contraste con modos de vida sofisticados (urbanos), alejados de los ritmos elementales y armónicos de la vida del campo. 

     En este ensayo seguiremos buscando la pista de lo maravilloso que todavía se recrea en la visión  de mundo, en las actitudes espirituales y en las acciones concretas de los hombres de tierra adentro, que ni los avances de la tecnología ni las avalanchas de la globalización han podido borrar.

 

   Cuando aquí hablemos de la vida del campo, nos referiremos principalmente a una vida contemplativa desarrollada en el campo, y no a cualquier forma de existencia en tal espacio geográfico, aunque si podamos encontrar algunas coincidencias entre todas ellas.

   Quien cumple a cabalidad la vida contemplativa del campo es el sabio del bosque (arandu ka’aty[1]), quien encarna una suerte de moral paradigmática, es decir, una moral basada antes en el ejemplo que en la teoría. Así, elogiar al campo es también elogiar a estos hombres excepcionales, de inteligencia aguda y de afectos generosos.

     Pero insistimos en esto, el temple del arandu ka’aty va más allá de lo moral, es una actitud contemplativa, es decir, una actitud hacia la inacción (mientras que la moral es expresa acción).

   El arandu vive a plenitud los “arquetipos”[2] de la cultura seminal paraguaya[3], manteniéndolos vigentes a pesar de la avalancha del mundo globalizado, que amenaza con sumir a todo en el flujo putrefacto de la banalidad[4]. Podríamos preguntarnos entonces ¿en qué forma vive los arquetipos de su cultura el arandu ka’aty?

     Podemos identificar dos grandes grupos de arquetipos (o Ideas o proto-formas) que caracterizan a la cultura seminal paraguaya, los arquetipos del pensamiento y los arquetipos de la acción. Los arquetipos del pensamiento se expresan en la visión del mundo y del hombre del arandu; mientras que los arquetipos de la acción se expresan en las actitudes frente a las situaciones de la cotidianeidad. Podríamos también hablar de valores intelectuales y valores pragmáticos con sus correspondientes pautas de pensamiento y de acción.

      Entonces, podemos también preguntarnos: ¿Qué peculiaridades tienen estos dos tipos de arquetipos?

     En las dos primeras partes de nuestro ensayo estudiamos estos arquetipos, mientras que en la tercera veremos cómo éstos se proyectan en medio de las costumbres.

 

   Pero debemos reconocer a su vez que esta experiencia contemplativa se puede producir en el hombre de la ciudad, que deja su mundo de tensiones y frustraciones, o de preocupaciones por el dinero o la figuración social, para darle un sentido renovado a la formación de su subjetividad.

   Muchas veces, al describir las peculiaridades de la vida en el campo, estableceremos contrastes sugerentes con la vida en la ciudad, puesto que ambas formas de vivir constituyen una dualidad que no solamente implica una oposición irremediable, sino también acaso, la posibilidad de establecer al final una suerte de complementariedad entre ambos espacios.

   La identidad del paraguayo se enraíza en el campo y adquiere modificación en las ciudades, dándose esta transformación a lo largo de distintas edades que la cultura del Paraguay va recorriendo en su historia.

 

     Podemos recordar que ya Helio Vera en su obra “En busca del hueso perdido” se propuso partir de la “sabiduría selvícola” (arandu ka’aty) para desplegar las ideas de su clásica obra sobre “paraguayología”[5], expresión literaria de aquello que Cristian Andino llamó “sátira socio-anecdótica”[6] de la identidad nacional.

     Junto a la obra de Helio Vera, quizá el libro de Saro Vera “El paraguayo, un hombre fuera de su mundo”, sea uno de los más representativos de esta manera de pensar y escribir a la que se dio en llamar paraguayología, que en su caso  no es tanto sátira, sino un conjunto de observaciones empíricas[7] del que el que  sobre el comportamiento típico del paraguayo. Por ello, nosotros preferimos referirnos a esta matriz narrativa como “socio-empírica”.

      Ambas obras nos servirán como principales puntos de partida, a las que sumaremos también nuestras propias experiencias, cosechadas luego de años de visitar periódicamente distintas zonas agrarias de Villarrica, en especial la Colonia 14 de Mayo.

    A partir de aquí es que nos animamos a ubicar como subtítulo de la obra “Hacia una paraguayología filosófica”, porque no nos contentaremos con describir pautas de comportamiento y valores de la cultura agraria paraguaya, trataremos de interpretarlas, buscando en ellas principios últimos y conocimientos integrados en una visión de mundo y del hombre.

