Fue un filósofo francés, representante de
lo que se puede catalogar como un existencialismo cristiano. El calificativo de
“existencialista cristiano” lo conecta directamente con las ideas del principal
precursor del existencialismo: Soren Kierkegaard. Pero es necesario tener en
cuenta que entre Kierkegaard y Marcel está Husserl, el padre de la fenomenología,
que tuvo un peso enorme en el existencialismo. A su vez, como contemporáneo de
Marcel está Heidegger, quien también tuvo su influencia en el pensamiento del
primero.
De todas maneras, es necesario apuntar que
él mismo Marcel definió su pensamiento, en el prefacio a su obra “Misterio del
ser”, como un neosocratismo[1].
Entre sus obras pueden citarse: “Ser y
tener”, “Diario metafísico”, “el misterio del ser”, “Posición y aproximaciones
concretas del misterio ontológico”.
Entre sus principales temáticas tratadas
se encuentran las diferenciaciones entre el problema y el misterio, y entre el
ser y el tener.
a. Problema y misterio
Un problema es algo que uno puede
enfrentar, ya que se presenta como un objeto frente a mí. En cambio, cuando
estoy frente al misterio no hay ningún ente al que pueda identificar y abordar,
y esto se asocia íntimamente con aquellos estados de ánimo de los que hablaba
Heidegger: el temor y la angustia.
Para abordar un problema puedo utilizar el
pensamiento, por ello lo problemático se asocia con la cotidianeidad y con la
ciencia.
Pero en medio de la cotidianeidad puedo
encontrarme con problemas que uno identifica con uno mismo, con su propia
identidad, y que trata de resolverlos también mediante el pensamiento. El
resultado de ello no será sino el fracaso, porque aquello que uno es
esencialmente constituye un misterio, no un problema.
b. Ser y tener
Para Marcel el hombre se relaciona con las
cosas a través de la dimensión del tener, así, las cosas se convierten en
útiles. Y esto podemos entenderlo también a partir de la dualidad
problema-misterio. Si consideramos al mundo como un problema, lo reducimos a un
objeto que puede ser utilizado, tal como lo planteó Francis Bacon al justificar
a la ciencia experimental moderna; en cambio, si vemos a la naturaleza como un
“misterio”, ella se nos presenta como expresión del ser, como un aliento para
la contemplación antes que para la utilización.
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