jueves, 31 de julio de 2025

A CIENTO SESENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ANDRÉS BELLO (1781-1865)

 

     Fue un filósofo, gramático, jurista y político venezolano. En el campo del pensamiento social fue influenciado por las ideas de Edmund Burke[1] y Jeremías Bentham.

      Entre sus obras podemos citar: “Filosofía del entendimiento” (1843), “Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos” (1847), “Sociología de lo bello”, “Filosofía moral”, “Código civil de la república de Chile” (1855). Fue contratado por el Estado de Chile para contribuir en su ordenamiento legal y educativo.

El orden

     Ivan Jaksic, titula a uno de sus libros como “Andrés Bello: la pasión por el orden”[2]. Más allá de lo acertado del título, podríamos decir que el orden y el progreso se convirtieron en la bandera de muchos pensadores latinoamericanos que buscaban a través del positivismo europeo encontrar una dirección clara luego del anarquismo caudillista en el cayeron la mayoría de los países de la región luego de la independencia de la monarquía española.

     Si en alguna medida la ilustración fue el aliento intelectual para llevar adelante las revoluciones de la independencia, y el romanticismo fue la fórmula para prestar atención a las peculiaridades sociales y culturales de las comunidades en las que se pretendían introducir cambios, el positivismo fue la brújula para orientarse decididamente hacia “el orden y el progreso”.

Pensamiento político

Bello pregonó para Chile y la región un republicanismo que propiciará cambios graduales en el sistema social, gracias a una legislación clara y eficiente que garantizara la convivencia ciudadana. Así, al modo de un Bentham latinoamericano pregonaba el logro, a través del la acción del Estado, del mayor bien posible para el mayor número de ciudadanos.

Educación

La virtud de los ciudadanos, esencial para la consolidación de las recién nacidas repúblicas latinoamericanas, debía lograrse a través de un sistema educativo eficiente y amplio. Y precisamente, el estado de anarquía en el que había caído la región luego de las gestas independentistas, tenía que ver con la proliferación de individuos que no habían asumido su rol de ciudadanos, sino que se habían dejado llevar por la marea irrefrenable del caudillismo.

 (Extracto de "Robert León Helman. Pensar desde América. Ensayo sobre el pensamiento latinoamericano").



[1] (Jaksic, 2001, pág. 130)

[2] (Jaksic, 2001)

miércoles, 16 de julio de 2025

INTRODUCCIÓN A "LA IDEA DEL PARAGUAY. HACIA UNA VISIÓN ESTÉTICA DE LA HISTORIA DEL SISTEMA SOCIAL PARAGUAYO"

 

     Ya no estamos para postular un historicismo con aspiraciones políticas, sin embargo, el campo de lo estético se nos ha abierto ampliamente, de modo tal que podemos aventurarnos a interpretaciones filosóficas de la historia del sistema social paraguayo, que nos den una perspectiva global y a la vez débil[1], que no solamente nos proporcione conocimientos, sino también goces espirituales[2].

     También, la “Idea”[3] del Paraguay se nos abre como un camino renovado para el conocimiento de nuestra cultura y a su vez, para forjar el esquema de una identidad nacional en movimiento[4]. Entonces, en el contexto de este ensayo la identidad no es sino el despliegue de una Idea[5].

   Alguno podría plantear que a la hora de buscar goces intelectuales uno debería recurrir a una obra de carácter lírico y no a un ensayo histórico-filosófico, frente a lo cual sostenemos que una lectura que busca conocimientos o comprensión, no tiene por qué estar cerrada al deleite estético; aunque es cierto, las formas del trabajo deberán ser las propias de un estudio teórico y no de una poesía o una novela. Una idea o concepto puede ser contemplada o intuida, ahora, su definición, es decir, la delimitación de sus caracteres debe ser ya pensada. Entre esta danza de intuición y razonamiento queremos desenvolvernos.  

