Fue un filósofo
y sacerdote ítalo-paraguayo (vivió 38 años en Paraguay). En sus reflexiones
antropológicas se nota la influencia de Max Scheler, José Ortega y Gasset y de
Joseph Gevaert[1].
Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma. Enseñó en
la U.C. y en Institutos superiores católicos del Paraguay. Llevó adelante una
importante labor de divulgación del conocimiento filosófico a través de sus
libros para la educación secundaria (“La filosofía a través de los siglos” y
“Ser hombre. Reflexiones antropológicas”). En alguna medida, podríamos decir,
los libros de Chinaglia para la educación secundaria son una respuesta al libro
de Laureano Pelayo García “Filosofía y Cultura”, también destinado para el uso
de estudiantes secundarios.
Un tema
central en sus reflexiones lo constituye el problema del origen del mal, lo que
lo conecta directamente con las ideas de Agustín de Hipona[2].
En sus libros
se vale de valiosos recursos didácticos, como ilustraciones, fotografías,
trabajos de grupo, cuestionarios, fragmentos de escritos de los filósofos y
vocabularios (un vocabulario al final del estudio de cada filósofo y otro
general, puesto en la parte final del libro). A nivel literario utiliza
metáforas o narraciones para alimentar la comprensión de los conceptos.
Cuando
Chinaglia apunta en su obra “La filosofía a través de los siglos” que al
estudio de cada autor le ha agregado cuestionarios dice: “Los alumnos a través
de las preguntas, llegan a leer con mayor atención el texto, descubrir lo que
está casi escondido y, sobre todo, prepararse para una evaluación”[3]. Una
reflexión que bien podría ser también compartida por Fernando Tellechea, un
amante de los cuestionarios en sus cátedras. Sin embargo, este “sobre todo” de
Chinaglia puede ser puesto en cuestión. En filosofía la evaluación no debería
ser lo principal, sino un paso formal muchas veces ineludible, lo deseable
debería ser “descubrir lo que está casi escondido”.
La Filosofía a través
de los siglos
Es posible
encontrar algunos hilos conductores en su obra “La Filosofía a través de los
siglos”.
En el capítulo dedicado a San Agustín, aborda insistentemente el
problema del mal, desde la óptica del filósofo de Hipona.
A Kant lo presenta como síntesis entre el
racionalismo y el empirismo, como en un juego dialéctico. Es como si viera ya a
Kant desde el pensamiento de Hegel.
También conecta a Kant con Descartes, ya
que ambos notaron que en el conocimiento científico no existen diferencias,
disparidades de criterios. Esto llevó a Descartes a tratar de equiparar el
método matemático con el método de la filosofía. Pero a Kant esta cuestión le
llevó a tratar de explicar por qué la metafísica (disciplina fundamental de la
filosofía) no puede ser ciencia.
Cuando estudia la filosofía de Hegel hace especial hincapié en el lema
“Todo lo real es racional y todo lo racional es real”[4],
que constituye una especie de resumen del colosal sistema hegeliano.
Esta cuestión se traslada al apartado
dedicado a Kierkegaard, en donde la “totalidad de lo real” es puesta en
cuestión desde la vida concreta del individuo.
En lo que hace a su exposición sobre el pensamiento contemporáneo, comienza
Marx, al que conecta directamente con Hegel, en un mismo capítulo, luego sigue
con Kierkegaard, catalogado como iniciador del existencialismo, y termina con
dos grandes capítulos dedicados al existencialismo (en donde estdia Heidegger,
Sartre y Marcel) y al vitalismo (en donde estudia a Bergson y a Teilhard de
Chardin).
A pesar de que Heidegger es ubicado dentro del capítulo sobre los existencialistas
(el capítulo se titula “La existencia como dato fundamental”) Chinaglia aclara
que: “No se le puede clasificar como “existencialista”, al menos si aceptamos
lo que él dijo de su filosofía”[5]
Cuando Chinaglia habla de Marcel sostiene que “le hubiese gustado
que lo llamaran el “Sócrates cristiano””[6].
Pero el gran “Sócrates cristiano”, el maestro de la interioridad, el fiel
seguidor del lema socrático “conócete a ti mismo” fue San Agustín de Hipona.
Hay que estudiar a Marcel ciertamente desde Sócrates, pero principalmente desde
Agustín.
Puede ser un dato a considerar que los dos
últimos capítulos del libro terminen con filósofos cristianos (Marcel y De
Chardin), lo que en alguna medida revelan a las propias inclinaciones del
autor.
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