martes, 25 de agosto de 2020

A TRESCIENTOS SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE RENÉ DESCARTES (1596-1650)

 

   Fue un filósofo francés. Es el principal exponente del racionalismo, corriente filosófica que floreció en occidente hacia el siglo XVII. Es uno de los más destacados exponentes de la historia de las matemáticas (creador de la Geometría Analítica) y uno de los pilares de la filosofía moderna junto a Kant y Hegel.

     Estudió durante ocho años en un colegio jesuita (La Fleche), en donde probablemente encontró las pistas de la filosofía medieval, que tuvieron influencias en sus ideas (en especial San Agustín y San Anselmo), y esto, por más que Descartes pretendía comenzar de cero su sistema filosófico. Durante veintiún años permaneció en Holanda, en constante retiro, leyendo, pensando y escribiendo. Al escuchar los relatos que le llegaban sobre Descartes, la reina Cristina de Suecia escribió: “Descartes es el más feliz de todos los mortales y su condición me parece digna de envidia”. Y precisamente, invitado por su entusiasta admiradora, el filósofo francés emprendió su último viaje  hasta los fríos parajes de Estocolmo (Suecia), en donde murió de pulmonía.

    Entre sus obras cabe citar: “Reglas para la dirección del espíritu” (escrita en 1628 y publicada en 1701), las “Meditaciones metafísicas” (escrita en 1640), el “Discurso del método” (1637)  y los “Principios de la filosofía” (1644).    

     Es posible dividir el estudio del pensamiento de Descartes en tres temáticas: el mundo, el hombre y Dios.

2. El mundo

2.1. El conocimiento

     La reflexión de René Descartes surge como reacción a la incertidumbre que reinaba en el ambiente cultural de su época, luego de la crisis de la escolástica y del surgimiento de la filosofía renacentista; y así se abrían las puertas de una importante etapa del pensamiento occidental, la filosofía moderna.

     Para librarse del escepticismo, el pensador francés tendrá como modelo aquel tipo de conocimiento que en sus tiempos había empezado a desarrollarse con mayor intensidad: las matemáticas, por supuesto, unida a su fuerte adherencia a la física de su tiempo[1]. Una de sus obras más conocidas, el “Discurso del método” prácticamente echará a andar el pensamiento moderno y apuntalará el mismo desarrollo del conocimiento científico[2].

     Para Descartes la Razón es única, así que si el camino tomado por las matemáticas tuvo buenos resultados en los años que anunciaban a la modernidad, también debería repetirse  otra buena senda para la filosofía. Descartes introduce así la idea de la Razón Total, que se manifiesta con la misma fuerza en todos los ámbitos de la vida humana[3]. Al respecto dice Descartes:

“Todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe de ellos más distinción que la que la luz del sol recibe de los diversos objetos que ilumina”[4]

     Un tiempo después Hegel llevará al extremo este planteamiento cartesiano.

      Descartes introducirá los principales presupuestos del racionalismo: el conocimiento de lo real puede ser construido deductivamente, y esto, a partir de unas ideas que son consideradas innatas[5].

     En las “Reglas para la dirección del espíritu” Descartes sostiene que existen dos “modos de conocer” principales: la intuición y la deducción. Entonces, la mente “intuye” los principios del pensamiento y desde ellos “deduce” las conclusiones en donde desembocan las relaciones entre principios. Y este es el escenario fundamental de la razón para el filósofo francés. Un escenario que implica también la estructuración[6] de la razón.

2.2. La naturaleza como máquina

     Siguiendo su método Descartes plantea que la idea de extensión, que define al mundo físico, se muestra al yo como clara y distinta. El mundo queda reducido así a mera extensión, que se presta a los cálculos precisos de la geometría analítica, disciplina matemática creada por el mismo Descartes.

     La naturaleza es como una máquina entonces, y el cuerpo humano, que forma parte de este mundo natural, también lo es.

     La visión mecanicista del mundo empezará a articularse aquí, de manera tal que toda la física clásica (con la excepcional figura de Isaac Newton) seguirá estas directrices. El mismo Manuel Kant no hará otra cosa que tratar de justificar filosóficamente los planteamientos de la física matemática, que conllevaban la desarticulación del hombre en cuerpo y mente (razón teórica y razón práctica, fenómeno y noúmeno, entendimiento y razón).

