El abrazo del campo al alma (a
través de su entorno natural y cultural), simboliza el encuentro con una nueva
plenitud, luego de los desengaños producidos por la vida urbana. La ciudad es
el espacio geográfico y espiritual de la racionalidad formal (Weber), de la
muerte de Dios (Nietzsche), del predominio de la cultura objetiva sobre la
subjetiva (Simmel), y por ello el retorno
al campo constituye una nueva apuesta por alcanzar el goce de las Ideas, de
los arquetipos, sobreponiéndose uno al absurdo y a la anomía, caracteres
propios de la existencia urbana.
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