La vida es un
camino sembrado de dificultades, de carencias, de sufrimientos, de luchas, de
ilusiones, de muerte. Por ello acaso debamos aprender a vivir, mientras pisamos
el mísero barro de este mundo. Quizá podemos asombrarnos de que a pesar de
nuestra pequeñez, de nuestra poquedad, el universo entero está ahí para
nosotros, para dejarnos el regalo elemental, gratuito y pleno de la
contemplación estética.
A pesar de
todos los avances científicos y tecnológicos, a pesar de todas las revoluciones
políticas, de todas las conquistas sociales, a pesar de todos los goces del consumo,
de la multiplicación infinita de los circuitos de la comunicación, la sed de lo
trascendente permanece en el ser humano, quizá como una profunda nostalgia que
nunca encuentra explicación, quizá como una alegría repentina, que todo lo
transforma y lo enlaza a lo inefable.
Estamos “de
paso por la vida” (como rezaba el título de una de las obras más
representativas de Alejandro Guanes[1]) y por ello no está demás,
aunque sea por un momento, dejar tantos afanes y preocupaciones por la
figuración social y el dinero, para recordar aquella inocencia y plenitud de la
perdida niñez, y quizá entonces, ya nosotros mismos, en medio de la lobreguez
de nuestra edad adulta, podamos entender que estamos de paso nomás…y ya nos
vamos…
[1] Poeta
paraguayo (1872-1925), ubicado como exponente del romanticismo literario
paraguayo y como uno de los primeros modernistas.
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/1EOVTQYu6vTbuzi1fQObMAS6w6BaU2met/view
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