lunes, 26 de octubre de 2020

A CUATROCIENTOS VEINTE AÑOS DE LA MUERTE DE GIORDANO BRUNO (1548-1600)

 

      Fue un filósofo italiano. Se presenta como uno de los más destacados pensadores del Renacimiento. Sostiene a la vez un panteísmo y un vitalismo. En su cosmología, defendió el sistema heliocéntrico de Nicolás Copérnico.

     Santo profano que murió en la hoguera en Roma, no sabemos si con la misma entereza de un Sócrates, pero si con la convicción de que por el pensamiento se puede acaso morir, sólo cuando el pensamiento se hace en uno mismo vida. El martirio no hace de un sistema de ideas verdadero o falso, la sangre del mártir no es criterio de verdad, pero si puede ser el signo de la violencia con que los mecanismos de control social actúan cuando el pensamiento pone en cuestión valores sobre los que se asienta una estructura cultural.

     Ingresó a la orden de los dominicos, en donde enseguida se ganó la fama de rebelde y contestatario. Luego de ordenarse sacerdote empezó a convivir con el escándalo, debido a su posicionamiento intelectual, demasiado excéntrico para  tiempos de intolerancia.

     El pensamiento de Bruno nos ofrece: un ejemplo temprano de panteísmo en el pensamiento moderno (luego vendrían otros exponentes de esta corriente de ideas como Espinoza o Schelling); un planteamiento vitalista que encontraría nuevos brotes con el surgimiento del romanticismo alemán; y un caso paradigmático en lo que hace al compromiso con las ideas (en alguna medida paralela con la actitud de un Sócrates).

     Entre sus obras cabe citar: “De la causa, el principio y el uno” (1584) y “Sobre el infinito universo y los mundos” (1584).

 

 

El giro copernicano

     Los trabajos de Copérnico llevaron adelante aquello que Thomas Kuhn denominó un cambio en el “paradigma” científico; pero las ideas de Bruno, daban un paso más, llegaban ya a poner en cuestión los mismo valores que habían sustentado a la cultura y a la sociedad medieval.

     En este ambiente de nuevas ideas científicas hubo un rebrote de la filosofía de la naturaleza, en las formas de variados sistemas que conjugaban ideas del periodo helenístico y del pensamiento medieval. Entre estos filósofos los más destacados fueron Nicolás de Cusa y Giordano Bruno.

La infinitud del universo

     Para los griegos en general el universo era finito, ya que de esa manera se prestaba mejor a la idea de una justa proporción matemática (en especial desde Pitágoras y Platón). Aristóteles también sostuvo la finitud del universo, y desde su cosmología Claudio Tolomeo terminó construyendo un gran sistema astronómico, que no sólo se limitaba a lo teórico, pues también permitía establecer cálculos, utilizados en la navegación, en la arquitectura y en otros campos de la técnica.

     Desde la cosmovisión del mundo medieval se describía un universo finito, con la tierra en el centro, morada del hombre, creado a imagen y semejanza del Dios judeo-cristiano. Los mecanismos de este universo eran explicados por el modelo geocéntrico propuesto por Claudio Tolomeo (que a su vez se basó en la física aristotélica).

   El acto de creación divina venía íntimamente asociado con la finitud del universo (al ser finito, contingente, le era inherente el ser creado). 

    Copérnico siguió afirmando la finitud del universo, pero de todas maneras su modelo heliocéntrico allanaba el camino para sostener la infinitud, pues no era ya necesario asegurar la posición privilegiada del hombre en el cosmos, planteamiento que era una especie de pauta conceptual dentro de la cultura medieval. 

     Si la tierra ya no ocupaba el centro del universo (en medio de la infinitud o no existe centro o todo centro es arbitrario) entonces al mismo tiempo desaparecía la condición única que tenía el hombre en la cosmovisión medieval. La infinitud del universo implicaba la posibilidad de la existencia de muchos sistemas solares como el nuestro. Bruno incluso llegó a plantear que era posible la existencia de seres inteligentes en otros rincones del universo (haciéndose así una especie de precursor de la hipótesis alienígena).

El universo como ser vivo

     Antes que Bruno el pensador romano Lucrecio ya se había acercado a la idea de la infinitud del universo, con la diferencia de que para éste último y para los atomistas en general todo lo existente en última instancia era materia. Para Bruno en cambio, todo lo existente en última instancia es vida, en otras palabras, el universo está vivo.

    Y su panteísmo nos remite a la idea de que todo es divino, una posición que de alguna manera se conecta también con una visión religiosa de tipo animista.

      Pero por supuesto, panteísmo y animismo no son lo mismo, pero se encuentran asociados. El panteísmo es una línea de pensamiento filosófico (que tiene que como su típico representante a Plotino), mientras que el animismo es un tipo de religión (para Edward Tylor, la más elemental y temprana). La postura contrapuesta al panteísmo es el creacionismo, mientras que frente al animismo se encuentran el politeísmo y el monoteísmo (siguiendo también las ideas de Tylor).

(Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).


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