2. El hombre

     A diferencia de Platón, para Descartes el desafío principal de la filosofía no estribaba en intuir una idea y ascender progresivamente hasta su forma más pura y eminente (incluso en un mundo distinto al que corresponde a los sentidos) sino encontrar en este mismo mundo un punto de partida sólido y certero que permita construir sobre él todo el edificio del pensamiento filosófico[7]. 

      Descartes inicia el modernismo reavivando el dualismo antropológico entre el cuerpo y la mente, que ya Platón había establecido  en la madurez del pensamiento antiguo. Pero en Descartes la separación es radical, considerando que en Platón aún era posible ciertas influencias entre los componentes biológico y mental del ser humano, pero en el filósofo francés ambos factores constituyen “substancias”, subsistentes por sí mismos y sin ningún tipo de relaciones directas entre sí. Debemos decir, de todas maneras, que Descartes trató de encontrar un nexo entre el alma y el cuerpo en la llamada glándula pineal, aunque esto al parecer no constituyó más que una digresión dentro de su sistema de ideas[8].

      Así, con Descartes, el ser del hombre empieza a fragmentarse como consecuencia del advenimiento de una razón que se cree todopoderosa, que desde Bacon se propone dominar a la naturaleza, pero que paulatinamente también arroja sus redes de amaestramiento sobre el cuerpo humano y la sociedad.

     Esto que propone Descartes, esta fragmentación de la vida del hombre, tendrá su réplica en filósofos como Kant, que dividirán el mundo en cosa en sí y representación, quiebre que luego Hegel tratará de subsanar; en Marx, quien hablará de la alienación del ser humano en la sociedad capitalista; en Tocqueville, quien escribirá sobre el empequeñecimiento del hombre moderno; en Durkheim quien describirá la anomia y el aislamiento en las sociedades industriales; o en Simmel, quien verá como la cultura objetiva amenaza con taponar cualquier espacio de despliegue de la cultura subjetiva (el cultivo interior). Entonces, podemos apreciar como todo este movimiento de alienación, de masificación, de maquinización, de cosificación, comenzó a intensificarse a partir de los planteamientos cartesianos sobre el tema.

3. Dios

    Para Descartes existen tres substancias: la substancia pensante (la mente), la substancia extensa (la materia) y la substancia infinita (Dios[9]). En última instancia Dios asegura la correlación que se da entre el conocimiento y el mundo exterior. De ahí la sentencia cartesiana que reza: “un ateo no puede ser geómetra”. Y no podría serlo porque es Dios quien asegura el conocimiento del mundo extenso. De ahí también que cuando Nietzsche escribe “Dios está muerto”, se refiere también a la muerte del fundamento último que aseguraba, o por lo menos justificaba todo el despliegue de la razón.

      Podemos ver aquí como el método dialéctico, tanto en sentido metafísico como cognoscitivo se va engendrando (desde las tres substancias), hasta madurar posteriormente en las ideas de Kant y Hegel.

(Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).


[1] Ya siglos después, Edmund Husserl, iniciador de la fenomenología, reconocerá su deuda con Descartes, en lo que hace al intento de partir del mismo “yo” para encontrar una certeza para el conocimiento; sin embargo, no seguirá al filósofo francés en sus ideales de la física matemática, al contrario, buscará retrotraerse a aquella instancia que se ubica antes de todo marco científico, nos referimos al “mundo de la vida”. 

[2] En tal sentido, es interesante apuntar que la polémica obra de Paul Feyerabend, “Contra el método”, en donde lleva adelante un incisivo ataque a las pretensiones de la ciencia de erigirse como saber supremo, posee un rico sentido simbólico para la reflexión sobre el pensamiento occidental.

[3] Siglos más tarde las llamadas Ciencias Sociales, con Augusto Comte a la cabeza tratarán de reeditar en su propio campo los logros de las Ciencias Naturales.

[4] René Descartes. Reglas para la dirección del espíritu. Citado en Navarro-Calvo. Historia de la filosofía. 1992, p. 197.

[5] Cfr. Navarro-Calvo. Historia de la filosofía. 1998, p. 196.

[6] Repárese en la relación del planteamiento cartesiano con la corriente estructuralista.

[7] Cfr. Manuel García Morente. Lecciones preliminares de filosofía, 1957, p. 26-27.

[8] Guillermo Fraile. Historia de la filosofía. B.A.C., Madrid, T. 3, 1966; Julián Marías. Historia de la filosofía. Revista de occidente, Madrid, p. 214-215.

[9] También Tomás de Aquino en el siglo XIV había identificado a Dios con lo infinito.

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