   En la búsqueda y vivencia de los arquetipos de la cultura paraguaya pretendemos alimentar nuestras reflexiones y fortalecer los pasos de nuestro recorrido, de modo a recrear constantemente esta interminable aventura de pensar estética, orgánica e históricamente al Paraguay. A partir de esto, la  pregunta que podemos hacernos es ¿Cómo se despliega esta Idea del Paraguay a lo largo de la historia[6]?

     La Idea del Paraguay está en continuo flujo, pero un flujo que pasa por las cuatro edades propias de un organismo: infancia, juventud, madurez y vejez. Pero el punto de partido no es sino aquello que llamamos la cultura seminal, que constituye a una estructura de arquetipos que expresan la visión del mundo, del hombre y de la sociedad del Paraguay de tierra adentro.

     Estas edades, que parten de la cultura seminal, podrían ser consideradas a su vez como sub Ideas. Entonces, atendiendo a lo recién expuesto podríamos  dividir nuestra primera pregunta en dos más: ¿En qué consiste la cultura seminal? ¿Cómo se despliega la Idea del Paraguay en su infancia, juventud, madurez y vejez?

     Prestar atención a este despliegue nos puede proporcionar dos resultados: primero,  la imagen de una identidad nacional, en donde el goce estético nos anima y reconforta; y en segundo lugar, esta misma identidad nacional nos puede permitir consolidar el conocimiento del sistema social paraguayo.

 

   Pero ¿Qué queremos decir cuando hablamos de un conocimiento estético? Como todo conocimiento, el estético también constituye una polaridad entre sujeto cognoscente y objeto conocido. El objeto en la contemplación estética lo constituyen los símbolos, o los arquetipos, o las proto-formas que caracterizan al mundo contemplado, lo que resumimos con el término Idea. Pero también, a la par de las Ideas se hace patente la nada, que ocupa la posición de fundamento de todo lo existente[7]. Por su parte, el sujeto adquiere un estado distinto del que es propio de la cotidianeidad y la ciencia¸ pues se hace puro e involuntario[8], y abandona el apego hacia una realidad cotidiana infundada y esclavizante (por la concepción de la identidad como estatus-rol[9]). Por ello, esta obra reclama del lector algo más que su mero estudio, reclama el intento de que se vivencien, a través de la intuición, los caminos que van siendo recorridos por las conceptos, juicios y razonamientos de los distintos capítulos y apartados. 

 

   Las reflexiones de Rodolfo Kusch, Octavio Paz y Victor Frankl sobre la filosofía latinoamericana que anida en lo profundo de las distintas manifestaciones culturales de los pueblos latinoamericanos, unido a los trabajos crítico-históricos de pensadores paraguayos como Adriano Irala Burgos, Juan Santiago Dávalos y Lorenzo Liveres Banks[10], nos dan a entender que el sendero del pensamiento desde Latinoamérica y el Paraguay nos conduce hacia horizontes aún insospechados.

   A propósito, aludiendo a las matrices narrativas de la historia paraguaya propuestas por Darío Sarah[11], podemos estar seguros, como  el autor parece indicarlo, que es posible ampliar las formas en las que nos conocemos e interpretamos, incluso si tales formas tienen afanes meramente estéticos. Pero al contrario de lo que espera Sarah, no proponemos una “mejor” interpretación de la historia cultural del Paraguay, logro que miramos con desconfianza, lo que si nos atrevemos a realizar es “otra” visión de ella[12].

   En medio de la dialógica entre la comprensión y la explicación, no está por demás decir que las pretensiones principalmente estéticas de las reflexiones sobre la Idea del Paraguay revelan una preeminencia de la comprensión. Así, la misma búsqueda de objetividad pasa intencionadamente a un segundo plano.  Sumidos en el microcosmos paraguayo, marcharemos hacia la aventura de repetir un macrocosmos  debilitado.