     También es necesario advertir que aquí idealizaremos al sabio del campo y a la cultura agraria, algo necesario porque también queremos presentar esta temática como una especie de referencia para una ética de máximos de felicidad, buen vivir o vida tolerable. Será entonces, siguiendo con la terminología de Helio Vera, un paraguayo de “gua’u”, un constructo consciente, en donde separaremos los vicios y debilidades propias de lo humano. Aunque también hay que decir que no es tarea sencilla separar al paraguayo de “guaú” del “te’ete”, el auténtico del construido (e incluso, si consideramos al pensamiento postmoderno podríamos reclamar la dignidad de lo que es de “gua’u”). En fin, esto nos permitirá orientarnos con mayor comodidad hacia los arquetipos de la cultura paraguaya.

 

      Pero también el estudio de las peculiaridades de la vida del sabio del campo puede ayudarnos a considerar la identidad del paraguayo, y a partir de ahí encontrar ideas que enriquezcan nuestras formas de relacionarnos con un mundo muy complejo, en donde cada cultura debe hacer su aporte para manejar las situaciones de crisis que la humanidad tiene en el presente y que se proyectan también hacia el futuro, como la degradación ambiental, los conflictos armados, la pobreza o la desintegración espiritual del individuo.

 

 

 



[1] “Al sabio propiamente dicho de lo denominará con la palabra “arandu”, atributo adquirido gracias a la integración con el universo, cuyo palpitar lo siente y presiente. Para esta sabiduría no se requiere basto conocimiento sino la actitud medio mística de sentirse parte integrante de la naturaleza”.  Saro Vera. El Paraguayo, un hombre fuera de su mundo.1994, p. 140.

[2] Los arquetipos son objetos del conocimiento a los que se accede intuitivamente, no a través del razonamiento, por eso al que sólo utiliza su intelecto le cuesta mucho comprender esto, porque uno debe abrirse a ellos a través del sentimiento o a través de una experiencia estética, antes que a través de la utilización mecánica del concepto. Los arquetipos también son valores que sirven de referencia al modo de ser del arandu ka’aty, que son desarrollados en los dos primero capítulos del libro.

[3] En referencia a esto nos dice Eliade: “Vivir de conformidad con los arquetipos equivalía a respetar la “ley”, pues la ley no era sino una hierofanía primordial, la revelación in illo tempore de las normas de la existencia, hecha por una divinidad o un ser mítico.  Y si  por la repetición de las acciones paradigmáticas y por medio de las ceremonias periódicas, el hombre arcaico conseguía, como hemos visto, anular el tiempo, no por eso dejaba de vivir en concordancia con los ritmos cósmicos; incluso podríamos decir que se integraba a dichos ritmos (recordemos sólo cuán “reales” son para él el día y la noche, las estaciones, los ciclos lunares, los solsticios, etc)” Mircea Eliade. El mito del eterno retorno, 1952, p. 107-108. 

[4] Al respecto también dice Saro Vera: “Los acontecimientos vividos por el paraguayo no son objetos del recuerdo sino parte integrante de su vida. Los lleva grabados”. Saro Vera, El paraguayo, un hombre fuera de su mundo. 1994, p. 102.

[5] “Es en el mundo del arandu ka’aty (sabiduría selvícola) donde se encuentran todas estas pistas, de las cuales podremos extraer los elementos medulares de la cosmovisión del paraguayo”. Helio Vera. En busca del hueso perdido, 2006, p. 63.

[6] Cristian Andino. Logos guaraní, 2018, p. 62.

[7] Lo que sería una especie ajustada de lo que se dio en llamar el método de la “observación participante”.


Índice:

Introducción………………………………………………………....7

1. Visión de mundo del arandu…………………………………..12

2. Actitudes espirituales del arandu……………………………..16

2.1. La visión del hombre del arandu ka’aty……………………17

2.1. La búsqueda constante de lo maravilloso………………….19

2.2. El arandu y el conflicto………………………..……………...21

3. Peculiaridades de la vida del campo………………..…….…..24

3.1. Sobre la lengua guaraní……………………………………....25

3.2. El mate y el terere……………………………………………..27

3.3. Las caminatas por el kokue y el ka’aguy………………...…29

3.4. La medicina tradicional……………………………………....32

3.5. La música tradicional………………………………………...34

3.6. La religiosidad y la magia………………………………..…..36

3.7. Las distracciones……………………………………………...38

3.8. El trabajo……………………………………………………….39

3.9. El rancho campesino……………………………………….…41

3.10. El viaje hacia el campo……………………………………...42

Conclusión……………………………………………………….…47

Glosario……………………………………………………………..48

Bibliografía………………………………………………………....49


Enlaces al libro completo:

https://drive.google.com/file/d/1WIyz_owMHVvLF6cz8yhO20Kq6LgcQXkq/view?usp=sharing

https://www.academia.edu/s/d17276d49d

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