Una increíble aventura ha venido
desarrollando desde hace miles de años la humanidad, es una historia que la
interpretamos desde el presente, y es a su vez desde el presente que podemos
imaginar el futuro. En el presente siempre estará el fundamento de todo lo que
podamos elucubrar, el presente es la luz para comprender las imágenes que desde
nuestra mente y nuestra cultura proyectamos como pasado o futuro[1].
Esta aventura humana no necesariamente
debe ser interpretada bajo una visión lineal del tiempo (como en el cristianismo
y el modernismo), lo que nos daría una Historia de la humanidad, también puede
ser interpretada bajo la óptica de una visión orgánica y circular, que conjugue
recursivamente el pasado y el futuro, desde el presente[2],
como adelantamos más arriba.
Entonces, queremos seguir hablando de
“historia”, pero así, con minúscula, una que describe el paso recurrente de un
pasado hacia un futuro desde el presente, la vivencia de la historia como
organismo desde el aquí y el ahora, desde la recursividad del pensamiento y la
intuición.
La historicidad
que aquí proponemos sólo es posible en la medida en que se presente como
conocimiento estético, liberado de las cadenas de un sujeto sometido al
principio de razón[3],
propio de la modernidad, que pretendió paralizar con sus categorías mentales
tanto el pasado como el futuro.
En el contexto del pensamiento moderno,
las preguntas acerca de la Historia surgieron cuando la doctrina cristiana del
pecado original dejó de ser la respuesta para el problema del mal en el mundo y
fue la sociedad y su organización la que empezó a cargar con esta renovada
culpa. Se hacía entonces necesario transformar la sociedad para eliminar el
sufrimiento y esta transformación no se hacía sino a través de la historia[4].
Las preguntas principales que queremos
hacernos son ¿cómo se ha abordado el problema del sufrimiento a lo largo de la
historia? ¿y cómo podríamos abordarlo en el futuro?
Para responder a esta pregunta
dividiremos el flujo temporal en pasado, presente y futuro.
A modo de marco teórico
Nuestras reflexiones se enmarcan
teóricamente en un paradigma voluntarista moderno, de la que se desprenden las
teorías filosóficas generales de los alemanes Arthur Schopenhauer y Friedrich
Nietzsche. Desde Schopenhauer[5],
la voluntad es el fundamento metafísico que se expresa en el mundo como
representación o conocimiento, y dentro de este despliegue de la voluntad por
supuesto está también la historia.
A modo de marco metodológico y analítico
Hemos
separado nuestro abordaje en tres espacios temporales, pasado, presente y
futuro. En el pasado hemos ubicado reflexiones sobre las sociedades arcaicas,
agrarias y modernas; en el presente hemos pensado sobre el mundo actual,
ultramoderno, informacional, posmoderno, o como queramos llamarlo; mientras que
en el futuro hemos expuesto ideas sobre las situaciones de crisis y las
posibles reformas que nos permitirían abordarlas.
Nuestro análisis busca caracterizar a las
formas principales que ha tomado la sociedad y la cultura en el mundo (arcaica,
rural, moderna y ultramoderna), no precisamente buscando en ello tomar a la
idea del progreso o la de la evolución como explicación del cambio
socio-cultural, económico o político, pero si buscando en ello las pistas para
comprender el contexto en el que algunas personas, los llamados místicos, han
podido romper el cerco social y regresar al hogar perdido, la naturaleza. El
camino de regreso puede ser distinto en cada tipo de sociedad, pero la fuente
originaria a la que se anhela retornar siempre ha sido la misma.
A
modo de marco contextual
Podríamos decir que desde la década de los noventa del siglo XX el Paraguay ha dejado de ser una “isla rodeada de tierra” (como decía Roa Bastos) o “La China sudamericana”, para integrarse ya al mundo, en especial gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, y a un intenso proceso de urbanización; en tal sentido, las grandes problemáticas y crisis por las que atraviesa el mundo cada vez tienen mayores implicancias en el intento de comprender a la sociedad y a la cultura paraguaya, y ciertamente, siempre lo han tenido, pero hoy pareciera que más, porque tienen una mayor resonancia en una cotidianeidad mucho más marcada que antes por el avance del mundo ultramoderno.
[1]
[2] Con los
debidos ajustes podríamos asociar esto con el “círculo hermenéutico” del George
Gadamer. Pero ¿Acaso Gadamer niega la modernidad? No la niega precisamente,
pero si se encargó de preparar el terreno para poner en cuestión la visión de
mundo moderna (llevada adelante, por ejemplo, por uno de sus discípulos, Gianni
Vattimo
[3]
[4]
[5]
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