   Siguiendo la contraposición de Helio Vera[13], no podemos decir que la Idea del Paraguay se relacione con el Paraguay de gua’u o el Paraguay te’ete (en términos formales, cultura ideal y cultura real),  diferenciación que creemos no es fácilmente realizable. La Idea del Paraguay se sustenta en el estudio y la vivencia del mundo simbólico, mítico y mágico de la cultura paraguaya. ¿Es el auténtico Paraguay aquel que es descripto por las metódicas ciencias humanas?  La crisis de los fundamentos de la razón nos permite  creer que una lectura estética y hermenéutica también es posible y hasta necesaria.

 

   Así, la consideración del Paraguay por parte de Natalicio González, como un arquetipo (o una Idea), no es más que la constatación que el pensador guaireño ha hecho de la preponderancia del pensamiento simbólico-mítico-mágico sobre el empírico-racional-técnico en la cultura paraguaya.  Y hablar de la Idea del Paraguay es tratar de permanecer en ese marco maravilloso, destilando las implicancias estéticas que posee.

   Aquí pondremos al tapete esta preponderancia, pero no ya con pretensiones dogmáticas, como aquellas que pueden desprenderse de un abordaje acrítico de lo mítico o lo mágico, sino con la idea de hacer de nuestra propia “identidad nacional” una aventura de re-descubrimientos constantes. En tal sentido, la tarea llevada a cabo en este ensayo puede ayudarnos a valorar la cosmovisión paraguaya en medio de este maremágnum del mundo globalizado que desafía constantemente las construcciones de nuestra identidad tanto personal como cultural.

 

     Desde el mismo nacimiento de la cultura paraguaya, se ha buscado de una manera peculiar la eliminación del mal en el mundo[14] transformando a la sociedad (afán propio de la modernidad), aventura que llega hasta nuestros días, marcados por una crisis de valores que se refleja en la destrucción del medio ambiente, los conflictos sociales[15] y la desintegración moral del individuo[16]. Y precisamente, nosotros también podemos postular que el mal (o el sufrimiento) está en la sociedad, en este caso, en la sociedad paraguaya, y el mejor abordaje a esta situación es la construcción de identidades, que en el contexto socio cultura en que nos encontramos debe basarse en esquemas morales flexibles basados en valores democráticos.

 

   Partiremos entonces de las semillas de la cultura paraguaya, (el Paraguay seminal) que se expresa en una visión originaria del hombre y del mundo, para luego ver su desarrollo orgánico e histórico,  a partir de una hermenéutica impulsada a partir de nuestras pretensiones estéticas, cognoscitivas y éticas.

 

 Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1ANj0of8zhEimVHWxbQE3MubQYJrOxXCM/view



[1] En referencia a un pensamiento sin fundamento planteado por Gianni Vattimo (1990).

[2] El goce espiritual se puede dar en cualquiera de las tres formas del cultivo del espíritu: el arte, la espiritualidad o la intelectualidad. En el presente ensayo de alguna manera conjugamos las tres formas, aunque con el predominio de la intelectualidad, ya que apelamos a cadenas de pensamientos. Invocamos a una experiencia estética (conectada con lo artístico) ya que nos valemos de arquetipos o Ideas como objetos de nuestro conocimiento (por ejemplo las edades de la vida). Y también de alguna manera nos abrimos a la espiritualidad, ya que la experiencia estética nos permite desligarnos del pensamiento centrado en el ego (sujeto fuerte) y nos libera para pensar desde la misma Nada.

[3] Del griego “idea” (idea), que significa “forma”. También está asociado con el verbo “eidw” (eido), que significa “ver”.

[4] Términos también utilizados por Bartomeu Meliá, pero que en este ensayo deben ser entendidos en un contexto teórico distinto. También Edgar Morin escribe sobre una construcción en movimiento, como una composición musical; véase “El método 3. 2006, p. 25”,

[5] Para los neoplatónicos las Ideas se encontraban en la mente o en el alma de Dios, y así siguiendo con esta reflexión, podríamos decir que pensar y sentir a la Idea del Paraguay nos hace partícipes del “alma del Paraguay”. Considérese desde esta apreciación el título de la obra más conocida del pensador nacionalista paraguayo Manuel Domínguez: “El alma de la raza”.   

