jueves, 24 de septiembre de 2020

TOMA TUS MUERTOS

 

Y como el viento lleva a las hojas,

como la luz muere en la oscuridad,

son los afanes de este mundo,

son las canciones de batallas…

Y sal de tus trincheras del dolor,

deja tus armas de preocupación,

mira tu sangre en la tierra,

toma tus muertos, sepúltalos…

(2001)

 

Comentarios

     El conflicto del hombre, (ya sea con los demás, consigo mismo o con la naturaleza) que siempre viene asociado con el dolor (o el sufrimiento[1]), es comparado con las hojas que son llevadas por el viento o con la luz que muere en la oscuridad. Es decir, la cotidianeidad se asocia con el flujo del tiempo: pasado, presente y futuro, tiempo en el que se construye una personalidad, para luchar con esa armadura y con esa máscara en medio de la guerra del día a día. Pero ¿Podremos en medio de esta agitación incesante para la marcha y ver toda esta calamidad como una hoja arrojada por el viento? ¿Cómo una luz que se apaga en medio de la profundidad de una noche?

    También estos conflictos son representados como “canciones de batallas”. Con esta frase se quiere expresar una observación, que se da desde la base de la separación de la consciencia (sujeto puro e involuntario del conocimiento) y el pensamiento (sujeto sometido al principio de razón). Esta separación es la base de la experiencia estética. Los problemas que se plantea la mente empiezan a observarse no ya con el deseo de resolverlos, sino como ocasión de un goce estético, como una canción. 

     “Sal de tus trincheras del dolor”. Todo sufrimiento tiene su base en un atrincheramiento en la personalidad, en el deseo de defender mezquinamente todo lo que nos hemos apropiado, todo lo que consideramos legítimamente ganado por nosotros mismos. Uno se aferra a esa limosna de la vida, a las posesiones materiales y a las figuraciones sociales, y en nombre de ese afán permanecemos ciegos a totalidad del mundo que se nos dona en medio de una experiencia estética. Y esa es irónicamente como una vida ascética, renunciar a la vida en nombre del dinero y del estatus social. Los auténticos santos o místicos nunca han visto con pena su existencia, porque en el fondo no buscaban simplemente cumplir con normas morales, buscaban a lo más profundo de la vida, buscaban las riquezas imperecederas, las fuentes inagotable, la vida en su plenitud.  

    “Deja tus armas de preocupación”. La preocupación surge como una actitud de defensa de la personalidad que se haya amenazada ante los constantes cambios que se dan en la cotidianeidad. Dejar estas armas no consiste precisamente en dejar de preocuparse (puesto que muchas veces las mismas preocupaciones no se mantienen en pie de manera voluntaria), sino en aceptar que se está preocupado, sin hacer nada al respecto. Esta rendición es un ejemplo de aquello que Schopenhauer llamó la “negación de la voluntad de vivir”.    

    “Mira tu sangre en la tierra”. La sangre simboliza el producto de las luchas, y toda lucha es padecimiento. Se padece en nombre del intento de dejar de padecer, se lucha en nombre del intento de dejar de luchar. La sangre también es el símbolo de que algo ha llegado a su límite, que algo está ya al rojo vivo, que algo está ya listo para un cambio profundo.

     “Toma tus muertos, sepúltalos”. Nuestros muertos son comparables  con aquellas ideas que giran en torno a nuestra personalidad, y que son como fantasmas que constantemente nublan  nuestro espíritu. Esos muertos son nuestros prejuicios y nuestros afectos más míseros, que deben ser enterrados para que así abonen la tierra de la conciencia (el sujeto debilitado) que dará frutos en la contemplación de las Ideas o Arquetipos.

 (Extracto de “Robert León Helman. Vivir, cantar y morir. Letras y comentarios a composiciones musicales”).



[1] El dolor está más asociado con lo físico, en cambio el sufrimiento tiene una raíz mental, la misma personalidad.

