jueves, 3 de junio de 2021

A CIENTO DIEZ AÑOS DE LA MUERTE DE WILHEM DILTHEY (1833-1911)

 

   Fue un filósofo e historiador alemán. Pertenece a la corriente vitalista e historicista de pensamiento. Recibió influencias del idealismo alemán (en especial de Kant y de Hegel), del romanticismo alemán y del historicismo alemán.

      Entre sus obras cabe citar: “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883), “Ideas sobre una psicología descriptiva y analítica” (1894), “La juventud de Hegel” (1905), “La estructura del mundo histórico en las ciencias del espíritu” (1910).

a. Las ciencias del espíritu

     La ilustración del siglo XVIII vino de la mano con la valoración positiva del conocimiento científico, pero en especial de las ciencias naturales, de todas maneras, detrás de todas las reflexiones asociadas con la cientificidad del conocimiento palpitaba una pregunta fundamental: ¿qué es el hombre? (Recordemos a Kant sosteniendo que en esta pregunta se recogía a las otras tres cuestiones principales de la filosofía: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?

     Tiempo después, un contemporáneo de Dilthey, Augusto Comte, se presentará como el fundador de una novel ciencia humana, la Sociología. La bandera del positivismo, avanzaba con sus afanes cientificistas, por los campos antes dominados por la filosofía. En el siglo XIX el hombre se había convertido en una incógnita fundamental para la ciencia (aunque, al parecer de Leví-Strauss y Foucault, no tardaría en morir).  

 

     Dilthey se preocupó de la valoración de las llamadas “ciencias del espíritu” (hoy catalogadas como ciencias humanas) frente al rimbombante triunfo de las “ciencias  de la naturaleza” a lo largo de la modernidad.

   Dilthey recibió una fuerte influencia de Kant, de hecho se formó en la corriente filosófica del neo-kantismo, a partir de lo cual también podemos entender el intento de lograr para las ciencias del espíritu algo que Kant había conseguido para las ciencias naturales, una crítica de su razón,  en este caso particular, una “crítica a la razón histórica”. Esta crítica también estaba asociada con un intento de “fundamentación”.

    Por supuesto, el pensamiento de Kant estaba orientada hacia el logro de la libertad a partir del conocimiento y la crítica de la razón, una razón entendida como la principal facultad del ser humano (lo que será puesto en cuestión por los románticos en general). ¿Acaso no quería esa misma libertad Dilthey? Por supuesto que sí, una libertad que comenzaba también con la clarificación del pensamiento, con el abandono de los prejuicios naturalistas, positivistas o relativistas. Pero ¿cuál será el punto de anclaje para lograr esto? Su concepción ontológica: la vida. Pero sigamos con la cuestión epistemológica.

 

     Toda ciencia posee un objeto específico, sobre el cual recaen las observaciones, las teorías y las investigaciones, en tal dirección, Dilthey sostiene que existe una gran diferencia en cuanto al objeto de estudio de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu.  El objeto del primer tipo de ciencia son fenómenos externos, mientras que el del segundo son internos, fenómenos a los que el sujeto accede de manera inmediata, intuitiva, incluso emotiva y sentimental (es una especie de simpatía que se da con la captación del objeto).

    También son distintas las categorías utilizadas en ambas ciencias, por ejemplo en las ciencias del espíritu son esenciales categorías como las pautas de comportamiento, los valores o las visiones de mundo (sometidas a su condición histórica), lo que no sucede con las ciencias naturales en donde las categorías se refieren a objetos que pueden ser medidos o controlados con mayor precisión.

 

b. La vida

     La crítica que hace Dilthey a la “razón histórica” desemboca en un planteamiento ontológico, que sostiene que la vida es el fundamento último de todo lo que conocemos. Ahí donde Hegel planteaba a un razón (o el Espíritu, o la Idea) que se desplegaba en la historia, Dilthey ve a la vida, que no sólo se revela en la naturaleza, sino principalmente en la historia, en la cultura. Es decir, el vitalismo de Dilthey se centra en la “vida del hombre”, una vida que se despliega históricamente. Y es así que la vida, a través de la acción, los afectos y los pensamientos humanos, se hace objeto en la cultura y en la sociedad.

     Dilthey se refiere entonces a una estructura de la vida humana (una especie de a priori kantiano) compuesta por tres dimensiones: la representativa, la afectiva y la volitiva.

 

c. La filosofía

     El hombre para Dilthey es un ser histórico y todas las expresiones de la vida del hombre son también históricas. Pero ¿cómo se expresa la vida del hombre? Como cultura. Y la filosofía es un componente del saber que corresponde a la cultura de occidente. Esto quiere decir que la filosofía también toma diversas formas históricas en medio de ese afán constante por alcanzar al fundamento del mundo.

     Adiós entonces a aquel intento cartesiano por alcanzar un saber certero. La vida se expresa aquí y ahora en una intuición que nos revela un horizonte cultural desde el cual damos sentido a todo lo que pensamos y hacemos.  Es a esto a lo que Dilthey llamó “visión de mundo”.

     Kant en su dialéctica trascendental explicó como la razón tiende hacia la totalidad, sin alcanzarla jamás, mientras que Hegel pensó haberla alcanzado con el despliegue del Espíritu, y frente a estos planteamientos, Dilthey sostiene que la vida  alcanza a una totalidad en la visión del mundo (Weltanschauung), pero es precaria, histórica, cultural.

 

  (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).

 

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