Ya a través de los mitos, las leyendas y
las religiones el ser humano de distintas épocas ha tratado de explicar los
problemas más acuciantes relativos a la sociedad: su origen, fundamentos,
formas y fines, pero recién hacia el siglo IV a.c. comenzaron a enfocarse estos
problemas en forma más racionalizada (en especial con Sócrates y los sofistas,
en la antigua Grecia); desde entonces hasta nuestro tiempo las incógnitas, las
reflexiones, los libros sobre el tema, los debates y las polémicas continúan, quizá
cada vez con más fuerza, pues la expansión de la modernidad a lo largo y ancho
del planeta ha puesto a la cuestión social en primera plana.
Hablar de un mundo gris, es como hablar de un mundo que no se adapta a las
claridades enceguecedoras de los optimistas ni se conforma con los pronósticos
sombríos de los pesimistas (la postura pesimista es siempre tentadora, en
especial para aquellos que muestran un temperamento melancólico). Un mundo gris
es un espacio a la vez lleno de oportunidades, de incertidumbres, de peligros y
de goces, apto para el crecimiento y la muerte, para el dolor y el júbilo.
Cuando usamos la palabra “mundo”, no
queremos referirnos a la totalidad de la naturaleza ni al planeta tierra, sino
al espacio socio-cultural en el que habitamos, conocemos, sufrimos y gozamos.
En tal sentido, lo social y lo cultural constituyen la situación[1]
en la que nos encontramos como seres vivos y como individuos.
Podemos pensar el mundo social desde
distintas aristas, sea desde la sociología, la economía, la antropología
cultural, la psicología social, la filosofía, etc. Sin embargo, lo que aquí intentaremos
desarrollar será la búsqueda de un modo tanto
ético como estético para ubicarnos en la sociedad, que al final de cuentas
no nos proporcionará otra cosa que la posibilidad de vivir tolerablemente[2].
No encontraremos pues en este modesto ensayo rimbombantes anuncios de felicidad
social, ni proclamas de liberación de las cadenas de la injusticia; dejemos eso
para los obstinados simpatizantes de la utopía política.
Pero ¿Qué queremos decir cuando hablamos de ética y estética, y más aún al relacionarlas con las condiciones
socio-culturales de nuestro tiempo? Lo estético desborda lo meramente teórico y
se despliega en una transformación del sujeto cognoscente, que deja su
condición fundante, egoísta y apegada, propia de nuestra mezquina
cotidianeidad. La modernidad trató de imponer esa condición del sujeto, pero
hoy lo que ella nos ha dejado es un profundo desengaño frente a tantas promesas
desviadas e incumplidas. Así, un enfoque estético reclama del lector algo más
que la mera comprensión, reclama la búsqueda del goce del espíritu. De Todas
maneras, una lectura meramente comprensiva también es posible, desde luego, y
mejor si tiene inclinaciones críticas.
Cuando hablamos de ética, nos referimos a una de tipo social, es decir, nos proponemos
poner al tapete unos valores sociales (en especial los que corresponden a la
democracia) que nos permitan encontrar normas de conducta que nos ayuden a
mejorar nuestros niveles de convivencia, y con ello acercarnos, como y dijimos,
a una vida algo más tolerable.
Nuestro ensayo está dividido en tres partes
que se realimentan mutuamente, la primera constituye un recorrido de las ideas
fundamentales sobre la sociedad y la cultura que utilizamos en el trabajo; la
segunda se concentra en estudios sobre la estructura y el cambio en la
sociedad; y la tercera se desarrolla como una búsqueda direccionada hacia
posturas que nos permitan lograr un mundo sociocultural más tolerable.
El problema
del mal en el mundo, que había tomado un rumbo intelectualista con los
clásicos pensadores griegos, que con el cristianismo se dramatizó con la idea
del pecado original, que con los modernos adquirió un enfoque que al ser
secularizado se hizo socio-cultural, hoy
destila un panorama sombrío, pues los metarrelatos han perdido consistencia y
el futuro ha dejado de entusiasmar a las masas. Navegamos hacia ninguna parte,
cuidándonos de no empeorar la deplorable situación en la que el mundo se
encuentra. Tal vez entonces, una ética social sólo puede prometernos ya hacer
de la convivencia algo más tolerable, luego de tantas discordias, guerras
internacionales y agresiones al medio ambiente.
Y precisamente el mal en el mundo hoy se
muestra de manera particular en los desafíos que la humanidad posee tanto en el
presenten como en el futuro: la degradación ambiental, las guerras, la pobreza
y la desintegración espiritual del individuo.