Enlace al video:

https://www.youtube.com/watch?v=TgMhR_I1fHc&feature=youtu.be

miércoles, 23 de septiembre de 2020

INTRODUCCIÓN A “SOBRE LA MESURA SOCIAL. ENSAYO SOBRE EL PENSAMIENTO CONSERVADOR”.

 

   Si tomamos un tema al cual le dedicamos un ensayo, es porque creemos que de alguna manera se conecta con las ideas centrales que hemos postulado en los demás trabajos. Y asi, podemos plantear que el conservadurismo es la forma ideológica que mejores condiciones  ofrece, al menos indirectamente, para el cultivo del espíritu[1].

   Es posible sostener que existen dos grandes ideologías, en nuestro mundo globalizado, el liberalismo y el socialismo; y una sub ideología fundamental, la democrática. Al conservadurismo podemos entenderlo como una forma peculiar de liberalismo[2].

     En alguna medida, luego de los desastres de la segunda guerra mundial (los campos de concentración, las bombas de destrucción masiva) el mundo se ha vuelto conservador, ya que prácticamente han desaparecido las grandes proclamas revolucionarias. Esto podemos relacionarlo con aquello que Lyotard denominó la “incredulidad hacia los metarrelatos”.

 

    Las ideologías son necesarias en la medida en que ellas propician la puesta en práctica de sistemas filosóficos (esto en especial cuando hacemos referencia a las grandes ideología de occidente). Las ideologías constituyen sistemas de ideas en donde predomina el cierre frente la apertura, en referencia a la crítica. Y esto es de esperar, ya que una ideología es el aliento para una transformación práctica de la sociedad. Si profundizáramos en la crítica entraríamos ya en los campos de las ciencias sociales o de la filosofía.

     Por supuesto, no debemos dejar de considerar que algunas ideologías se auto catalogan como ciencias, y a su vez, que tanto la ciencia como la filosofía revelan también sus componentes ideológicos.

 

     Podemos estar seguros que al asumir cualquier ideología no estamos frente a una cuestión de verdades absolutas, sino de opciones personales y grupales. En otro lugar hemos hablado sobre la estetización de las ideologías políticas[3], pero ello ya se ubica fuera de una elección político-ideológica como la que aquí planteamos.

   El conservadurismo insiste en las diferencias entre los hombres, actitud que respeta los caminos que cada uno pueda libremente elegir, sea virtuoso o vicioso, ello no importa demasiado. No existe ningún plan histórico a cumplirse al final de los tiempos, tampoco alguna dominación demoniaca que opaca completamente la conciencia. Siempre existen medidas de responsabilidad (dependiente de unos valores sociales) que cada individuo debe asumir.

 

    Las preguntas que podemos hacernos al comenzar este ensayo son: ¿cuáles son las raíces del pensamiento conservador? ¿qué expresiones tiene dentro de la teoría sociológica? ¿cómo se muestra desde el pensamiento paraguayo?

   En la portada de nuestro ensayo hemos ubicado el retrato de Aristóteles, uno de los principales referentes del pensamiento conservador, en particular desde sus enseñanzas sobre la virtud, explicada siempre como punto medio entre dos extremos, en otras palabras, Aristóteles fue el gran defensor de la mesura, aplicada magistralmente a su vez en su pensamiento social.

   Este retrato es un recorte de la conocida obra de Rafael Sansio,  “La escuela de Atenas”, y en él podemos apreciar la expresión de la mano derecha del filósofo, que insinúa ideas como tierra, equilibrio, calma, mesura, entre otras.

 



[1] Componente de la jerarquía de valores postuladas en lo que llamamos el auto-trabajo, que incluye también al ocio, al aislamiento y a la serenidad. Véase Robert León Helman (R.L.H). La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. 2020, p. 68-73.  Hemos optado por una forma de tratar las citas que consiste en aludir al nombre del autor, al título de la obra, el año de publicación y las páginas utilizadas. Las referencias bibliográficas completas el lector las encontrará en la parte final del ensayo.

