GRITO
AGRESTE
(Letra y música: Robert León Helman)
Grito
agreste traspasa el mandiocal, llevando las penas de este sueño campestre…
Si
pudieras tocar este mal, te cantaría como canto al campo…
Vos
andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la siembra…
Bien
conoces la triste canción, de los que hablan en el alma del campo…
Si
pudieras besar la oración, te ofrecería mi guitarra y mi canto…
Vos
andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la siembra…
Comentarios:
¿Cómo interpretar este “grito” que parte del mundo agrario? ¿Es acaso de
desesperación, de alegría o de angustia? Podría partir desde cualquiera de estos estados anímicos,
pero aquello que viene más a propósito de la elaboración de una obra artística
quizá sea la angustia, pues ella abre a la nada sobre la que nos paramos y
sobre la cual se erige a su vez un mundo pletórico de símbolos (como arquetipos
o Ideas).
“Llevando las penas de este sueño campestre”. Pero ¿en dónde residen las
penas del mundo agrario paraguayo? Se podría plantear que en dos factores
principales: por un lado la pobreza divisada en distintos ámbitos (en términos
de capital económico, cultural, social o simbólico), una pobreza que sin
embargo muestra su cara de sencillez en el modo y en los ritmos de la vida
diaria, hasta podría decirse que estas carencias contribuyen a templar el
carácter de los arandu ka’aty (sabios
del bosque) que aún podemos encontrar cuando nos adentramos en las compañías
agrarias de nuestro país.
El otro factor que podría producirnos aquella pena espiritual que nos
mueve a tomar una postura estética, es la creciente fuga de la población joven
de las zonas campesinas, lo que se refleja en campos cada día más silenciosos y
melancólicos, una visión pletórica de símbolos que nos ayudan a reflexionar
sobre los procesos sociales y culturales del Paraguay.
“Si pudieras tocar este mal te cantaría como
canto al campo”.
La visión del mal en un mundo en
donde predominan concepciones pre-capitalistas no puede ser precisamente la de
la modernidad, es decir, el mal no tiene que ver con una determinada
organización de la sociedad, sino con el cumplimiento de unos ciclos que se van
repitiendo como las estaciones del año. En tal sentido, las deplorables
condiciones de la sociedad y la cultura campesina revelan un tiempo de
decadencia, de ocaso y despedida.
Cuando hablamos de “tocar este mal”, nos referimos a sentirlo y vivirlo
estéticamente, de modo tal que uno pueda
“comprender” la canción que despliega este mensaje, y aún, recrearla en
nuestra propia alma.
“Vos andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la
siembra”. Este canto pinta a través del lenguaje los espacios agrarios (como
las sendas arenosas y los sembrados), y al hacerlo propicia la unidad del
hombre con su entorno, una unidad que puede ser no solamente simbólica, sino
también puede ser vivida a través una intuición maravillosa.
“Bien conoces la triste canción, de los que hablan en el alma del
campo”. Esta frase recrea lo que ya habíamos dicho sobre la pena sublime que
brota en la experiencia estética del campo. “Los que hablan en el alma del
campo” no son sino aquellos llamados “arandu ka’aty”, sabios del bosque, de
espíritu noble, y ya en peligro de extinción ante el avance incontenible de las
miserias urbanas.
“Si pudieras besar la oración, te ofrecería mi guitarra y mi canto”.
También, como ya expusimos más arriba, se propone al lector y al oyente de esta
canción que se dé un paso más, hacia la vivencia de los símbolos o Arquetipos
de la vida agraria, y de este modo lograr cerrar el círculo mágico de la
creación artística, cuando el intérprete de una obra re-crea en su ser el flujo
mismo que dio origen a la experiencia estética del autor.
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