miércoles, 26 de agosto de 2020

INTRODUCCIÓN A “EL CAMINO INTELECTUAL HACIA DIOS. ENSAYO SOBRE EL PENSAMIENTO MEDIEVAL”

 

    El pensamiento medieval ya ha sido objeto de numerosas interpretaciones (Gilson, Gigon, Jolivet), pero lo que trataremos de hacer en este ensayo será encontrar un ordenamiento orgánico de su historia que nos allane el camino para acceder a experiencias estéticas, que implican tanto goce como conocimiento.

    La filosofía emergió hacia el siglo VI a.c. como una especie de alternativa al pensamiento mítico-mágico-simbólico, sin embargo, con la caída del Imperio romano, vuelve a cobrar fuerza un pensamiento emparentado con lo religioso, sólo que en este caso derivará en un saber que pretende ser también filosófico.

      En este periodo de la historia del pensamiento se da la aparición de la doctrina del pecado original, a través del cristianismo, como una de las principales respuestas en relación al problema del mal en el mundo. Este problema implica la naturaleza caída del ser humano y la posibilidad de una gracia espiritual que lo redima de tal condición. Con el paso de los siglos, ya dentro del pensamiento moderno, el problema del mal en el mundo se instalará como reflexión sobre la sociedad, pero tendrá como base implícita las ideas de los filósofos medievales. ¿Cómo puede ser esto? ¿No quería la modernidad librar al hombre de la religión tradicional y de la magia? ¿No quería salvarlo de las cadenas del dogma? Los problemas del pensamiento medieval permanecieron en lo profundo del pensamiento moderno (esto lo vio muy bien Nietzsche), así como muchas cuestiones del pensamiento antiguo sobrevivieron en el pensamiento medieval.

     Valiéndonos de nuestro método del organicismo histórico-estético podemos darnos cuenta de cómo en el pensamiento medieval se van dando discusiones análogas a las desarrolladas en el pensamiento antiguo y moderno. Y esto se nota de una  manera muy peculiar en lo que llamamos etapa de vejez de la filosofía medieval, en donde se encuentran frente a frente las posiciones racionalistas y voluntaristas.

    Entonces ¿es posible sostener que estudiando el pensamiento medieval tendremos mejores herramientas conceptuales para comprender el pensamiento moderno? ¿E incluso el antiguo? Es probable que si, pero estas preguntas podrán ser mejor respondidas una vez que hayamos hecho el recorrido del presente ensayo.

 

 Índice

Introducción……………………………………………………………….7

0. Periodo de gestación…………………………………………………...9

1. Infancia………………………………………………………………...14

2. Juventud……………………………………………………………….18

3. Madurez……………………………………………………………….20

4. Vejez……………………………………………………………………27

Conclusión………………………………………………………………..30

Vocabulario………………………………………………………………31

Bibliografía……………………………………………………………….32


Enlace al ensayo completo:

x2ee87_4URcRbPD9h0uvYpMyMOY/view?usp=sharing

 

martes, 25 de agosto de 2020

A TRESCIENTOS SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE RENÉ DESCARTES (1596-1650)

 

   Fue un filósofo francés. Es el principal exponente del racionalismo, corriente filosófica que floreció en occidente hacia el siglo XVII. Es uno de los más destacados exponentes de la historia de las matemáticas (creador de la Geometría Analítica) y uno de los pilares de la filosofía moderna junto a Kant y Hegel.

     Estudió durante ocho años en un colegio jesuita (La Fleche), en donde probablemente encontró las pistas de la filosofía medieval, que tuvieron influencias en sus ideas (en especial San Agustín y San Anselmo), y esto, por más que Descartes pretendía comenzar de cero su sistema filosófico. Durante veintiún años permaneció en Holanda, en constante retiro, leyendo, pensando y escribiendo. Al escuchar los relatos que le llegaban sobre Descartes, la reina Cristina de Suecia escribió: “Descartes es el más feliz de todos los mortales y su condición me parece digna de envidia”. Y precisamente, invitado por su entusiasta admiradora, el filósofo francés emprendió su último viaje  hasta los fríos parajes de Estocolmo (Suecia), en donde murió de pulmonía.