[2] R.L.H. En torno a un mundo gris. Ensayo de filosofía social. 2018, p. 42-46.

[3] Ibíd., p. 26.


Índice:

Introducción……………………………………………………........7

1. El conservadurismo en el pensamiento filosófico…………...10

2. El conservadurismo en el pensamiento social…………….…19

3. El conservadurismo en el Paraguay………………...……..… 31

Conclusiones……………………………………………………….36

Vocabulario……………………………………………………...…38

 

Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1Q3OxIUVOLTytugamhEr8iaWRS3YUYL9c/view?usp=sharing

martes, 22 de septiembre de 2020

A DOSCIENTOS TREINTA AÑOS DE LA MUERTE DE ADAM SMITH (1723-1790)

 

     Fue un economista y filósofo escocés. Se constituyó en el primer gran teorizador del liberalismo económico. Considerado el padre de la economía política. Enseñó Filosofía Moral (o Ética) en la Universidad de Glasgow (Escocia). Discípulo del pensador escocés Francisco Hutcheson (1694-1746), iniciador de la escuela filosófica moral y económica escocesa.

     En 1759 publicó su obra “Teoría de los sentimientos morales”, y en 1776 su obra cumbre “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, en donde se propone explicar el funcionamiento del naciente sistema económico mundial.

Moral individualista

     Smith va a ensamblar una moral que defiende el egoísmo, la búsqueda del propio interés. El egoísmo es una virtud porque en la medida en que los individuos busquen y cuiden sus intereses la sociedad funcionará mejor. Vemos aquí como se articulan una ética personal y una ética social.

     Smith incluso conectará este planteamiento con la idea de la providencia (postulada por el cristianismo), al sostener que cuando los individuos creen correr detrás de sus propias ventajas en verdad están cumpliendo con los designios de justicia de la misma divinidad. Así, al referirse a la providencia divina, Smith utiliza la metáfora de “la mano invisible del mercado”. Esto podría entenderse como una especie de reedición de “el mejor de los mundos posibles” leibniziano.

     Aquí Smith pretende conectar una especie de orden o ley natural con el mismo orden que se cumple en el individuo y la sociedad, un planteamiento ya iniciado por los antiguos griegos (comenzando por ejemplo por Heráclito, Aristóteles y pasando por Tomás de Aquino).

La economía

   Una de las principales diferenciaciones que establece Smith es la de valor y precio; así, el valor de un producto depende del trabajo empleado, pero este mismo valor tiene dos variantes, por una parte el valor de uso, que es la apreciación o utilidad que cada individuo le da al producto; por otra, el valor de cambio, que es la capacidad de intercambiar (o comprar)  por otros productos u objetos. El valor de cambio (o precio) a diferencia del valor, depende de las leyes de la oferta y la demanda, que son las leyes del mercado.

    A su vez, las leyes de la oferta y la demanda influyen en el valor en la medida en que éste tiene la capacidad de satisfacer una necesidad social. Por supuesto, el bien que satisface la necesidad se debe caracterizar por ser escaso. La escasez rige a los juegos de la oferta y la demanda.

    Smith define además otros términos fundamentales para comprender la actividad económica, como los de salarios y ganancias (entre los que se encuentran el interés y la renta).   

   Las obra de Smith dará inicio al corpus teórico de la Economía política, planteando por primera vez, de manera específica, una temática central para comprender al mundo moderno: la división de trabajo[1].

La división de trabajo

     Pensadores como Platón o Tomás Moro ya plantearon la cuestión de la división del trabajo social, pero no lo hicieron en el marco específico de un desarrollo económico como lo hace el pensador escocés.

     Smith sostiene que la división del trabajo es una pauta de comportamiento exclusiva del ser humano (es decir está en su naturaleza), y que viene de la mano con el aumento de la eficiencia laboral. En esta afirmación podemos notar como Smith se adelanta a las reflexiones sobre el mismo tema que llevará adelante Emile Durkheim y también apuntala una especie de glorificación de la racionalidad formal, que como apuntará Weber se concentrará en la burocracia y en el capitalismo.

