INTRODUCCIÓN
El origen del problema
Quizá desde
el momento en que un homínido levantó la cabeza para hacerse hombre (“anthopos”
significa el que mira hacia arriba) brotó en él un penetrante asombro que echó
a andar al pensamiento humano. Pero a la par que surgía el pensamiento, también
surgió el deseo de dominar los objetos, junto al miedo, impreciso pero
constante, con la misma separación del todo de la naturaleza. Desde entonces,
el hombre ha buscado consciente e inconscientemente librarse de ese miedo
original, que llegó de la mano con el pensamiento, a través de diversas formas
culturales, sea técnica, religión, arte, tecnología, ciencia o filosofía.
Así,
desde la religión, que nació, podríamos decir, casi a la par misma que el
pensamiento, se empezaron a llevar adelante diversas formas de simulacro de retorno
a la naturaleza[1].
Y en esto podemos insistir, la mente misma es la que trata de volver a esa
unidad primigenia, partiendo desde un problema
básico, creado por ella misma. Y esto es lo paradójico, la mente aspira a
volver a la unidad, manteniéndose no obstante como fragmento, es decir como
pensamiento. De cualquier manera, hacia lo único que puede direccionarse el
pensamiento es hacia la espera, a partir de ahí, el salto hacia la unidad se da
a través de la intuición.
La pregunta principal
Frente a
este afán humano, que muchas veces parece inexplicable e inextinguible,
queremos hacernos una pregunta que guíe a nuestro ensayo: ¿Qué enseñanzas nos
han dejado los principales maestros del camino interior? Como se entenderá, la
pregunta ya descarta uno de los caminos principales tomados por la humanidad,
en especial por las sociedades modernas y ultramodernas, el camino exterior. El
otro camino, el interior, mantenido por líneas periféricas del pensamiento
moderno, como el romanticismo, como el misticismo de las grandes religiones o
por las tradiciones de sabiduría agraria o indígena, es el que nos interesa
para responder a nuestra pregunta.
A modo de marco teórico
No quisiera embarcarme
por este ensayo sin aclarar mis presupuestos teóricos, ya que de ese modo el
lector podrá dilucidar de una manera global cuáles son los direccionamientos
uniformes que toman las ideas en medio de la variedad de los maestros, de los
enfoques y de los periodos históricos correspondientes.
Partimos
de un paradigma voluntarista, que
tiene como referencia a los planteamientos de Arthur Schopenhauer y Friedrich
Nietzsche, que son tomados como teorías
generales filosóficas, desde los cuales se interpreta a la vida humana como
acción. Y aquí no hacemos distinciones entre acción personal y acción social,
ambas se inter fecundan y se funden en un mismo movimiento. El estado místico implica lo que Schopenhauer
denomina la “negación de la voluntad de vivir”, que debe ser interpretado como
no acción, antes que como inacción. La diferencia entre no acción e inacción
puede ser sutil, pero se concreta con la presencia o ausencia del principio de
razón (tiempo, espacio y causalidad). Si el principio de razón está ausente
estamos ante la no acción, si está presente, estamos ante la inacción. Pero
¿qué relevancia tiene la presencia o no del principio de razón? Implica la paz
y la armonía, en medio de una experiencia estética radical.
Como teoría sustantiva[2]
consideramos tres dimensiones para nuestro estudio: el problema básico del ser
humano, el proceso de profundización interior y la concepción de la iluminación
o el despertar.
El problema básico es el punto de partida
mental desde el cual se da el sufrimiento humano, como consecuencia de las
jugadas que lleva adelante el pensamiento. A su vez, desde la identificación
del problema básico en un maestro, ya podemos obtener pistas sobre cuál es el
camino a recorrer para dejar de alimentarlo. Por ejemplo, si para Buda el
problema básico es el deseo, nuestras preguntas pasarán a dirigirse hacia las
posibilidades de disminución o eliminación del mismo.
El proceso de profundización interior se
asocia con las prácticas que se desprenden de las enseñanzas de los maestros,
que para nosotros son básicamente tres: auto-observación o meditación,
auto-estudio o indagación interior, y auto trabajo o atención dirigida a las
acciones. Siguiendo con el ejemplo de Buda, cuando el maestro habla de la
indiferencia (o upexa) hacia el funcionamiento de la mente, está planteando una
cuestión de auto-observación; cuando define a la vida humana como sufrimiento causado
por el deseo, aborda un auto-conocimiento; y cuando sostiene que las acciones
simplemente se realizan, sin que lo decida ningún sujeto, se pone en despliegue
una forma de auto-trabajo. En el cuerpo del ensayo no plantearemos esta
dimensión de manera tan específica como lo acabamos de hacer en el ejemplo,
pero estas variaciones podrán encontrarse al menos implícitamente.
En lo que
hace al despertar o a la iluminación, lo que hacemos es buscar
sus características en los planteamientos de cada maestro, no como algo
extraordinario, como muchas veces se plantea, sino como algo que puede notarse
en peculiaridades en el funcionamiento de la mente, en disposiciones corporales
o en la significación que adquiere la sociedad. Siguiendo con Buda, cuando éste
habla de “nirvana”, se está planteando la desaparición del funcionamiento mismo
de la mente, y con ella la relevancia de las pautas de comportamiento y valores
sociales, mientras que el cuerpo se constituye en el anclaje natural de la
dicha y la paz que desborda del místico.
De
cualquier manera, es necesario advertir que el desarrollo de las dos últimas
categorías en el abordaje de cada maestro es sólo parcial, en cambio, la
primera categoría (el problema básico) es abordada como un signo distintivo en
cada uno de ellos.
A modo de marco metodológico y analítico
Para la
elaboración de este ensayo hemos revisado textos, tanto escritos como
audiovisuales, buscando en ellos la adecuación a las categorías de nuestra
teoría substantiva (problema básico, proceso de profundización interior y
concepción del despertar).
A modo de marco contextual
En gran medida nuestra aventura intelectual ha estado
marcada por la investigación en torno a una sabiduría
perenne, que va más allá de la mera intelectualidad, ya que demanda
constantemente el concurso de la intuición. Esta sabiduría perenne (o camino
hacia lo místico) nos parece que está presente en medio de las principales
tradiciones religiosas de todos los tiempos y culturas, y de manera particular
en el Paraguay, en el arandu ka’aty
(sabiduría del campo), en una de sus dimensiones de estudio, la contemplativa.
De ahí que, en la tapa de nuestro ensayo, hemos ubicado una pintura que
representa al temple de un sabio del campo.
Comentarios finales
Hemos aludido
en el subtítulo de nuestro trabajo al término “experiencia mística”, que no
debe ser entendido como alguna especie de nivel extraordinario o como la expresión
de alguna forma de trasmundo, nos referimos simplemente al “estado natural” del
hombre, del que hemos perdido el contacto, debido a un sinnúmero de capas tanto
conscientes como inconscientes, propias de nuestro sistema social (proyectado
en la personalidad). Creemos que detrás de la enseñanza de los maestros del
camino interior está la posibilidad de la liberación de la cárcel del
pensamiento (que se expresa en ese mismo sistema social) y de un reencuentro
con lo más profundo de la vida.
[1] También llamado a veces la fuente,
nuestro hogar perdido, o sencillamente Dios.
[2]
Una teoría substantiva es un
conjunto de enunciados asociados con la parte específica de una temática que se
pretende abordar dentro de un proceso de investigación.
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/1ph7TxELTGTySEuGUYrQrXaycI4bKYqbN/view
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