    Entre sus obras cabe citar: “Reglas para la dirección del espíritu” (escrita en 1628 y publicada en 1701), las “Meditaciones metafísicas” (escrita en 1640), el “Discurso del método” (1637)  y los “Principios de la filosofía” (1644).    

     Es posible dividir el estudio del pensamiento de Descartes en tres temáticas: el mundo, el hombre y Dios.

2. El mundo

2.1. El conocimiento

     La reflexión de René Descartes surge como reacción a la incertidumbre que reinaba en el ambiente cultural de su época, luego de la crisis de la escolástica y del surgimiento de la filosofía renacentista; y así se abrían las puertas de una importante etapa del pensamiento occidental, la filosofía moderna.

     Para librarse del escepticismo, el pensador francés tendrá como modelo aquel tipo de conocimiento que en sus tiempos había empezado a desarrollarse con mayor intensidad: las matemáticas, por supuesto, unida a su fuerte adherencia a la física de su tiempo[1]. Una de sus obras más conocidas, el “Discurso del método” prácticamente echará a andar el pensamiento moderno y apuntalará el mismo desarrollo del conocimiento científico[2].

     Para Descartes la Razón es única, así que si el camino tomado por las matemáticas tuvo buenos resultados en los años que anunciaban a la modernidad, también debería repetirse  otra buena senda para la filosofía. Descartes introduce así la idea de la Razón Total, que se manifiesta con la misma fuerza en todos los ámbitos de la vida humana[3]. Al respecto dice Descartes:

“Todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe de ellos más distinción que la que la luz del sol recibe de los diversos objetos que ilumina”[4]

     Un tiempo después Hegel llevará al extremo este planteamiento cartesiano.

      Descartes introducirá los principales presupuestos del racionalismo: el conocimiento de lo real puede ser construido deductivamente, y esto, a partir de unas ideas que son consideradas innatas[5].

     En las “Reglas para la dirección del espíritu” Descartes sostiene que existen dos “modos de conocer” principales: la intuición y la deducción. Entonces, la mente “intuye” los principios del pensamiento y desde ellos “deduce” las conclusiones en donde desembocan las relaciones entre principios. Y este es el escenario fundamental de la razón para el filósofo francés. Un escenario que implica también la estructuración[6] de la razón.

2.2. La naturaleza como máquina

     Siguiendo su método Descartes plantea que la idea de extensión, que define al mundo físico, se muestra al yo como clara y distinta. El mundo queda reducido así a mera extensión, que se presta a los cálculos precisos de la geometría analítica, disciplina matemática creada por el mismo Descartes.

     La naturaleza es como una máquina entonces, y el cuerpo humano, que forma parte de este mundo natural, también lo es.

     La visión mecanicista del mundo empezará a articularse aquí, de manera tal que toda la física clásica (con la excepcional figura de Isaac Newton) seguirá estas directrices. El mismo Manuel Kant no hará otra cosa que tratar de justificar filosóficamente los planteamientos de la física matemática, que conllevaban la desarticulación del hombre en cuerpo y mente (razón teórica y razón práctica, fenómeno y noúmeno, entendimiento y razón).

2. El hombre

     A diferencia de Platón, para Descartes el desafío principal de la filosofía no estribaba en intuir una idea y ascender progresivamente hasta su forma más pura y eminente (incluso en un mundo distinto al que corresponde a los sentidos) sino encontrar en este mismo mundo un punto de partida sólido y certero que permita construir sobre él todo el edificio del pensamiento filosófico[7]. 

      Descartes inicia el modernismo reavivando el dualismo antropológico entre el cuerpo y la mente, que ya Platón había establecido  en la madurez del pensamiento antiguo. Pero en Descartes la separación es radical, considerando que en Platón aún era posible ciertas influencias entre los componentes biológico y mental del ser humano, pero en el filósofo francés ambos factores constituyen “substancias”, subsistentes por sí mismos y sin ningún tipo de relaciones directas entre sí. Debemos decir, de todas maneras, que Descartes trató de encontrar un nexo entre el alma y el cuerpo en la llamada glándula pineal, aunque esto al parecer no constituyó más que una digresión dentro de su sistema de ideas[8].

      Así, con Descartes, el ser del hombre empieza a fragmentarse como consecuencia del advenimiento de una razón que se cree todopoderosa, que desde Bacon se propone dominar a la naturaleza, pero que paulatinamente también arroja sus redes de amaestramiento sobre el cuerpo humano y la sociedad.