     Por supuesto, la conexión que establece Smith entre división de trabajo y providencia lo acerca más a una racionalidad con fines últimos, una racionalidad substantiva.

 (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).

 



[1] Ya mucho después el considerado padre de la sociología académica, Emile Durkheim, publicaría una obra fundamental de esta disciplina, utilizando esta misma temática, nos referimos a “La división del trabajo social”.

lunes, 14 de septiembre de 2020

A NOVENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ELIGIO AYALA (1879-1930)

 

     Fue un pensador y político paraguayo. Incluido dentro del grupo de pensadores que Raúl Amaral denominó “novecentistas”. Recibió influencias de filósofos vitalistas (Schopenhauer, Nietzsche, Bergson), que utilizó para lograr una amalgama con ideas provenientes tanto del liberalismo como del socialismo. Fue presidente de la República del Paraguay entre 1924 y 1928. Manuel Gondra, también novecentista, se constituyó en uno de sus principales mentores.

     Si para los pensadores nacionalistas (en su mayoría colorados) la edad de oro del Paraguay estuvo en el periodo de  gobierno de los López, para los liberales en general lo estuvo en los tiempos de Eligio y Eusebio Ayala.

    Murió en un trágico incidente, de tinte pasional, que con el correr de los años al parecer terminó desfigurándose, al punto de que lo sucedido se asemeja ya a una especie de escena cinematográfica.  

     Ideológicamente, el liberalismo de Eligio Ayala toma distancia del crudo positivismo con el que estuvo asociado el pensamiento de Cecilio Báez.

     Entre sus obras se pueden citar a “La cuestión social”, escrita en 1910 (publicada en 1979), “Migraciones”, de 1914 y “El materialismo histórico”, escrita entre 1915 y 1916, además de otras obras como las “Memorias” (1921-1928), y los “Mensajes presidenciales” (1924-1928).

    Luego del golpe militar de Albino Jara (1911) se instaló durante ocho años en Europa, en donde se dedicó a estudiar Ciencias Sociales y Filosofía.

     En línea con la “matriz narrativa liberal-positivista” Eligio buscaba lograr procesos modernizadores que tenían como modelo las naciones más industrializadas del mundo, pero a su vez, en concordancia con la “matriz nacionalista” tenía como ideal a la edad de oro del gobierno de Don Carlos[1]. Así Eligio buscaba una especie de síntesis entre las dicotomías que se habían formado en el pensamiento paraguayo a partir de la polémica Báez-O’leary (positivismo liberal y vitalismo nacionalista).

    En su trabajo “Migraciones” (1914) Eligio ya plantea un “futuro conflicto entre la ciudad-puerto y la Nación campesina”[2], sosteniendo así una idea de conflicto social que para Dávalos y Livieres (que escribieron en la década de los setenta) estaba ausente en gran parte de los pensadores-historiadores paraguayos[3].

     En su ensayo “El materialismo histórico”, valora a esta línea de pensamiento por su utilidad para estudiar el desarrollo de las sociedades.

Voluntarismo

     Eligio pregona una especie de voluntarismo, en especial cuando reflexionaba en torno al Paraguay, una nación juvenil que empezaba lentamente a levantarse luego de la catástrofe de la guerra grande. Un voluntarismo más asociado con Nietzsche que con Schopenhauer (aunque el pesimismo no deja de ser atractivo para cualquiera que piense sobre el Paraguay), pero siempre sujeto a las pautas propias de las sociedades modernas y no entregada a afanes totalitarios (como en nombre del pensamiento nietzscheano se llevaron adelante en tiempos de la segunda guerra mundial).

 (Extracto de “Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay”).



[1] Cfr. Raúl Amaral. La filosofía en el Paraguay. 2010, p. 86.

[2] Ibídem.

