Fue un filósofo francés. Es el principal exponente del racionalismo,
corriente filosófica que floreció en occidente hacia el siglo XVII. Es uno de
los más destacados exponentes de la historia de las matemáticas (creador de la
Geometría Analítica) y uno de los pilares de la filosofía moderna junto a Kant
y Hegel.
Estudió durante ocho años en un colegio jesuita (La Fleche), en donde
probablemente encontró las pistas de la filosofía medieval, que tuvieron
influencias en sus ideas (en especial San Agustín y San Anselmo), y esto, por
más que Descartes pretendía comenzar de cero su sistema filosófico. Durante
veintiún años permaneció en Holanda, en constante retiro, leyendo, pensando y
escribiendo. Al escuchar los relatos que le llegaban sobre Descartes, la reina
Cristina de Suecia escribió: “Descartes es el más feliz de todos los mortales y
su condición me parece digna de envidia”. Y precisamente, invitado por su
entusiasta admiradora, el filósofo francés emprendió su último viaje hasta los fríos parajes de Estocolmo (Suecia),
en donde murió de pulmonía.
Entre sus obras cabe citar: “Reglas para la dirección del espíritu”
(escrita en 1628 y publicada en 1701), las “Meditaciones metafísicas” (escrita
en 1640), el “Discurso del método” (1637)
y los “Principios de la filosofía” (1644).
Es posible dividir el estudio del pensamiento de Descartes en tres
temáticas: el mundo, el hombre y Dios.
2.
El mundo
2.1. El conocimiento
La reflexión de René Descartes surge como reacción a la incertidumbre
que reinaba en el ambiente cultural de su época, luego de la crisis de la
escolástica y del surgimiento de la filosofía renacentista; y así se abrían las
puertas de una importante etapa del pensamiento occidental, la filosofía
moderna.
Para librarse del escepticismo, el pensador francés tendrá como modelo
aquel tipo de conocimiento que en sus tiempos había empezado a desarrollarse
con mayor intensidad: las matemáticas, por supuesto, unida a su fuerte
adherencia a la física de su tiempo[1].
Una de sus obras más conocidas, el “Discurso del método” prácticamente echará a
andar el pensamiento moderno y apuntalará el mismo desarrollo del conocimiento
científico[2].
Para Descartes la Razón es única, así que si el camino tomado por las
matemáticas tuvo buenos resultados en los años que anunciaban a la modernidad,
también debería repetirse otra buena
senda para la filosofía. Descartes introduce así la idea de la Razón Total, que
se manifiesta con la misma fuerza en todos los ámbitos de la vida humana.
Al respecto dice Descartes:
“Todas
las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual
permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe
de ellos más distinción que la que la luz del sol recibe de los diversos
objetos que ilumina”
Un tiempo después Hegel llevará al extremo este planteamiento
cartesiano.
Descartes introducirá los principales presupuestos del racionalismo: el
conocimiento de lo real puede ser construido deductivamente, y esto, a partir
de unas ideas que son consideradas innatas.
En las “Reglas para la dirección del espíritu” Descartes sostiene que
existen dos “modos de conocer” principales: la intuición y la deducción.
Entonces, la mente “intuye” los principios del pensamiento y desde ellos
“deduce” las conclusiones en donde desembocan las relaciones entre principios.
Y este es el escenario fundamental de la razón para el filósofo francés. Un
escenario que implica también la estructuración
de la razón.
2.2. La naturaleza como máquina
Siguiendo su método Descartes plantea que la idea de extensión, que
define al mundo físico, se muestra al yo como clara y distinta. El mundo queda
reducido así a mera extensión, que se presta a los cálculos precisos de la
geometría analítica, disciplina matemática creada por el mismo Descartes.
La naturaleza es como una máquina entonces, y el cuerpo humano, que
forma parte de este mundo natural, también lo es.
La visión mecanicista del mundo empezará a articularse aquí, de manera
tal que toda la física clásica (con la excepcional figura de Isaac Newton)
seguirá estas directrices. El mismo Manuel Kant no hará otra cosa que tratar de
justificar filosóficamente los planteamientos de la física matemática, que
conllevaban la desarticulación del hombre en cuerpo y mente (razón teórica y razón
práctica, fenómeno y noúmeno, entendimiento y razón).
2.
El hombre
A diferencia de Platón, para Descartes el desafío principal de la
filosofía no estribaba en intuir una idea y ascender progresivamente hasta su
forma más pura y eminente (incluso en un mundo distinto al que corresponde a
los sentidos) sino encontrar en este mismo mundo un punto de partida sólido y
certero que permita construir sobre él todo el edificio del pensamiento
filosófico.
Descartes inicia el modernismo
reavivando el dualismo antropológico entre el cuerpo y la mente, que ya Platón
había establecido en la madurez del
pensamiento antiguo. Pero en Descartes la separación es radical, considerando
que en Platón aún era posible ciertas influencias entre los componentes biológico
y mental del ser humano, pero en el filósofo francés ambos factores constituyen
“substancias”, subsistentes por sí mismos y sin ningún tipo de relaciones
directas entre sí. Debemos decir, de todas maneras, que Descartes trató de
encontrar un nexo entre el alma y el cuerpo en la llamada glándula pineal, aunque esto al parecer no constituyó más que una
digresión dentro de su sistema de ideas[8].
Así, con Descartes, el ser del hombre empieza a fragmentarse como
consecuencia del advenimiento de una razón que se cree todopoderosa, que desde
Bacon se propone dominar a la naturaleza, pero que paulatinamente también
arroja sus redes de amaestramiento sobre el cuerpo humano y la sociedad.
Esto que propone Descartes, esta fragmentación de la vida del hombre,
tendrá su réplica en filósofos como Kant, que dividirán el mundo en cosa en sí
y representación, quiebre que luego Hegel tratará de subsanar; en Marx, quien
hablará de la alienación del ser humano en la sociedad capitalista; en
Tocqueville, quien escribirá sobre el empequeñecimiento del hombre moderno; en
Durkheim quien describirá la anomia y el aislamiento en las sociedades
industriales; o en Simmel, quien verá como la cultura objetiva amenaza con
taponar cualquier espacio de despliegue de la cultura subjetiva (el cultivo
interior). Entonces, podemos apreciar como todo este movimiento de alienación,
de masificación, de maquinización, de cosificación, comenzó a intensificarse a
partir de los planteamientos cartesianos sobre el tema.
3. Dios
Para Descartes existen tres substancias: la substancia pensante (la
mente), la substancia extensa (la materia) y la substancia infinita (Dios).
En última instancia Dios asegura la correlación que se da entre el conocimiento
y el mundo exterior. De ahí la sentencia cartesiana que reza: “un ateo no puede
ser geómetra”. Y no podría serlo porque es Dios quien asegura el conocimiento
del mundo extenso. De ahí también que cuando Nietzsche escribe “Dios está
muerto”, se refiere también a la muerte del fundamento último que aseguraba, o
por lo menos justificaba todo el despliegue de la razón.
Podemos ver aquí como el método dialéctico, tanto en sentido metafísico
como cognoscitivo se va engendrando (desde las tres substancias), hasta madurar
posteriormente en las ideas de Kant y Hegel.
(Extracto de “Robert León Helman. Una
mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).