     Esto que propone Descartes, esta fragmentación de la vida del hombre, tendrá su réplica en filósofos como Kant, que dividirán el mundo en cosa en sí y representación, quiebre que luego Hegel tratará de subsanar; en Marx, quien hablará de la alienación del ser humano en la sociedad capitalista; en Tocqueville, quien escribirá sobre el empequeñecimiento del hombre moderno; en Durkheim quien describirá la anomia y el aislamiento en las sociedades industriales; o en Simmel, quien verá como la cultura objetiva amenaza con taponar cualquier espacio de despliegue de la cultura subjetiva (el cultivo interior). Entonces, podemos apreciar como todo este movimiento de alienación, de masificación, de maquinización, de cosificación, comenzó a intensificarse a partir de los planteamientos cartesianos sobre el tema.

3. Dios

    Para Descartes existen tres substancias: la substancia pensante (la mente), la substancia extensa (la materia) y la substancia infinita (Dios[9]). En última instancia Dios asegura la correlación que se da entre el conocimiento y el mundo exterior. De ahí la sentencia cartesiana que reza: “un ateo no puede ser geómetra”. Y no podría serlo porque es Dios quien asegura el conocimiento del mundo extenso. De ahí también que cuando Nietzsche escribe “Dios está muerto”, se refiere también a la muerte del fundamento último que aseguraba, o por lo menos justificaba todo el despliegue de la razón.

      Podemos ver aquí como el método dialéctico, tanto en sentido metafísico como cognoscitivo se va engendrando (desde las tres substancias), hasta madurar posteriormente en las ideas de Kant y Hegel.

(Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).


[1] Ya siglos después, Edmund Husserl, iniciador de la fenomenología, reconocerá su deuda con Descartes, en lo que hace al intento de partir del mismo “yo” para encontrar una certeza para el conocimiento; sin embargo, no seguirá al filósofo francés en sus ideales de la física matemática, al contrario, buscará retrotraerse a aquella instancia que se ubica antes de todo marco científico, nos referimos al “mundo de la vida”. 

[2] En tal sentido, es interesante apuntar que la polémica obra de Paul Feyerabend, “Contra el método”, en donde lleva adelante un incisivo ataque a las pretensiones de la ciencia de erigirse como saber supremo, posee un rico sentido simbólico para la reflexión sobre el pensamiento occidental.

[3] Siglos más tarde las llamadas Ciencias Sociales, con Augusto Comte a la cabeza tratarán de reeditar en su propio campo los logros de las Ciencias Naturales.

[4] René Descartes. Reglas para la dirección del espíritu. Citado en Navarro-Calvo. Historia de la filosofía. 1992, p. 197.

[5] Cfr. Navarro-Calvo. Historia de la filosofía. 1998, p. 196.

[6] Repárese en la relación del planteamiento cartesiano con la corriente estructuralista.

[7] Cfr. Manuel García Morente. Lecciones preliminares de filosofía, 1957, p. 26-27.

[8] Guillermo Fraile. Historia de la filosofía. B.A.C., Madrid, T. 3, 1966; Julián Marías. Historia de la filosofía. Revista de occidente, Madrid, p. 214-215.

[9] También Tomás de Aquino en el siglo XIV había identificado a Dios con lo infinito.

martes, 18 de agosto de 2020

A CIENTO OCHENTA AÑOS DE LA MUERTE DE JOSÉ GASPAR RODRÍGUEZ DE FRANCIA (1766-1840)

 

     Político y pensador paraguayo. Hombre formado en la universidad de Córdoba, en donde se encontró con las líneas  de la  filosofía escolástica (Tomás de Aquino, Escoto, Suárez), a la par que con las críticas de sus mentores a los filósofos de la ilustración (Locke, Rousseau, Voltaire y otros), calificados amablemente como “libertinos”. Indudablemente Francia prefirió seguir a los segundos antes que a los primeros en medio de su destacado rol como forjador de la independencia paraguaya.

     Alimentó sus ideas políticas en especial con las obras de Jean Jaques Rousseau y  con la de los pensadores romanos. Raúl Amaral apuntó que en la junta de Mayo, donde Francia tenía la mayor influencia, se acordó en “incentivar el conocimiento de Locke y de Rousseau (el del Emilio)”[1].