[3] Cfr. Dávalos-Livieres. El problema de la historia del Paraguay. 2006, p. 185-186.

jueves, 10 de septiembre de 2020

SERÉ RICO EN EL RANCHO

 

Mi Rancho queda lejos, en algún lugar cercano al bosque,

No hay ningún contrato, sólo paz y goces…

Quizá sea el tiempo de enlazar la vida,

con algún sentir que bañará a todo en oro…

Y seré rico en el Rancho…

En el Rancho…

(2000)

 

Comentarios:

   Dos de los temas principales en torno a los que giran nuestras composiciones musicales son:  la identidad del paraguayo, que de forma originaria se encuentra en la vida del campo, y la desmembración de su cultura, que se da preferentemente en los espacios urbanos.

   El tema musical que motiva nuestra reflexión se relaciona con el intento de recuperar intelectual y estéticamente esta  cultura originaria, que hoy se encuentra en medio de una terrible crisis frente al avance incontenible de la modernidad (con sus variantes de segunda modernidad, postmodernidad, postindustrialismo, informacionalismo, etc)

  “Mi rancho queda lejos…”. En nuestros canciones el Rancho simboliza a la nada. La lejanía del rancho en este caso expresa la necesidad de esperar pacientemente el momento en que florece la experiencia estética, en la que se conjugan la nada con las Ideas. Lo lejano a su vez se asocia con un distanciamiento de todo afán cotidiano, de todas las luchas, de todos los miedos que tienen su raíz en la propia personalidad. Y esto es pasar de lo cotidiano a lo estético, que es también (como decía Durkheim al reflexionar sobre la religión) pasar de lo profano a lo sagrado.

   “En algún lugar cercano del bosque…”. El bosque es un símbolo de lo originario, de lo puro, natural, espontáneo, inconsciente, características que contrastan con las que corresponden a la ciudad, culmen geográfico de la civilización humana, en donde predomina lo sofisticado, lo artificial, lo mecánico, lo consciente.

   Mas, creemos que de alguna manera deberá ser posible un relacionamiento dialógico entre estos dos espacios (que son también espirituales, ya que los vivimos interiormente) a los que definitivamente no podemos ya renunciar. En tal sentido,  el paso de una sociedad moderna a otra postmoderna (o postindustrial o informacional) deberá darnos las pistas y las herramientas para lograr esta conjunción compleja.

     También desde aquí podemos encontrar otra clave simbólica. El rancho está “lejos” (es difícil acceder a ella debido a las capas de nuestra personalidad y nuestra cultura), pero “cerca” del rancho está el bosque (las Ideas, los arquetipos, los objetos de la contemplación estética). La búsqueda de la belleza, de la totalidad, de lo sublime, te acerca a lo abismal, a la nada, a la locura, a la muerte. Y todas las tradiciones de sabiduría lo han repetido, la muerte es la puerta de acceso a una nueva vida. No es posible contemplar a lo sagrado si antes uno no ha renunciado a uno mismo.

 

   En el contexto de la historia de las ideas, fueron los románticos (en especial los alemanes e ingleses), ya en las postrimerías de lo que hemos denominado “periodo de madurez del pensamiento moderno”[1], los que iniciaron una especie de reacción frente a los efectos más nocivos de la modernidad, dirigiéndose o retornando hacia la naturaleza, considerada antes que nada como un organismo, y no como una máquina (concepción generalmente aceptada por los pensadores ilustrados).

   “No hay ningún contrato, sólo paz y goces…”. Generalmente, la idea del contrato social está asociada con las reflexiones de   filósofos como Hobbes, Locke y Rousseau, pero para nuestro propósito nos servirá mejor la perspectiva que nos da el pensador ginebrino, “el retorno a la naturaleza”.

    Para Rousseau el hombre en el estado de naturaleza (previo al contrato social, que da inicio a la organización de la convivencia humana) es bueno, inocente, sin las manchas de ningún pecado original, hasta que paulatinamente se va degradando en medio de una sociedad que groseramente se ha alejado de aquellos valores originarios de la vida natural.

