lunes, 17 de octubre de 2016

EN TORNO A UN MUNDO GRIS. ENSAYO DE FILOSOFÍA SOCIAL (ED. 2016)


INTRODUCCIÓN



   Los planteamientos sobre la sociedad, su origen, fundamentos, formas y fines, comenzaron a hacerse en forma secularizada hacia el siglo IV ac, con Sócrates y los sofistas, desde entonces hasta nuestro tiempo las incógnitas, los libros sobre el tema, los debates y las polémicas continúan, quizá cada vez con más fuerza.



   Hablar de un mundo gris, es como hablar de un mundo que no se adapta a las claridades enceguecedoras de los optimistas ni se conforma con los pronósticos sombríos de los pesimistas (la postura pesimista es siempre tentadora, en especial para aquellos que muestran un temperamento melancólico). Un mundo gris es un espacio a la vez lleno de oportunidades, de incertidumbres, de peligros y de goces, apto para el crecimiento y la muerte, para el dolor y el júbilo.

   Cuando usamos la palabra “mundo”, no queremos referirnos a la totalidad de la naturaleza ni al planeta tierra, sino al espacio socio-cultural en el que habitamos, sufrimos y gozamos. En tal sentido, lo social y lo cultural constituyen la situación[1] en la que nos encontramos como seres vivos y como individuos.

   Podemos pensar el mundo social desde distintas aristas, sea desde la sociología, la economía, la antropología cultural, la psicología social, la filosofía, etc. Sin embargo, lo que intentaremos desarrollar será, aparte de una crítica de las míseras condiciones espirituales de nuestro tiempo, la búsqueda de un modo tanto ético como estético para ubicarnos en él, que al final de cuentas no nos proporcionará otra cosa que la posibilidad de vivir tolerablemente. No encontraremos pues en este modesto ensayo rimbombantes anuncios de felicidad social, ni proclamas de liberación de las cadenas de la injusticia; dejemos eso para los obstinados simpatizantes de la utopía política.

   Pero ¿Qué queremos decir cuando hablamos de ética y estética, y más aun al relacionarlas con las condiciones socio-culturales de nuestro tiempo? Lo estético desborda lo meramente teórico y se despliega en una transformación del sujeto cognoscente, que deja su condición fundante, egoísta y apegada, propia de nuestra mezquina cotidianeidad. La modernidad trató de imponer esa condición del sujeto, pero hoy lo que ella nos ha dejado es un profundo desengaño frente a tantas promesas desviadas e incumplidas. Asi, un enfoque estético reclama del lector algo más que la mera comprensión, reclama la búsqueda del goce del espíritu. De Todas maneras, una lectura meramente comprensiva también es posible, desde luego, y mejor si tiene inclinaciones críticas.



   Nuestro ensayo está dividido en dos partes que se realimentan mutuamente, la primera constituye un recorrido de las ideas fundamentales sobre la sociedad que utilizamos en el trabajo; la segunda se desarrolla como una búsqueda direccionada hacia posturas que nos permitan lograr un mundo sociocultural más tolerable. 



   El problema del mal en el mundo, que había tomado un rumbo intelectualista con los clásicos pensadores griegos, que con el cristianismo se dramatizó con la idea del pecado original, que con los modernos adquirió un enfoque que al ser secularizado se hizo socio-cultural,  hoy nos muestra un panorama sombrío, pues los metarrelatos han perdido consistencia y el futuro ha dejado de entusiasmar a las masas. Navegamos hacia ninguna parte, cuidándonos de no empeorar la deplorable situación en la que el mundo se encuentra. Tal vez entonces, una ética social sólo puede prometernos ya hacer de la convivencia algo más tolerable, luego de tantas discordias, guerras internacionales y agresiones al medio ambiente.

   Pero buscar un espacio tolerable para vivir no implica que la crítica social sea paralizada, al contrario, en la medida en que la configuración socio-cultural se complejice a través de ella, podrá mantenerse a flote en medio de las crecientes incertidumbres de nuestro tiempo.

   Cuando hablamos de ética, necesariamente nos topamos con la trivialidad que llena a la cotidianeidad y que se conjuga con el dolor interminable de tener que luchar por sobrevivir y figurar mejor en una sociedad mundial sumida en una profunda crisis de valores. Esto termina desembocando en un crudo narcicismo difundido ampliamente[2]. Vemos que el mundo se desmorona ¿Qué hacer entonces? ¿Simplemente contemplar como todo se va al diablo? ¿O es que acaso todavía hay posibilidad de salvación? Las ideologías de la gran promesa se han desinflado, la misma ciencia ha dejado de ser la garante del progreso, y así, quizá lo que humildemente nos resta es buscar por lo menos una sociedad más tolerable. ¿Acaso ya es esto mucho pedir? No si confiamos en las posibilidades del aprendizaje humano.

      A partir de esto alguno puede preguntarse porque lo ético tiene que ver especialmente con lo social. En las condiciones actuales de crisis de los fundamentos, un saber como la ética, que pretendía ser universal e incuestionablemente verdadero, ahora sólo puede ser consensuado y no impuesto. Esto nos obliga a ver la ética como una extraña dualidad de principios de mínimos de convivencia y de máximos de auto-realización.

   Entre estas polaridades de la vida humana podemos desplegar los propósitos del ensayo, como un viaje de ida y vuelta entre lo pragmático de la ética social y lo gozoso e inefable de lo estético.

   Partir de la crisis de los fundamentos no implica renunciar al conocimiento,  antes bien, ir en busca de un renovado encuentro con el saber, de modo a dejar de lado esa fría imagen que se tiene de la actividad intelectual como un juego sacrificado y exigente al que solo se pueden entregar unos pocos estudiosos. La modernidad quiso emparentar a la filosofía con las ciencias, mas, lo que ahora también podemos reclamar es que la filosofía vuelva a ser el juego maravilloso que surge desde el asombro ante el espectáculo del mundo y del hombre.


Enlace al ensayo completo:

[1] Cfr: Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. Interiora terrae, Asunción, 2014, p 12-13.  En adelante apuntaremos las citas de este autor con las siglas R.L.H.
[2] Cfr: Lipovetzki, Gilles. La era del vacío. Anagrama Barcelona, 1986.

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