     Es posible adivinar su lectura del “Emilio”, en su intento de   formar al “Paraguay niño” en contacto cercano con la naturaleza y aislado del contacto con sus vecinos. Por supuesto, el filosófico tutor rousssoniano no podía estar representado más que por él.

     Siguiendo con este aire de romanticismo, Thomas Carlyle vio en el Dr. Francia una especie de genio político (un “héroe”), que a través de una visión espiritual pudo concebir la Idea de una Nación.  

     Y el mismo Augusto Roa Bastos terminó alimentando la figura mítica del Dr. Francia, describiéndolo a veces como un “espíritu” que podía aparecerse en el presente para interpretar audazmente el pasado.

     La fascinación por la aventura francista se extendió también en las últimas décadas al campo de pensadores socialistas americanos como Richard Alan White, Guerra Villaboy o García Mellid.

El aislamiento y el orden

       El pensamiento de Francia giraba en torno a la existencia de una Ley natural, lo que se refleja en su siguiente escrito de Septiembre de 1811:

“La libertad, ni cosa alguna puede subsistir sin orden, sin reglas, sin una unidad y sin concierto; pues aun las criaturas inanimadas nos predican la exactitud. En toda sociedad debe precisamente haber una jerarquía, en que cada uno se contenga sin salir de la esfera y facultades que le señalen sus puestos y el lugar a que está destinado”[2]

     ¿Por qué Francia optó por aislar al país? Sin lugar a dudas Francia poseía ideas revolucionarias, pero no radicales. Luego de la revolución le interesaba antes que nada el “orden”, y para conseguir esto nada mejor que el encierro, el encarcelamiento. Para comprender esto podemos valernos de las ideas de Michel Foucault, quien escribió sobre una sociedad disciplinaria que tenía como modelo a la prisión.

     Cecilio Báez veía en el gobierno de Francia la imagen de un mundo oscurantista, pero quizá el dictador estaba llevando adelante, es cierto, todavía en medio de una sociedad rural, la imagen descarnada de una modernidad que ha hecho del control social uno de los principales ejes de su desarrollo.

     Pero ¿cómo puede entenderse que por una parte Francia pretendía retornar al estado de naturaleza y por otra quería hacer cumplir un rígido e implícito “contrato social”?  Estas ideas difíciles de articular formaban parte de las mismas contradicciones que poseía su mentor intelectual, Rousseau, siempre errando entre las reflexiones de “Emilio” y el “Contrato social”.

(Extracto de “Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay”)

 



[1] Raúl Amaral. La filosofía en el Paraguay. 2010, p. 121.

[2] Citado en “Efraim Cardozo. Apuntes de historia cultural del Paraguay. 1985, p. 207.

miércoles, 12 de agosto de 2020

INTRODUCCIÓN A “DEL CAMPO A LA CIUDAD Y DE LA CIUDAD AL CAMPO. ENSAYO SOBRE LOS PROCESOS SOCIALES DEL PARAGUAY”.

 

   El Paraguay pasó de ser en sus orígenes una sociedad agraria, a ser ya en nuestros tiempos otra preponderantemente urbana, situación que viene aparejada con una transformación de la visión de mundo del paraguayo[1], que sin dejar de ser un hombre de costumbres agrarias, comienza a pensar y a sentir como urbano.

     Se han dado varias denominaciones a este pasaje de lo rural a lo urbano, por ejemplo, José N. Morínigo habla de sociedades de “desarrollo dual”, Luis Galeano habla de “sociedad dislocada” y  Vicente Sarubbi Zaldivar apunta a la coexistencia de tres formas de sociedad (segmentaria, estratificada y diferenciada) basándose en ideas de Niklas Luhmann.

   La modernidad constituyó en occidente todo un proceso de crisis que significó, el paso de una sociedad eminentemente agraria a otra de tipo urbana. Uno de los principales factores que intensificó esta transformación fue el desarrollo industrial.

   En el Paraguay la modernidad tuvo sus propias peculiaridades, fue parcial, conservadora y tardía. Y vino asociada con características propias, por ejemplo, la masiva migración de los habitantes del campo hacia las ciudades no se canalizó mayoritariamente hacia el sector industrial, sino hacia el sector terciario (comercio y servicios) pero de un tipo informal y precario.  