   Los pensadores románticos en general retomarán a esta idea de Rousseau, aunque no precisamente considerando a la humanidad como poseedora de una bondad primigenia, antes bien, plantean que aquellos individuos que pueden desprenderse de las masas adormecidas, los genios (que personifican una especie de desviación social positiva), son los que pueden retornar a ese estado natural (que por ser natural está más allá del bien y del mal) y desde ahí recrear al mundo a través de su imaginación y sensibilidad.

     Pero entiéndase aquí la genialidad no como una capacidad reservada a unos pocos, sino como la expresión de la profundidad de la vida que palpita en todos los seres humanos. Tanto la genialidad como la santidad (que está más allá de la moralidad) son potencialidades naturalmente presentes en todo hombre, pero adormecidas por bajo las estructuras de la mente construidas a partir de los procesos de socialización.

   A partir de aquí también podemos interpretar la frase “sólo paz y goces”, asociando a las ciudades (focos de las vigencias del contrato social) con sus habitantes tensos y afligidos por aumentar sus ganancias monetarias y por mejorar sus posicionamientos sociales; y en contrapartida, aquellos que han dejado en un segundo plano estos afanes al privilegiar el “cultivo del espíritu” , son aquellos que retornan a la naturaleza, que simbólicamente se muestra como un alejamiento de las grandes ciudades.

     “Quizá sea el tiempo de enlazar la vida, con algún sentir que bañará a todo en oro…”. Fue el sentimiento aquello que algunos pensadores románticos propusieron frente al avance imparable de la razón, propiciado por la ilustración, un sentimiento que era capaz de desplegar la transformación de la propia interioridad y desde ahí del cosmos entero, en una danza de creaciones y recreaciones constantes que no es sino la imitación de la eterna naturaleza, y es en tal sentido que todo es bañado en oro[2].

      “Y seré rico en el rancho”. Esta riqueza en la que se convierte todo el entorno natural a su vez significa una infinita riqueza interior, riqueza del alma[3].

 



[1] R.L.H. Vida del pensamiento. Hacia una interpretación estética del saber occidental. Interiora terrae, Asunción, 2015, p. 30-31; R.L.H. Una mirada hacia el infinito. Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 17-18.

[2] Cfr. Eduardo Estrada Herrero. Estética. 1998, p. 186.

[3] “No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Mt. 6, 19-21.

Enlace al video:

https://www.youtube.com/watch?v=Sw2wyL7potw&feature=youtu.be

miércoles, 9 de septiembre de 2020

INTRODUCCIÓN A “EN POS DE UNA UTOPÍA. ENSAYO SOBRE EL PENSAMIENTO SOCIALISTA”.

 

     Siempre nos ha llamado la atención el pensamiento socialista, de una manera particular porque constituye la contracara del pensamiento conservador dentro de la historia de las ideas políticas. Y básicamente, en el contexto de una democracia, o se tiene una mayor inclinación hacia el orden o hacia el cambio radical. De estas dos actitudes se desprenden las principales diferenciaciones entre el socialismo y el conservadurismo (liberalismo moderado), siendo el liberalismo radical, con este criterio, más cercano al socialismo que al conservadurismo.

     Siguiendo con nuestro método de investigación, el organicismo histórico-estético, separaremos el tema de nuestro estudio en cuatro edades: niñez, juventud, madurez y vejez, en las cuales ubicaremos contenidos históricos que revelan diferencias que se asocian con los caracteres de cada una de estas etapas de la vida del hombre. Y esta es la tarea fundamental de nuestro ensayo, obtener una visión orgánica del pensamiento socialista, que nos regale tanto goces como conocimientos.

   Ciertamente las grandes ideologías, como es el caso del socialismo, han entrado en un periodo de descreimiento, luego de los numerosos desengaños que dejaron a su paso a lo largo del siglo XX; no obstante, ellas aún pueden despertar un sentido estético[1], aun en sus posturas más extremas, antes que nada para el goce del espíritu, y en segundo lugar, como un  producto residual, su estudio puede conducir a una postura crítica, en especial en lo que hace a una dimensión ya política.

