jueves, 5 de agosto de 2021

INTRODUCCIÓN A “UN PARAGUAYO QUE LEYÓ A SCHOPENHAUER. AUTO-BIOGRAFÍA”

     El género literario de la auto-biografía ha tenido muchos cultores. Entre pensadores como San Agustín, Rousseau o Nietzsche, la auto-biografía muestra también un horizonte filosófico. En los filósofos la filosofía no es simplemente un oficio, la filosofía se vive (se sufre y se goza).

     Pueden existir muchas motivaciones para escribir sobre una aventura de vida, tal vez ofrecer una enseñanza, conocerse a uno mismo, pasar el tiempo, etc. Por nuestra parte podemos decir que este escrito es un producto del cultivo del espíritu, uno de los valores fundamentales dentro de lo que hemos llamado la auto-ética[1]. Es decir, no está motivado en sí mismo, es el resultado de un proceso de escritura que tiene muchas aristas y que confluye en una visión unitaria de lo que significa ser hombre en relación con el mundo, con los demás y con la personalidad.

    De ahí que el presente trabajo puede servir como un modo de contrastar biográficamente unos planteamientos filosóficos, en sus variantes metafísicas, antropológicas y éticas. Por supuesto, la filosofía no se demuestra ni se impugna con la biografía (un reclamo que siempre rechazó Schopenhauer), por ejemplo, no necesito conocer la vida de Descartes para valorar su pensamiento. Pero conocer algunas circunstancias por las que pasó un autor puede motivarme a profundizar en sus ideas.

 

     En verdad no sé quién soy y en la medida en que más he vivido ha aumentado la incógnita, y así está bien, porque me he dado cuenta de que todo lo escrito en esta biografía no es más que una construcción, una ficción, es literatura.

    La vida del hombre es como un árbol que va creciendo con los años, y durante la primera mitad generalmente uno cree que su vida son el tronco, las ramas, frutos y flores, ya que esas son las partes más visibles de nuestro árbol vital, pero cuando uno se va introduciendo en la segunda etapa de la vida (entre los 35 y 45 años) empieza también a tomar conciencia de las raíces, que están en lo más profundo de uno mismo, en una profundidad tal que uno nunca podrá descifrarlas del todo[2], porque están unidas al flujo mismo de la vida, al fondo metafísico de todo lo existente[3].

      Así que la presente obra es simplemente la historia de una búsqueda, el relato de un peregrinaje, el símbolo de una aventura humana. 

     Entonces, aunque aquí el motivo de la escritura tenga que ver con la historia de una persona en particular, es necesario pensar e interpretar al hombre mismo, detrás de la máscara de la personalidad. Y comprender al hombre es una cuestión fundamental a la hora de formar identidades (personales y colectivas) que nos permitan llevar adelante los juegos de la ética (privados y cívicos).

 

      Me he buscado toda mi vida y como residuos de esa búsqueda han quedado imágenes, que se han ubicado curiosamente entre todo lo que he escrito. Pero también he buscado a la filosofía en mí, porque he hecho de ella una cuestión personal y quizá por ello la he  hallado en la forma de numerosas preguntas, que aunque no tengan respuestas, alimentan el gozo y el asombro que brotan del cultivo del espíritu.

      Las tres fundamentales preguntas de la antropología filosófica son: ¿Quién soy yo? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Y las utilizaremos a lo largo del presente trabajo, valiéndonos para ello de un marco teórico que hemos expuesto en nuestro trabajo sobre  Auto-ética[4]. Los principales valores que pregonamos en esa obra han sido el ocio, el aislamiento y el cultivo del espíritu. Esos valores siempre han sido seguidos, por supuesto, en un principio de manera inconsciente, pero a medida que tropezaba, que estudiaba y que me auto-observaba me fui dando cuenta en qué forma me ayudaron a transitar por el mundo.  De ahí que un hilo conductor de este escrito puede ser el intento de ver cómo nos hemos acercado o alejado de estos valores a través de la suma de comportamientos tanto pragmáticos como psíquicos.

 

     La distancia al presente que hemos considerado en este escrito es de cinco años, pues a través de este espacio de tiempo la vida se ve ya desmaterializada, o como diría Schopenhauer desvoluntarizada, y por lo tanto se muestra apta para la contemplación estética, o simplemente para una observación mesurada y tranquila, que deje de lado tantos vanos apegos. Al respecto nos dice Arthur Schopenhauer:

Aquella felicidad de la intuición voluntaria es, finalmente, la que difunde ese encanto tan asombroso sobre el pasado y la distancia, y nos lo presenta a una luz embellecedora por medio de un auto-engaño. Pues al hacernos presente los días pasados hace tiempo vividos en un lejano lugar, lo que nuestra fantasía evoca son solamente los objetos, y no el sujeto de la voluntad, que antaño cargaba con innumerables sufrimientos igual que ahora: pero ahora están olvidados, porque desde entonces han dejado su lugar a otros[5].