   En las ciudades a grandes rasgos se deja de confiar ya en la divinidad, en los santos y en los milagros, para apostar por la acción transformadora del hombre, que a través de la racionalidad puede llegar al desarrollo de sus sociedades y culturas.

   Pero ciertamente, en el Paraguay no se da un quiebre radical entre visión tradicional y visión moderna del mundo, antes bien, la cultural agraria pervive en las ciudades (por ejemplo el guaraní sigue siendo usado en algunos ámbitos urbanos) mientras la cultura moderna penetra los espacios rurales, en particular a través de los medios de comunicación, la migración, y aun por  procesos educativos.  

 

     Pero no queremos olvidar, que si acaso queremos mantener nuestra identidad como paraguayos, es necesario volver a nuestras raíces agrarias, no precisamente a través de una forma de retroceso tecnológico hacia una sociedad rural, sino a partir de la conservación y la reflexión de los valores que han conformado a la nación paraguaya y que en tiempos de desarrollo urbano deben ser constantemente recreados y reasumidos. Por eso nuestro ensayo se titula en un inicio “del campo a la ciudad”, lo describe claramente el proceso social paraguayo, y termina con el lema “de la ciudad al campo”, ya como una especie de pauta, o panorama algo utópico frente a la crisis de valores vigente en nuestra sociedad.

 

   Lo que en este ensayo trataremos de hacer es un esbozo de los escenarios de esta transformación espiritual que se viene gestando desde los mismos inicios de la historia paraguaya, hasta los críticos momentos que hoy nos toca experimentar.

    Para ello haremos primero estudiaremos algunos caracteres de los que podemos considerar los tres principales tipos de sociedad: la agraria, la moderna y la postmoderna (o ultramoderna o postindustrial).

     En segundo lugar estudiaremos las distintas variaciones que se han dado en el escenario rural a lo largo de la historia del Paraguay; y en tercer lugar haremos lo mismo pero en relación con el escenario urbano.

 



[1][1] Cuando escribimos “visión de mundo del paraguayo” nos referimos a la “cultura seminal” del paraguayo, que no es otra sino la cultura agraria. San Agustín hablaba de unas “razones seminales”, que son distintas a las Ideas (situadas para el mismo autor en la mente de Dios), que son creadas y que se despliegan en las cosas particulares en el tiempo y en el espacio (véase Julius Weinberg. Breve historia de la filosofía medieval, 1998, p. 46). Para más ideas véase nuestros ensayos “La Idea del Paraguay” y “Elogio a la vida del campo”.


Índice:

Introducción…………………………………………………………7

1. Sociedades agrarias y sociedades urbanas…………………...10

2. El proceso agrario paraguayo…………………………………27

3. El proceso urbano paraguayo………………………………....38

3.1. El urbanismo y la modernidad conservadora…. ………….40

3.2. El urbanismo en el mundo globalizado…………………….45

Conclusiones……………………………………………………….47

Glosario……………………………………………………………..49

Bibliografía………………………………..........…………………………50


Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1uizNfspjmW_FjbVNkXdnL1itKsyqzkRU/view?usp=sharing

jueves, 6 de agosto de 2020

EN TORNO A JUAN ANDRÉS CARDOZO (1942)

     Filósofo paraguayo. Continuador del camino abierto por los grandes exponentes de la generación de oro de la filosofía académica paraguaya (Juan Santiago Dávalos, Laureano Pelayo García, Adriano Irala Burgos y otros). Publicó “La razón como alternativa histórica” (1984), además de innumerables escritos en revistas nacionales e internacionales. Ha recibido  influencias de parte de la corriente crítica marxista, y en forma menos marcada de Ortega y Gasset o Epicuro[1]. Como maestro de las nuevas generaciones de pensadores, su insistencia recae en la necesidad de “elevarse al concepto” y apuntalar la crítica.  

      Entre las cuestiones constantes tratadas en sus escritos se encuentran la Ciencia, la Filosofía, la cotidianeidad, la justicia, la transformación de la sociedad, la libertad, la meritocracia, la identidad y otros numerosos temas. 