 

   Muchas veces se plantea la estrecha relación entre los términos socialismo, comunismo y anarquismo, lo que en ocasiones produce también confusiones. Entonces, para mejorar nuestro panorama teórico, aquí trataremos de caracterizar a cada uno de estos términos. 

   El comunismo en líneas generales se relaciona con un estadio utópico[2] en el cual todos los hombres disfrutarán de una libertad e igualdad plenas, en donde no será ya necesaria la participación del estado, ya que el hombre recuperará su bondad natural. Una vez planteado esto, las divergencias surgen cuando se consideran los posibles caminos para llegar al comunismo.

    El anarquista dirá que es necesario destruir toda norma o ley, en cualquier ámbito de la sociedad o la cultura, que aprisionan a la natural bondad del ser humano. En tal sentido, apuestan a un enfoque destructivo antes que organizador de las masas.

   Y en efecto, es el socialismo la ideología que plantea la necesidad de organizar a las masas sociales en orden a encaminarlas hacia el logro del comunismo. Pero dentro del socialismo a su vez existen divergencias, ya que por una parte los marxistas insisten en que es necesaria una revolución social que transforme radicalmente los modos de producción, manteniendo no obstante un estado dictatorial dirigido por el proletariado; por otra parte, la social democracia sostiene que se puede llegar al comunismo a través de reformas sucesivas, desde una pugna democrática con otras visiones ideológicas.

   Sin embargo, muchas veces estos términos se usan de distintas maneras, por ejemplo, a los socialistas revolucionarios, también llamados marxistas, se los suele llamar comunistas; o en otros casos, cuando se habla de socialismo se incluye también a los anarquistas, lo que sucede también con nosotros, que abordamos al anarquismo dentro de lo que llamamos el periodo juvenil del pensamiento socialista.  

   De todas maneras, cuando sea pertinente, trataremos de adaptar los términos al contexto de las ideas que estamos desarrollando.

 

     Las raíces del socialismo moderno pueden encontrarse lejanamente en tiempos renacentistas, con Tomás Moro y sus reflexiones sobre la utopía; y más adelante, en Jean Jaques Rousseau y su planteamiento de que el hombre es bueno por naturaleza, y que por lo tanto, el mal se encuentra insertado en la sociedad, que debe ser cambiada por los mismos hombres en el transcurso de la historia (y no esperar ya que una providencia sagrada disponga todo para la salvación humana). 

 



[1] Cfr. R.L.H. En torno a un mundo gris. Ensayo de filosofía social. Interiora terrae, Asunción, 2020, p. 47. El conocimiento estético es propio de aquella mente que se ha librado del pensamiento centrado en el ego, por ello es un conocimiento lúdico y liberador, semejante a aquel que poseen los niños antes de ingresar a las escuelas, en donde se les va taponando progresivamente el goce de conocer a través de los sentidos y de la intuición.

[2] El término utopía deriva del griego “ou” (negación) y “topos” (lugar), algo así como “lugar que no existe”.


Índice

Introducción…………………………………………………………7

1. Niñez……………………………………………………………..10

1.1. Generalidades…………………………………………………10

1.2. Las utopías renacentistas…………………………………….11

1.3. Jean Jaques Rousseau………………………………………...12

2. Juventud………………………………………………………....14

2.1. El socialismo utópico…………………………………………14

2.2. El anarquismo…………………………………………………19

3. Madurez…………………………………………………………22

3.1. Marx…………………………………………………………....22

4. Vejez……………………………………………………………...27

4.1. La social democracia………………………………………….27

4.2. Thorstein Veblen……………………………………………...29

4.3. El pensamiento marxista contemporáneo………………….30

Conclusión………………………………………………………….37

Glosario……………………………………………………………..38

Bibliografía………………………………………………………....39

 

Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1VokKAvj3MRwOZxs3LW9HfrOU0OEDu7aW/view?usp=sharing