Toda gran aventura posee un comienzo, una
raíz, que muchas veces, sólo al volver la vista atrás se divisa con claridad,
como un hombre que escala trabajosamente un cerro y sólo en sus paradas puede
divisar gozoso el itinerario que va tomando su marcha. Y este libro es una raíz
espiritual porque el año en que lo escribí me di cuenta que seguiría
escribiendo y pensando hasta el resto de mi vida. La actividad intelectual se
había convertido para mí en una cuestión de vida o muerte.
Dice el escrito 14: “Porqué te apuras tanto si
vas a ninguna parte”. En el año 2003 (año de elaboración de la obra) había
abandonado todos mis afanes académicos, todas las carreras que había comenzado
(Medicina, Ingeniería, Psicología, Música), a excepción de la Filosofía,
estudio que no era para mí una obligación, sino una fuente de goce y de
liberación. Por supuesto, en aquel tiempo no me imaginaba que en el año 2017
terminaría mis estudios de licenciatura.
Así que me
sentía liberado ya de buscar una carrera que me otorgue dinero y figuración
social, ya sólo quería entregarme al estudio sin más y seguir escribiendo.
Desde este periodo empecé a estudiar y escribir ya en forma comprometida y
auto-consciente.
Ya no iba a
ninguna parte, y eso me llenaba de gozo, por eso, el escrito 38 dice: “Me he jubilado temprano, he envejecido temprano,
también he muerto temprano”. Tenía veinticuatro años y sentía que ya nada me
impedía entregarme al ocio y cultivar mi espíritu. Por supuesto, la vida muchas
veces nos trae contratiempos y malestares, a veces habitamos en las cimas y a
veces en los valles, pero siempre podemos volver a la fuente que nos dona un
júbilo siempre renovado.
La lectura, la reflexión, la intuición y
la escritura son grandes aventuras, cuando se enraízan en la vida, antes que en
exigencias académicas o laborales. Y así, este pequeño libro es la raíz de un
árbol que continua dando frutos, o en otras palabras, aludiendo al título de la
obra, es el camino (la palabra método se deriva del término griego “odos”, que
significa camino) a partir del cual se ramifican otros varios.
En la introducción del libro 1 de nuestra
“cosecha de pensamientos” (titulado “Al diablo con el mundo”) también habíamos
escrito que el trabajo se trataba de un inicio, de un comienzo, de una semilla,
y en efecto, ambos libros son comienzos. En el libro 1 comenzamos a escribir
filosóficamente y en el presente libro (libro 3) ya habíamos entendido que la
filosofía sería la principal orientación de nuestra vida.
También, en el libro 1 habíamos pasado ya
de las reflexiones sobre el sufrimiento (presente en los escritos de 1997 al
2000) a aquellas centradas en la temática de la muerte (de la personalidad o
del ego); mientras que en el libro 3 ya pasamos a asumir la filosofía como el
camino para interpretar tanto al sufrimiento como a la muerte. Desde aquí la
filosofía de Arthur Schopenhauer irá perfilándose como la principal influencia
de nuestro pensamiento.
La escritura fragmentaria posee una larga
historia en lo que hace a la literatura filosófica, por citar unos pocos ejemplos,
podemos recordar que gran parte de los escritos conservados de estoicos y
epicúreos son cortos pero intensos; también, ya en la modernidad, Schopenhauer
incursionó en los micro escritos, y a su vez su discípulo Friedrich Nietzsche.
No importa mucho la forma en que nos
iniciemos en la escritura filosófica, más vale mantener encendida la llama del
asombro ante el mundo, el hombre y la sociedad. Podemos mantenernos alertas
frente a las oleadas de miedo y de deseos propias de la cotidianeidad, ya sea a
través de la auto-observación o de la reflexión filosófica orientada hacia la
ausencia de fundamentos. Y el lector podrá encontrar claves de ambos senderos
en el presente escrito.
Enlace al libro completo:
https://drive.google.com/file/d/18X0SGfOvTeuooG1Ol4y0i32O_21op0Kc/view?usp=sharing
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