El hombre

     En relación con el hombre Cardozo sostiene que “la vida es lucha”[2]. Lucha por obtener un “mejoramiento” que debe ser constatado y reconocido por la sociedad[3]. En este sentido, podemos ver en Cardozo la influencia recibida también por la corriente estructural-funcionalista. La persona, el hombre, es “persona-proceso”[4], un ser en formación, en proceso de cambio, una personalidad. Pero a este proceso de cambio, a este ser en formación, Cardozo lo denomina ser-más[5]. Todas estas reflexiones deben ser incluidas en lo que Cardozo llama “realismo filosófico”[6].

La filosofía en el Paraguay  

  En lo que hace a su interpretación de la historia de la filosofía en el Paraguay sostiene que en los años 60 reinaba una onto-teología en el ámbito del pensamiento nacional, y a partir de este tiempo empezará a surgir una filosofía desligada ya de lo teológico[7]. Entiéndase que Cardozo se refiere en particular a una teología en sentido aristotélico. También, es necesario considerar que la apelación a una onto-teología[8] debe entenderse desde el contexto del pensamiento de Martin Heidegger (asimilado por Juan Santiago Dávalos, maestro de Cardozo y fuente de esta apreciación).

     Con este planteamiento de Cardozo-Dávalos (por etiquetarlo de alguna manera) se están insertando directamente las ideas de Heidegger en una interpretación de la Historia del pensamiento en el Paraguay, un enfoque filosóficamente enriquecedor y que seguirá siendo un motivo de reflexión.

     Pero esta idea sostenida por Cardozo también puede ser pensada desde Bergson.

     Esto podemos entenderlo a partir del influjo de Bergson en los pensadores nacionales, en particular en el periodo anterior a la guerra del Chaco. Con el vitalismo se daba una reacción frente al positivismo, que había acaparado la atención a finales del siglo XIX y en el primer cuarto del XX tanto entre pensadores paraguayos como latinoamericanos.  Recordemos que Bergson a su vez asimiló muchas ideas del espiritualismo europeo, con el que también se dio una reacción frente al positivismo[9].

     Considerando que Cardozo sostiene que esta onto-teología se empezó a superar con la obra de pensadores como Juan Santiago Dávalos, y que éste poseía un fuerte influjo del pensamiento de Heidegger, podríamos apreciar que este cambio de dirección estuvo asociado con la presencia notable de las ideas de filósofos como del ya citado Heidegger, además de Ortega o Marx[10] entre los pensadores paraguayos de ese tiempo.

    Recapitulando estos pasajes de la historia de las ideas en el Paraguay podríamos decir que con el positivismo se intentó lograr la independencia intelectual de España (luego de la independencia, económica y política), luego, con el vitalismo se llegó a una reacción frente al positivismo, pero continuando con la “onto-teología” que era en verdad propia de todo el pensamiento occidental, hasta que de la mano de Heidegger los pensadores paraguayos empiezan a divisar también ese “olvido del ser” que se manifiesta en particular en el campo de la filosofía de la Historia del Paraguay (si acaso cabe la expresión).

 (Extracto de “Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay”)

 



[1] Cfr. Correo semanal, 14/12/02, p. 3.

[2] Ibíd., 24/11/02, p. 3.

[3] Ibídem.

[4] Ibídem.

[5] Ibídem. A partir de estos planteamientos de Cardozo podríamos reflexionar sobre las dualidades entre el ser y el tener, planteadas por filósofos como Erich Fromm o Gabriel Marcel.

[6] Correo Semanal. 24/11/02, p. 3.

[7] Véase la conferencia de Juan Andrés Cardozo sobre Juan Santiago Dávalos, en el convivium de Filosofía de la U.C., año 2018. Disponible en web.

[8] Para más ideas sobre la onto-teología puede revisarse el libro de Fernando Tellechea, “La filosofía como reflexión sobre el hombre y la ciencia”, 2012, p. 100.

[9] Refiriéndose a Bergson dice Pedro Chinaglia: “Fue uno de los grandes filósofos que más contribuyó a orientar la Filosofía hacia los valores espirituales, liberándola de los prejuicios materialistas”. En “La filosofía a través de los siglos”, p. 339.

[10] Sobre Marx puede consultarse el ensayo “El materialismo histórico en el Paraguay” de Raúl Amaral.