miércoles, 27 de abril de 2022

A OCHENTA AÑOS DE LA MUERTE DE EDITH STEIN (1891-1942)

 

     Fue una filósofa y mística alemana. Se adhiere a una línea de pensamiento fenomenológica, personalista, tomista y de mística especulativa. Murió en una cámara de gas en Auschwitz, cuando se había convertido ya en monja carmelita.

      Conjuga la fenomenología de su maestro Edmund Husserl con el pensamiento cristiano (en especial con la antropología filosófica). Seguidora también de las ideas de Tomás de Aquino, hace un extraño tránsito hacia la mística a través de la interpretación de obras de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Por supuesto, tampoco este tipo de apuestas es nuevo en la historia de la filosofía, basta con fijarnos en los ejemplos de Plotino, San Agustín o el Maestro Eckhart. Sin embargo, lo llamativo en el pensamiento de Stein está en cómo conjuga todo este misticismo con la fenomenología husserliana, desde el que se busca desprenderse de lo meramente especulativo para acceder a aquello que se muestra ante el sujeto que conoce. Que haya logrado su cometido de darle un formato filosófico a lo místico es otra cosa, lo notable está en su intento.

     Entre sus obras cabe citar: “Sobre el problema de la empatía”, “Ser finito y ser eterno”, “Ciencia de la cruz”, “La estructura de la persona humana” (1994, póstumo).

La empatía

      Stein pretende explicar qué sucede cuando un sujeto comparte el estado de ánimo de otro sujeto. Podríamos recordar en referencia a este tema por ejemplo a Emile Durkheim, quien sostenía que existían especies de “corrientes sociales” que explicaban la uniformización de estados de ánimo y pautas de comportamiento en muchos individuos.

      Pero Stein pretende algo más que explicar una conducta social, podríamos decir que trata de describir la experiencia de la compasión hacia el “otro”, una experiencia que habría que decirlo, generalmente es esquiva a la mayoría de las personas sumidas en el egocentrismo o en algún tipo de etnocentrismo que le impide ver y amar al “otro” tal y como se presenta ante uno. Indudablemente vemos aquí el influjo de la fenomenología en la filósofa alemana.

La verdad

     Como pensadora cristiana se enfrenta a la dualidad entre la fe y la razón, y aquí por supuesto el influjo de Tomás de Aquino será importante. Y en medio de esta temática se encuadra a su vez el problema de la verdad.

      Existe un conocimiento de la totalidad de la verdad que es el divino y otro limitado, el del ser humano. Aquí indirectamente resuena la idea del pecado original, que establece límites a los afanes del hombre de conocer la verdad y de realizar el bien.

      Vemos también aquí los signos de un voluntarismo (iniciado por San Agustín) en tiempos posteriores a Schopenhauer y Nietzsche; pero por supuesto, aquí ya volcado hacia una experiencia inefable, que tanto para Schopenhauer como para Nietzsche sería expresión de una negación de la voluntad de vivir (para el primero como mística y para el segundo como moral). 

 

 (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).

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