miércoles, 27 de diciembre de 2023

INTRODUCCIÓN A "UNA MIRADA HACIA EL INFINITO. ENSAYO SOBRE EL PENSAMIENTO MODERNO"

 

     El pensamiento moderno ha sido la base espiritual de una profunda transformación en la forma de concebir a la naturaleza, al hombre y a la sociedad. Guiado la mayoría de las veces por un afán de superar cuanto límite se interponga en su camino, sea tradición, sea divinidad, sea la naturaleza, sea el hombre mismo, el modernismo se ha hecho algo semejante a una flecha tirada hacia el cielo, o utilizando imágenes más actuales, una sonda espacial arrojada hacia la inmensidad del cosmos, mas, quedémonos con una última comparación que mejor nos satisface, por su relación con dimensiones anímicas y mentales: una mirada lanzada hacia el infinito. Y esta mirada ha buscado recorrer los espacios tanto internos como de externos del ser humano.

     ¿Qué es lo que tanto ha buscado el hombre desde el pensamiento moderno? Tal vez a sí mismo. Esta mirada de la modernidad, direccionada hacia afuera, nos ha llevado hacia un abismo, al que ahora se trata de eludir con la utopía de un mundo posthumanista.

      En cambio, la mirada del pensamiento moderno direccionada hacia adentro, que también existió, nos lleva por un camino de retorno a casa, que no tiene que ver con un paradisiaco futuro, sino con el aquí y el ahora. ¿Porqué cuesta tanto comprenderlo? ¿Acaso debido al mismo pensamiento?

     La ilustración y el romanticismo son los dos senderos principales por donde se ha desplegado el pensamiento moderno en su etapa de madurez; el desarrollo de los planteamientos ilustrados se ha embotado en una fría racionalidad formal; mientras que el romanticismo, que parecía haberse diluido en las periferias del pensamiento gracias a la arremetida del positivismo, ahora ha retomado vuelo con los planteamientos de los filósofos postmodernos. Los románticos anunciaron a los postmodernos y también, quizá ahora el romanticismo sea la medicina para un postmodernismo que ha dejado ya el auge, el esplendor y la moda, y que necesita asentarse, serenarse, sin perder el goce y el entusiasmo que dona la vida del pensamiento (Appignanesi, 1997).

 

   Hemos vuelto a utilizar nuestro modelo teórico orgánico (nacimiento, juventud, adultez y vejez), con pretensiones antes estéticas que estrictamente históricas[1]; y esto puede tener una justificación en el intento de direccionar el pensamiento por los cauces de la historia de las ideas, buscando al mismo tiempo cosechar un gozo que contribuya en la construcción de una personalidad orientada hacia el cultivo del espíritu y que este también abierta a los valores democráticos. Aquí vemos convivir entonces, en medio de una especie de teoría sustantiva, lo micro y lo macro antropológico, es decir, en intento de acceder a una experiencia estética (de acuerdo a una ética de máximos) y intento de apuntalar el pensamiento libre, que contribuya a una convivencia tolerable con nuestros semejantes en medio de un régimen democrático.

 

  Pero volvamos a nuestro objeto de estudio, el pensamiento moderno. El modernismo implica un creciente proceso de secularización, que no siempre desemboca en el optimismo hacia las capacidades humanas de eliminar el sufrimiento, como en líneas generales se plantea, pues también existen desde posiciones moderadas hasta las pesimistas.

   Y esta cuestión consideramos importante, porque el mismo pensamiento moderno trae ya las raíces de los desengaños y hastíos asomados con fuerza ya en las décadas finales del siglo XX, y que continúan en nuestro tiempo ensombrecido. Una expresión de esto lo tenemos en la escena del cuadro de Friedrich que utilizamos como portada de nuestro ensayo, en donde una de las personas que observa el paisaje de lejanías yace en el suelo con signos de mareo y náuseas. ¿Y no es esa otra de las reacciones comunes frente a la modernidad?

   Entonces, en el pensar moderno que esbozamos aquí no buscamos precisamente apuntalar una visión optimista hacia el futuro, sino más bien des-cubrir el barro mísero en el que nos encontramos, y desde el cual, a través de la experiencia estética (y no precisamente desde la razón, la ciencia o la tecnología) proyectamos la mirada hacia el infinito.

      La pregunta principal que queremos hacernos en este ensayo es: ¿En qué consiste el proceso histórico del pensamiento moderno? Y para responder a esta pregunta nos proponemos como objetivo principal exponer este proceso histórico en cuatro etapas, en concordancia con el modelo organicista al que ya aludimos, nos referimos a la etapa de niñez, juventud, madurez y vejez del pensamiento moderno.

 

    Para terminar, algunas alusiones a cuestiones formales. El criterio para agrupar a los filósofos o pensadores en cualquiera de las cuatro edades del desarrollo orgánico de la filosofía moderna es el año de nacimiento. Por ello, al inicio de cada estudio figura el nombre del filósofo e inmediatamente, entre paréntesis, los años de nacimiento y muerte (por supuesto, en caso de que ya haya fallecido).

     Luego generalmente hacemos alusión a la nacionalidad, a la corriente de pensamiento a la que pertenece el pensador, a sus influencias recibidas, a sus obras principales y luego, como una especie de cuerpo del estudio, recorremos las temáticas que más lo caracterizan en el contexto de la historia del pensamiento.



[1] Un modelo que es también un método de estudio, al que denominamos organicismo histórico-estético.

Enlace al libro completo: 

https://drive.google.com/file/d/18oqSNf763Q9PLhj96Jcy_7cPefg7F1uv/view

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