Fue un filósofo y periodista paraguayo. Es
el principal representante del pensamiento tomista en el Paraguay. Recibió
influencias del francés Jaques Maritein (a quien llama “mi gran maestro”[1]) y
del argentino Leonardo Castellani.
Secundino constituye uno de los
iniciadores de la filosofía académica paraguaya, que entre los años 60 y 70 del
pasado siglo empezó a consolidarse. Su obra da inicio a lo que podemos llamar
una línea de pensamiento paraguayo que conjuga la fenomenología, el
personalismo y el neo-escolasticismo. Como seguidores de esta corriente,
podemos citar también a Adriano Irala Burgos, Laureano Pelayo García, Mario Ramos
Reyes y de alguna manera también Fernando Tellechea Yampey.
Secundino escribió obras como “Reflexión y
crítica ciudadana” o “Sociedad y política”, “Patria y patriotismo”, “La ciudad
humana”, “Situación espiritual de nuestro tiempo”, “La guerra y la paz”, “La
cultura humana”, entre otras.
Según una de las anécdotas sobre su vida,
en una ocasión uno de sus discípulos (Juan Ramón Cano) fue a visitarlo en su
casa de Villa Elisa, y lo encontró en plenas labores en medio de la primera
aguatería de la ciudad, mientras que a un lado de su mesa lo acompañaba la
“Metafísica” de Aristóteles, como un signo patente de la pasión que sentía Secundino
hacia el estudio de la filosofía.
La prosa periodística de Secundino revela
un poco ese afán de Ortega y Gasset de lograr una claridad de ideas que sea
cortés con el lector. Esto es posible rastrearlo en la mayoría de sus escritos;
nos referimos a ese esfuerzo por hacerse entender, con un lenguaje límpido y
sencillo.
Como maestro universitario de filosofía en
cambio, desplegaba un temple solemne, a la vez profundo y claro, con
distinciones precisas y ataques críticos incisivos. Secundino formó parte de la
pléyade de maestros que dieron inicio al periodo académico de la filosofía en
el Paraguay.
Según Carlos Heyn su doctrina puede
dividirse en cuatro puntos fundamentales (“como si fueran las cuatro patas de
su mesa de escribir” dice Heyn): la situación o realidad, la razón natural, la
razón creyente y la esperanza[2].
a.
El hombre
La vida del hombre es “vida de
convivencia”[3].
Siguiendo a Gadamer dice que la comprensión de la vida del hombre debe
comprenderse “en su texto y en su contexto”[4]. Y
este contexto del hombre es su sociedad y su cultura (que incluye de manera
especial a la política y a la educación).
b.
La política y la sociedad
Para Secundino la muchedumbre se convierte
en pueblo a través de la política[5].
Siguiendo a su manera a Tomás de Aquino
dice que el “bien común” consiste en
“riquezas naturales y culturales que todo el pueblo procura y cuida para
la satisfacción y bienestar de todos”[6]. Y
el político debe divisar siempre al bien común como la “estrella polar” que
dirigirá a la embarcación de la nación hacia buen rumbo.
Una racionalidad prudencial, basada en un
justo medio aristotélico, debe ser la herramienta clave para el cumplimiento de
las funciones de los gobernantes[7].
En lo que hace a cuestiones de filosofía
política como pensador cristiano y neotomista se muestra defensor del derecho
natural, como cuando dice:
“lo que ha enseñado Santo Tomás en la Suma Teológica es
hasta hoy día la enseñanza común de los filósofos y juristas católicos frente
al individualismo liberal (s. XIX) y el socialismo marxista (s. XX)”[8].
Y esto nos parece una cuestión relevante,
porque cuando esta postura se traslada al campo ideológico (por ejemplo, a
través del Partido Demócrata Cristiano) tenemos una especie de pretensión de
establecer una tercera vía entre liberales y socialistas[9].
c.
La educación
Para Secundino la educación procura la
“promoción y plenitud”[10]
del hombre.
[1]
Secundino Núñez. Sociedad y
política. 2010, p. 61.
[2]
Cfr. Carlo Heyn. Prólogo a:
Secundino Núñez, Sociedad y política”. 2010, p. 10
[3]
Secundino Núñez. Sociedad y
política. 2010, p. 215.
[4]
Ibídem.
[5]
Cfr. Ibíd., p. 34.
[6]
Ibíd., p. 191.
[7]
Cfr. Ibíd., p. 211-212.
[8]
Ibíd., p. 151.
[9]
Ibíd., p. 152-153.
[10]
Ibíd., p. 215.
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