[6] Entendemos aquí al término Idea como “forma”, en el sentido que le dio Goethe y que fue seguido por Oswald Spengler. La Idea en esta concepción se halla sometida a un proceso de cambios de tipo orgánico, que son interpretados a través de las analogías que ofrece la naturaleza.

[7] (León Helman, 2013/2022, págs. 24-26)

[8] (Schopenhauer, 1819/1927)

[9] (Parsons, 1951/1988)

[10]Cfr. Adriano Irala Burgos. La epistemología de la historia en el Paraguay. Estudios paraguayos, Vol XXIV, nro. 2, 2006; Dávalos-Livieres. El problema de la historia del Paraguay. En Beatriz G. de Bosio-Eduardo Devés-Valdez. Pensamiento paraguayo del siglo XX,  2006, p. 175-186.

[11]  Darío Sarah. Prólogo a: Mauricio Schvartzman. Una contribución al estudio de la sociedad paraguaya. SNC, Asunción, 2011, p. 11-18.

[12] En tal sentido nos parece interesante lo que propone Milda Rivarola “Mirarse en otros espejos, crear mitos históricos, movilizadores propios, aunque más no sea para poder construir el presente con dignidad y para vivirlo con alegría”. Citado en Eduardo Devés-Valdés. Pensar en Paraguay hacia el 2000. En G. de Bosio-Devés-Valdés. Pensamiento paraguayo del siglo XX, ed. cit., p. 308.

[13] Helio Vera. En busca del hueso perdido (1989). Servi libro, Asunción, 2006, p. 46-47.

[14] R.L.H (Robert León Helman). En torno a un mundo gris. 2020, p. 13-23.

[15] En especial las guerras y la pobreza.

[16] Que implica la anomia y el egoísmo, tal como lo planteó Durkheim en su obra “El Suicidio”.

miércoles, 2 de julio de 2025

A NOVENTA AÑOS DE LA MUERTE DE MANUEL DOMÍNGUEZ (1868-1935)

 

     Fue un pensador, historiador y político paraguayo. Suele ser catalogado como integrante de la generación del novecientos, junto a Juan E. O´leary, Blas Garay, Manuel Gondra, Eligio Ayala y otros. La generación del novecientos da origen a la cultura paraguaya moderna, y muchos de sus integrantes dividieron su tiempo entre el cultivo intelectual, el periodismo y la actividad política. En el ámbito político, por ejemplo, participaron activamente en la formación del Estado paraguayo, luego de la debacle de la guerra de 1870.

       En sus primeros tiempos Domínguez cultivó con igual pasión tanto el positivismo como el nacionalismo, que a finales del siglo XIX y principios del XX eran posiciones contrapuestas dentro del sistema cultural latinoamericano. Fue influenciado por los filósofos franceses de moda en su tiempo, como Taine, Renan y Michelet (en especial por el segundo, a quien solía llamar “el divino Renan”). En su búsqueda por conjugar los saberes de la materia y el espíritu se encontrará con la filosofía de Henry Bergson, uno de los pensadores también de moda en su tiempo (no sin antes pasar por positivistas como, Fouillée o Boutroux, y románticos tardíos como Schopenhauer, Guyau o Nietzsche).

      En 1902, en un clima de mucha inestabilidad política, Domínguez fue elegido vicepresidente de la república, por el partido colorado, acompañando al presidente Juan Antonio Escurra[1]. Sólo dos años después tendría lugar la revolución de 1904, junto a la caída del partido colorado, que con ciertas intermitencias, sólo volvería al poder en 1948 (después de la fatídica revolución de 1947).

