miércoles, 26 de febrero de 2025

SESENTA AÑOS DE DARÍO SARAH (1965)

 

     Filósofo argentino. Radicado desde hace décadas en el Paraguay. Es posible notar, ya sea en sus clases, en las tesinas por él dirigidas, o en sus escritos, los influjos del filósofo canadiense Charles Taylor, centrado en el estudio de Hegel. En lo que hace al pensamiento paraguayo, apela con cierta frecuencia a ideas de Paul Ricoeur (narratividad, memoria y olvido) o Michel Foucault como un marco de reflexión.

     Se ha concentrado particularmente en estudios sobre el pensamiento paraguayo, entre los cuales podemos nombrar su introducción a la obra de Mauricio Schuartman, “Una contribución al estudio de la sociedad paraguaya”, en donde nos plantea la existencia de cuatro matrices narrativas  presentes consciente o inconscientemente en los escritores de la historia del Paraguay.

     En otro trabajo (El novecentismo: sobredimensiones y olvidos[1]), plantea la necesidad de cuestionar la homogeneidad de la llamada generación del novecientos, y para ello nos invita a pensar críticamente sobre el trabajo historiográfico de Raúl Amaral.

     En la cátedra Sarah insiste en el estudio del pensamiento romántico, como llave maestra para comprender las ideas de nuestro tiempo.

   En ocasiones Sarah repite, en un tono irónico pero muy significativo para comprender el contexto socio-cultural en el que se maneja un estudioso en Paraguay, que para seguir a la filosofía “durante el día hay que ser un fenicio, para así ser durante la noche un griego”[2].

a. Sobre las matrices narrativas

Podríamos preguntarnos ¿por qué es importante el conocimiento de las matrices narrativas?  Dice Sarah:

muchas veces, la discusión entre narradores o descriptores, ya sea sociológicos o historiográficos, no es una discusión sobre la veracidad de los hechos narrados, sino una discusión en torno a las tramas o matrices previas a la construcción de la narración, que son las que justamente permiten a quien narra seleccionar hechos, casos o sucesos -y olvidar otros-y darles funcionalidad dentro de una narración que siempre busca algún tipo de finalidad en su auditorio[3].  

     Es decir, una matriz narrativa es lo equivalente a un marco teórico que nutre y direcciona a un trabajo narrativo dentro de las ciencias sociales (aunque también podríamos extenderlo a la filosofía), ahora, la cuestión está en que el escritor o investigador no siempre muestra las “cartas” con las que está jugando (es decir, su marco narrativo o teórico), hasta podríamos decir que muchas veces se complace en ocultarlas, de ahí la relevancia de la hermenéutica.

     Para Sarah las dos principales matrices narrativas son hasta nuestros días la liberal, liderada por Cecilio Báez, y la nacionalista, representada por Juan E. O’leary, Manuel Domínguez y Natalicio González. Alude a Rafael Barrett como una de las “voces diversas” frente a las dos principales matrices narrativas, pero no se decidió a poner su discurso como componente de una matriz narrativa de igual peso, por la escasa difusión que recibió en las primeras décadas del siglo XX. Recién con la aparición de Oscar Craydt (un pensador al que podemos ubicar dentro de la generación del cuarenta), con su obra “Formación histórica de la nación paraguaya”, publicada en 1963, se consolida esta tercera matriz, a la que Sarah no le pone nombre, pero a la que nosotros llamamos “socialista”, por supuesto por las características de las ideas con las que está conectada. Justamente, por eso, por la caracterización que nosotros utilizamos, nos causó algo de sorpresa que Sarah en el prólogo al libro de Mauricio Schvartzman (Contribuciones al estudio de la sociedad paraguaya) haya considerado a la obra de éste último autor como la expresión de una “nueva matriz narrativa”, cuando bien podría seguir la misma línea de Craydt, pero quizá para Sarah el influjo tanto de Gramsci como de Morin serían factores para plantear un nuevo enfoque. De cualquier manera, aquí de nuevo estamos frente al problema de los criterios a considerar para proponer la existencia de una matriz narrativa, un problema al que Sarah siempre nos lleva con las numerosas preguntas que se plantea en cada uno de sus escritos. 

       Pero volvamos a las que son las dos principales matrices narrativas para Sarah, la liberal positivista y la nacionalista. A pesar de las diferencias que pueden observarse entre ambos relatos históricos, nuestro autor nota una coincidencia que es relevante para el análisis que lleva adelante: “ambos relatos son disonancias dentro de un discurso hegemónico fundacional: el discurso constructor de un pasado que pretende persuadir en torno a los mandatos fundamentales de una eticidad disciplinante y negadora de la alteridad”[4]. Vemos aquí cierto influjo de Michel Foucault, en lo que hace a la construcción de discursos que aseguran los muros carcelarios de una sociedad disciplinaria, aunque tendremos que ajustar términos para aplicar esto a una sociedad que en la mayor parte del siglo XX era todavía de tipo agraria. De cualquier manera, la hegemonía cultural se construyó desde las ciudades y no desde el campo, es decir, partió de las escuelas, oficinas de gobierno, hospitales, fábricas, cuarteles, comisarías, etc. La misma naturaleza debía ser colonizada por un Estado-nación que alcanzó nuevos brotes luego de las dos guerras internacionales (guerra del 70 y guerra del Chaco).

     En cuanto a la “negación de la alteridad” a la que se refiere Sarah, el mismo autor nos plantea que esta actitud de las dos principales corrientes narrativas se observa frente a sectores como “el anarquista, el socialista, los sindicatos, los indígenas “no folclóricos”, las organizaciones sociales, las luchas populares. etc”[5].

b. Sobre la generación del novecientos

Sarah pone en cuestión a esa especie de “tipo ideal” que utilizamos cuando hablamos de “generación”, en nuestro intento de comprensión de marcos culturales complejos, y ciertamente, en nuestro afán de esclarecimiento podemos estar olvidándonos, consciente o inconscientemente, no importa, de criterios de distinción o incluso de nombres relevantes, de ahí la necesidad del pensamiento crítico para redescubrir constantemente la historia desde nuestro propio presente, redescubrimiento que a su vez debería proyectarse hacia el futuro para ser otra vez criticado desde una nueva contemporaneidad.

c. Sobre la memoria y el olvido

Siguiendo algunas reflexiones de Paul Ricoeur, Sarah plantea que desde que el historiador (en cualquiera de sus variantes en las Ciencias Sociales) selecciona los sucesos a narrar, al mismo tiempo está olvidando otros, es decir, por paradójico que suene, en la medida en que recordamos también olvidamos, en la medida en que revelamos algo, también lo estamos ocultando. Nuestro afán de clarificación bien podría significar nuestra pretensión, consciente o inconsciente, no importa, de ocultar la realidad.

      Pero, más allá de la Historia y más cerca de cuestiones metafísicas ¿acaso el mismo lenguaje, la misma racionalidad, tan glorificada por el pensamiento antiguo, medieval y moderno, no implican el ocultamiento de la sencillez e inmediatez de la vida que palpita siempre desde el aquí y el ahora?

(Extracto de "Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay").

[1] (Sarah, 2013)

[2] Juan Ramón Cano cuenta que en sus constantes visitas a sus maestros encontró, por ejemplo, a Secundino Núñez atendiendo su aguatería en Lambaré, mientras que a José Brun en medio de un negocio de fotocopias.

[3] (Sarah, 2011, pág. 11)

[4] (Sarah, 2009, p. 135)

[5] (Sarah, 2009, p. 145)

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