Pero buscar un espacio tolerable para vivir
no implica que la crítica social sea
paralizada, al contrario, en la medida en que la configuración socio-cultural
se complejice a través de ella, podrá mantenerse a flote en medio de las
crecientes incertidumbres de nuestro tiempo.
Cuando hablamos de ética, necesariamente nos
topamos con la trivialidad que llena a la cotidianeidad y que se conjuga con el
dolor interminable de tener que luchar por sobrevivir y figurar mejor en una
sociedad mundial sumida en una profunda crisis de valores. Esto termina
desembocando en un crudo narcicismo difundido ampliamente[3].
Vemos que el mundo se desmorona ¿Qué hacer entonces? ¿Simplemente contemplar
como todo se va al diablo? ¿O es que acaso todavía hay posibilidad de
salvación? Las ideologías de la gran promesa se han desinflado, la misma
ciencia ha dejado de ser la garante del progreso, y así, quizá lo que
humildemente nos resta es buscar por lo menos una sociedad más tolerable.
¿Acaso ya es esto mucho pedir? No si confiamos en las posibilidades del
aprendizaje humano.
A partir de esto alguno puede preguntarse
por qué lo ético tiene que ver especialmente con lo social. En las condiciones
actuales de crisis de los fundamentos, un saber cómo la ética, que pretendía
ser universal e incuestionablemente verdadero, ahora sólo puede ser consensuado
y no impuesto. Esto nos obliga a ver la ética como una extraña dualidad de
principios de mínimos de convivencia y de máximos de auto-realización.
Entre estas polaridades de la vida humana
podemos desplegar los propósitos del ensayo, como un viaje de ida y vuelta
entre lo pragmático de la ética social y lo gozoso e inefable de lo estético.
Partir de la crisis de los fundamentos no implica renunciar al conocimiento, antes bien, ir en busca de un renovado
encuentro con el saber, de modo a dejar de lado esa fría imagen que se tiene de
la actividad intelectual como un juego sacrificado y exigente al que solo se
pueden entregar unos pocos estudiosos. La modernidad quiso emparentar a la
filosofía con las ciencias, mas, lo que ahora también podemos reclamar es que
la filosofía vuelva a ser el juego maravilloso que surge desde el asombro ante
el espectáculo del mundo y del hombre.
[1] Cfr: Robert
León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual, 2018,
p 23-30. Hemos optado por un modo de tratar las citas que creemos simplificará
el trabajo del lector interesado: apuntaremos primero el nombre del autor,
luego el título de la obra, el año de publicación y finalmente las páginas
aludidas; las referencias bibliográficas completas el lector las encontrará en
la parte final del ensayo.
El concepto de “situación” fue
desarrollado principalmente por Karl Jaspers. En el contexto de Ortega y Gasset
podríamos hablar de circunstancias, aunque el filósofo español agrega a este
concepto incluso el cuerpo físico.
[2] Que sería el
principal producto de los enfoques éticos que proponemos, ya sea en este ensayo
(ética social) o en otros (ética personal en “La auto-ética. Ensayo sobre la
vida humana individual).
[3] Cfr. Lipovetzki,
Gilles. La era del vacío, 1986.
Índice:
Introducción……………………………………………………........7
Primera Parte: Estudios sobre la
sociedad y a la cultura…...…13
1.1. El problema del mal en el hombre y
en la sociedad……....14
1.2. La crisis de los fundamentos………………………………...23
1.3. La sociedad y la cultura……………………………………...26
1.4. Ideologías y pensamiento
débil…………………………….44
Segunda Parte: Estructura y cambio
social……………………..52
2.1. Las organizaciones de la
sociedad…………………………..55
2.2. El control y la desviación
social………...……………...……59
2.3. La migración………………………………………………..…68
2.4. La idea de desarrollo…………………………………………70
2.5. La sociedad civil……………………………………………....77
Tercera Parte: En búsqueda de un mundo
más tolerable……..78
3.1. Las posibilidades de lograr un
sentido crítico social…..…79
3.2. El juego democrático…………................................................82
3.3.
Un paso más en el cambio del mundo…………..………....86
Conclusiones……………………………………………………….99
Glosario…..………………………..………………………………100
Bibliografía……………………..………………………………....102
https://drive.google.com/file/d/1KMMm9dPsIdXmKSfFZUCgJl861xw8PYOL/view?usp=sharing
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