      Su tesis de 1899, de la Universidad Nacional de Asunción se tituló: “La traición a la patria”. Escribió  sobre las “Causas del heroísmo paraguayo” (1903), apoyando la postura de Oleary en la controversia con Báez. También escribió sobre el filósofo español Menéndez y Pelayo, sobre Barret (1913), sobre “Renan, sus ideas y su estilo” (1925). En 1918 publicó su más conocida obra “El alma de la raza”, en donde reúne trabajos de índole histórica, social, cultural y política[2].

Su posición dentro del pensamiento paraguayo

      Manuel Domínguez es uno de los principales representantes de la línea nacionalista-neo romántica, en donde también podemos encontrar a Juan E’Oleary de su misma generación (la del 900), Natalicio González (de la generación del cuarenta) y Bacón Duarte Prado (que con ciertos ajustes puede ser ubicado en la generación del cincuenta).

     Para Domínguez, la nación no se inicia artificialmente con el Estado (como sostendrá Adriano Irala Burgos[3] años después), sino que brota del “alma de la raza”, a través de un proceso unido íntimamente con las condiciones naturales de una comunidad. Así, el autor sostiene que “la fauna humana de una región, forma una raza: políticamente una nación”[4].

Causas del heroísmo paraguayo

     De alguna manera Domínguez toma la idea romántica del “genio héroe” presente en Tomas Carlyle y la aplica no a un individuo (como podría ser Francisco Solano López, desde la perspectiva nacionalista) sino a una colectividad, la paraguaya (manifestada de manera particular en la guerra contra la Triple Alianza).

     En el ambiente cultural latinoamericano de la época también circulaba la distinción entre barbarie y civilización planteada en la región por el argentino Domingo Faustino Sarmiento en 1842. Pero a su vez, eran utilizadas las distinciones que el estadounidense Lewis Henry Morgan hizo en 1877 entre salvajismo, barbarie y civilización.  Y a propósito, Manuel Domínguez escribe: ”Alguien no pudiendo explicarse el ningún miedo de nuestro soldado a la muerte, dijo que el paraguayo era insensible al dolor porque era salvaje. Parece que efectivamente, el hombre de civilización refinada es más sensible que el hombre no civilizado, pero el paraguayo no era salvaje y que era superior al enemigo ser verá más adelante”[5]. De cualquier manera Sarmiento también utiliza el término salvaje, por ejemplo al referirse al conflicto entre las dos sociedades argentinas, la tradicional  o federal y la europeizante o unitaria, dice: “de eso se trata: de ser o no salvaje”[6], pero cuando el mismo autor trata de especificar más sus ideas, dice: “Y en la relación que mantiene que con el poder, el bárbaro, a diferencia del salvaje, nunca cede su libertar”[7].

      De cualquier manera, para Manuel Domínguez el paraguayo no es ni salvaje, ni bárbaro, y en cierta manera tampoco un civilizado, sino algo distinto, “un blanco sui generis”[8], en quien “hay mucho de español”, o sea de civilizado (desde el planteamiento sarmentino), “bastante de indígena”, o sea de salvaje, “y algo que no se encuentra o no se ve ni en uno ni en otro”[9]. En pocas palabras, las ideas de Domínguez no pretenden adecuarse a la oposición civilización-barbarie tan en boga en aquellos tiempos, esa perspectiva la dejará más bien a la pluma de Cecilio Báez.

(Extracto de "Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay").

[1] (Brezzo, 2019, pág. 213)

[2] El título lo extrajo de un pasaje del libro de Gustave Levon, “La Psicología de las multitudes”, citado en la misma obra (Dominguez, 1918, pág. 123).

[3] (Irala Burgos A. , 1975/1998)

[4] (Dominguez, 1918, pág. 123)

[5] (Dominguez, 1918, págs. 13-14)

[6] (Sarmiento, 1842/2018, pág. 39)

[7] (Sarmiento, 1842/2018, pág. 25)

[8] (Dominguez, 1918, pág. 17)

[9] (Dominguez, 1918, pág. 18)