 

   La vida es como un suspiro, de modo que todos los recuerdos dan la impresión de que son sólo de ayer, pero plasmados como en los horizontes de un cuadro, o como una sublime sinfonía que queda sonando en nuestra memoria cuando ya hemos dejado de escucharla.

   Todo lo que hemos vivido forma parte de todo lo que de alguna manera ya hemos muerto, quedando las imágenes antes que nada como agrupadas en arquetipos o símbolos, y no ya como una forma de auto consideración, y quizá por ello, acaso podemos plasmar la vida pasada en una obra literaria.

 

    Y precisamente, la escritura y la reflexión sobre las imágenes de mi pasado  constituyen formas del cultivo del espíritu (como ya indicamos más arriba), una de las principales enseñanzas que he tomado de Schopenhauer.  

   Antes de asimilar las ideas del filósofo alemán, mi vida se reducía a seguir las metas que la sociedad moderna (en sus distintos tipos) nos impone: la obtención de dinero y de posicionamiento social. La enseñanza de Schopenhauer es que existe algo que vale mucho más que estos logros, y al que a su vez deben subordinarse: el cultivo del espíritu[6].

 

   Y así como en el título de la autobiografía hago alusión a Schopenhauer, también apunto a mi condición de paraguayo, como alguien que “construye” su subjetividad en el contexto de una sociedad y una cultura peculiar (la paraguaya), que ineludiblemente condiciona las direcciones que tomó, toma y puede tomar las imágenes de una aventura de vida.

     Creo que una cuestión como la identidad nacional es fundamental para el abordaje de situaciones de crisis de la humanidad de hoy como los conflictos sociales mediados por el uso de la violencia, la pobreza, la degradación ambiental y de manera particular, considerando las reflexiones de la presente obra, con la desintegración espiritual del individuo.

      El cultivo de una identidad comunitaria apuntala el fortalecimiento de una ética de mínimos, que nos allana el camino hacia la convivencia, el diálogo y el aprendizaje mutuo. De todas maneras, el eje de esta auto-biografía tiene que ver con una ética de máximos, direccionada no precisamente hacia la felicidad, pero si hacia una vida tolerable.

 

 

   Por el hecho de que el periodo de tiempo que abarca esta autobiografía alcanza aproximadamente la mitad de lo que vive en promedio una persona en nuestro tiempo (es decir, tenemos sólo la infancia, la adolescencia y la juventud), la metodología de la división en cuatro edades de la vida, que utilizamos generalmente en nuestros escritos tomará algunas peculiaridades. Seguiremos con la división en cuatro, pero en vez de edades utilizaremos las cuatro estaciones anuales: primavera, verano, otoño e invierno.

 



[1] Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. 2020. A partir de la próxima cita de nuestros ensayos sólo escribiremos las iniciales R.L.H. En las citas bibliográficas nos limitaremos a aludir al autor, el nombre de la obra, el año de publicación y al número de página; las referencias completas el lector las podrá encontrar en la parte final del libro.

 

[2] El hombre es un ser en relación, con los demás, con la naturaleza, con la propia personalidad, y no somos ni nuestra sociedad, ni nuestro cuerpo, ni nuestra personalidad, pero nuestro ser se expresa en ellos.

[3] San Agustín llamaba Dios a este fondo último de nuestra interioridad, y lo planteaba como algo inmutable, porque no dependía de los cambios, que por ejemplo se relacionan con la personalidad de un individuo. Bergson sin embargo escribe sobre un fundamento en constante flujo, como aquel río de Heráclito que nunca es el mismo. Desde el pensamiento postmoderno ya se puede hablar de la nada, como un fundamento sin fondo.

[4] R.L.H. La Auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. 2020.  

[5] Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación, p. 253.

[6] Véase: Arthur Schopenhauer. Arte del buen vivir.  1998.

    

Índice

Introducción……………………………………………………........9

1. Primavera………..………………………………………………15

2. Verano……………………………………………………………33

3. Otoño………………………………………………………….…71

4. Invierno……..………………………………………………….113

Epílogo……………..……………………………………………...152

 

Enlace al libro completo:

https://drive.google.com/file/d/1T_7nmfUMqvOBn80Bap10VdhVUaLUZn7u/view?usp=sharing

No hay comentarios: