miércoles, 30 de junio de 2021

A DOSCIENTOS VEINTE AÑOS DE LA MUERTE DE NOVALIS (1772-1801)

 

      Fue un filósofo y poeta alemán. Seudónimo de Friedrich von Hardenberg. Fue uno de los principales representantes del romanticismo alemán. Junto a Holderling son considerados por muchos como los dos más grandes poetas románticos  alemanes. Murió joven, un rasgo que a veces se asocia con el romanticismo, con apenas 29 años. Integró el grupo de pensadores de Jena, que inició el movimiento romántico alemán. En ese grupo estaban también August Schlegel, Friedrich Schlegel, Johann Fichte y Friedrich Schelling.

     Entre sus obras cabe citar los “Fragmentos” e “Himnos de la noche”.

a. Entre el realismo y el idealismo

     Novalis parte de una cuestión gnoseológica, el origen del conocimiento. Para los realistas, el conocimiento se origina en un mundo independiente del sujeto, al que se lo etiqueta como real (de ahí el nombre de realismo), en cambio, para los idealistas la realidad emerge del mismo yo, es decir del sujeto que conoce. Aquí el planteamiento de Novalis recaerá en el idealismo, que tenía a Fichte como a uno de sus principales representantes.

     Pero Novalis le dará una peculiaridad a su idealismo, pues a partir de él tratará de hacer una nueva lectura de la filosofía de la naturaleza renacentista, que en líneas generales defendía una especie de realismo mágico. ¿Por qué mágico? Porque estos pensadores planteaban que la realidad estaba constituida por ciertas “correspondencias” que podían ser manipuladas a través de rituales o pautas,  cargados todos ellos de simbolismos cuyos sentidos se encontraban muchas veces ocultos al conocimiento cotidiano.

     Novalis también sostiene esto, pero este saber mágico no se encuentra en la naturaleza exterior, sino en la naturaleza interior del hombre, en el yo radica la magia del mundo, y desde el yo se expresa la naturaleza en el mundo exterior y también en la misma sociedad.

b. El yo

     Novalis plantea una tesis que puede sonar extraña a cualquier lector actual “Yo=no yo: tesis suprema de todas las ciencias”, pero, específicamente ¿a qué tipo de ciencia se refería el pensador del idealismo mágico?

   Novalis parte de otro filósofo alemán, Johann Fichte, quien tituló su obra fundamental como “Doctrina de la ciencia”, pero volvemos a la pregunta ¿por qué ciencia? Kant había planteado que la metafísica era imposible como ciencia, pero precisamente, Fichte pretende superar las limitaciones del sistema kantiano, y curiosamente, llama ciencia, y no filosofía, a su intento de fundamentación de la totalidad del saber humano, asumiendo por una parte, pero rechazando por otra los planteamientos del filósofo de Konigsberg[1].

   De ahí entonces, en pocas palabras podemos decir que el “Yo=no yo” constituye el fundamento de todo el sistema del mundo, que incluye a la naturaleza y al espíritu, a partir del cual se deriva de manera racional todo el saber fragmentario y metódico de aquello que “comúnmente” se llama ciencia.

   Pero es preciso apuntarlo, en Novalis este fundamento último del mundo se despliega en la forma de una magia maravillosa (emparentada con una visión estética del mundo), y no como un sofisticado y preciso sistema de pensamientos. 

 

c. El genio

     Novalis también utiliza la figura del genio, propia del romanticismo, para asociarla con roles de tipo religioso, como los que cumplen los profetas o los místicos, es decir, el artista es un hombre de una sensibilidad desarrollada que puede expresar a través del arte fuerzas, poderes y conocimientos que trascienden el ámbito de lo cotidiano[2]. De ahí que el sistema de Novalis sea llamado “idealismo mágico”.

  (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).



[1] Teófilo Urdanoz. Historia de la filosofía. B.A.C., Madrid, T. 4, 1993 ed. cit.,  p. 147-148; Reale-Antiseri. Historia del pensamiento filosófico y científico. Herder, Barcelona,  T. 2 p. 69.

[2] Cfr. Eduardo Estrada Herrero. Estética. Herder, Barcelona, 1988.

 

miércoles, 23 de junio de 2021

INTRODUCCIÓN A “LLAMADO. COSECHA DE PENSAMIENTOS. LIBRO 5”

 

   Comprender al ser humano, a éste de todos los días, levantado con el látigo del despertador, ansioso entre ardientes embotellamientos, en guerra en el trabajo y en el hogar; a éste de todos los tiempos, desde el creador de los utensilios de piedra, pasando por que el que cultiva la tierra, hasta a aquel que ha llevado a cabo los más increíbles desarrollos tecnológicos y los más sublimes sistemas de pensamiento; a éste hombre paradójico y complejo desde donde se lo mire, comprenderlo es nuestro propósito, perseguido quizá desde un atrevimiento juvenil e imprudente, pero con un gozo que rebosa las limitadas cuencas de nuestro espíritu.

   ¿Pero por qué tratar de comprender al ser humano? ¿Acaso por una mera curiosidad efímera? ¿Por un simple capricho intelectual? Tal vez antes que nada porque la vida es una danza interminable entre el dolor y el placer, una danza realmente trágica, que cuando no es edulcorada con las interminables ocupaciones cotidianas, nos abre al estado de angustia, desde dónde es posible plantear con seriedad la pregunta más radical de todas: “¿por qué existe el ser y no más bien la nada?”[1]. Así, quizá todo el libro no constituya más que un ejercicio previo, que nos permitirá prepararnos para afrontar a esta pregunta que es a la vez la primera y la última.

   Creemos que cada ser humano posee un destino, una vocación, un llamado, que debe ser descubierto a partir de la transformación de la conciencia que se produce en el estado de ánimo de la angustia. En tal sentido, el estudio del hombre no sólo constituye una de las principales formas de fortalecer una auto-ética, sino que a su vez se concreta en algunos momentos intensos, en una auténtica fuente de goce estético, que al ser radical nos da también la revelación de la nada.  

 

   Nos posee un afán filosófico, y en tal sentido podemos afirmar que una investigación filosófica no necesariamente se reduce a monografías, tesis de licenciaturas o doctorales, también puede tomar la inocente forma de un aforismo, o de un simple párrafo que relaciona atrevidamente dos líneas de pensamiento.

   En fin, sin pretensiones dogmáticas, la obra simplemente puede ser una oportunidad para continuar con la aventura filosófica, que continuamente nos devuelve la humildad del principiante del saber.

 

 



[1] Martin Heidegger. ¿Qué es metafísica? Nova, Bs. As. p.53.

ÍNDICE GENERAL

 

Introducción……………………………………………………………….7

Primera Parte: Ser con uno mismo………………………………...........9

1.1. La auto-ética…………………………………………………………11

1.2. Lo estético…………………………………………………………....39

1.3. Otras cuestiones filosófica………………………………………….52

Segunda Parte: Ser con los demás……………………………...………70

2.1. Sociedad……………………………………………………………...72

2.2. El Paraguay………………………………….......………………....100

Tercera Parte: Ser en el mundo…………………………………….....110

Bibliografía……………………………………………………………...121

 

Enlace al libro completo:

 https://drive.google.com/file/d/1DglhUTj5qG6Xpp3FDZih2DJVzpbrBU8e/view?usp=sharing

 

jueves, 17 de junio de 2021

A DIEZ AÑOS DE LA MUERTE DE SECUNDINO NÚÑEZ (1920-2011)

 

     Fue un filósofo y periodista paraguayo. Es el principal representante del pensamiento tomista en el Paraguay. Recibió influencias del francés Jaques Maritein (a quien llama “mi gran maestro”[1]) y del argentino Leonardo Castellani.

     Secundino constituye uno de los iniciadores de la filosofía académica paraguaya, que entre los años 60 y 70 del pasado siglo empezó a consolidarse. Su obra da inicio a lo que podemos llamar una línea de pensamiento paraguayo que conjuga la fenomenología, el personalismo y el neo-escolasticismo. Como seguidores de esta corriente, podemos citar también a Adriano Irala Burgos, Laureano Pelayo García, Mario Ramos Reyes y de alguna manera también Fernando Tellechea Yampey.

     Secundino escribió obras como “Reflexión y crítica ciudadana” o “Sociedad y política”, “Patria y patriotismo”, “La ciudad humana”, “Situación espiritual de nuestro tiempo”, “La guerra y la paz”, “La cultura humana”, entre otras.

     Según una de las anécdotas sobre su vida, en una ocasión uno de sus discípulos (Juan Ramón Cano) fue a visitarlo en su casa de Villa Elisa, y lo encontró en plenas labores en medio de la primera aguatería de la ciudad, mientras que a un lado de su mesa lo acompañaba la “Metafísica” de Aristóteles, como un signo patente de la pasión que sentía Secundino hacia el estudio de la filosofía.

    La prosa periodística de Secundino revela un poco ese afán de Ortega y Gasset de lograr una claridad de ideas que sea cortés con el lector. Esto es posible rastrearlo en la mayoría de sus escritos; nos referimos a ese esfuerzo por hacerse entender, con un lenguaje límpido y sencillo.

     Como maestro universitario de filosofía en cambio, desplegaba un temple solemne, a la vez profundo y claro, con distinciones precisas y ataques críticos incisivos. Secundino formó parte de la pléyade de maestros que dieron inicio al periodo académico de la filosofía en el Paraguay.

     Según Carlos Heyn su doctrina puede dividirse en cuatro puntos fundamentales (“como si fueran las cuatro patas de su mesa de escribir” dice Heyn): la situación o realidad, la razón natural, la razón creyente y la esperanza[2].

a. El hombre

     La vida del hombre es “vida de convivencia”[3]. Siguiendo a Gadamer dice que la comprensión de la vida del hombre debe comprenderse “en su texto y en su contexto”[4]. Y este contexto del hombre es su sociedad y su cultura (que incluye de manera especial a la política y a la educación).

b. La política y la sociedad

     Para Secundino la muchedumbre se convierte en pueblo a través de la política[5].

     Siguiendo a su manera a Tomás de Aquino dice que el “bien común” consiste en  “riquezas naturales y culturales que todo el pueblo procura y cuida para la satisfacción y bienestar de todos”[6]. Y el político debe divisar siempre al bien común como la “estrella polar” que dirigirá a la embarcación de la nación hacia buen rumbo.

     Una racionalidad prudencial, basada en un justo medio aristotélico, debe ser la herramienta clave para el cumplimiento de las funciones de los gobernantes[7].

    En lo que hace a cuestiones de filosofía política como pensador cristiano y neotomista se muestra defensor del derecho natural, como cuando dice:

“lo que ha enseñado Santo Tomás en la Suma Teológica es hasta hoy día la enseñanza común de los filósofos y juristas católicos frente al individualismo liberal (s. XIX) y el socialismo marxista (s. XX)”[8].

     Y esto nos parece una cuestión relevante, porque cuando esta postura se traslada al campo ideológico (por ejemplo, a través del Partido Demócrata Cristiano) tenemos una especie de pretensión de establecer una tercera vía entre liberales y socialistas[9].

c. La educación

     Para Secundino la educación procura la “promoción y plenitud”[10] del hombre.


 (Extracto de “Robert León Helman. En pos del pensamiento inútil. Ensayo sobre la historia de las ideas en el Paraguay).



[1] Secundino Núñez. Sociedad y política. 2010, p. 61.

[2] Cfr. Carlo Heyn. Prólogo a: Secundino Núñez, Sociedad y política”. 2010, p. 10

[3] Secundino Núñez. Sociedad y política. 2010, p. 215.

[4] Ibídem.

[5] Cfr. Ibíd., p. 34.

[6] Ibíd., p. 191.

[7] Cfr. Ibíd., p. 211-212.

[8] Ibíd., p. 151.

[9] Ibíd., p. 152-153.

[10] Ibíd., p. 215.

lunes, 7 de junio de 2021

INTRODUCCIÓN A “VOLVED A LA NATURALEZA. REFLEXIONES SOBRE EL HOMBRE Y EL MUNDO”

 

   En la tapa de nuestro ensayo hemos colocado un recorte de la famosa obra de Rafael Sanzio, “La escuela de Atenas”, en donde se retrata la figura de Heráclito, llamado por sus contemporáneos “el oscuro”, por lo enigmáticas de sus enseñanzas sobre la “physis” o naturaleza.

  Y así, una de nuestras formas de retornar a la naturaleza, será siguiendo el ejemplo de Heráclito, a través del pensamiento[1], y tratando de considerar la complejidad del mundo y del ser humano. Pero este retorno a la naturaleza tiene que ver de manera particular con la filosofía y una de sus disciplinas fundamentales, la metafísica. Volver a la naturaleza es volver a preguntar por el ser, por el fundamento último de todo lo existente, de todo lo que pensamos y hacemos.

     Hay sin lugar a dudas muchas concepciones de la naturaleza, y utilizaremos cuando sea necesario algunas de ellas, pero cuando estamos hablando de un retorno a la naturaleza, nos referimos también a un sentido eminentemente estético, y en esto no nos cansaremos de insistir.

     Desde nuestros planteamientos lo estético y lo metafísico se asocian íntimamente, porque cuando gracias a la angustia se nos revela la Nada, al mismo tiempo se muestra el ser en su totalidad como Ideas o Arquetipos.

 

     Hemos definido al hombre como un ser en relación, con el mundo, con los demás y con la personalidad. Así en este ensayo desarrollamos principalmente cuestiones asociadas con la primera relación citada, la del hombre con la naturaleza.

 

     A su vez, no olvidemos que el pensador que popularizó el lema “volved a la naturaleza” fue el suizo Jean Jaques Rousseau, quien creía que era posible erradicar los males de la humanidad a partir de la construcción de una sociedad que recreara los principios de la naturaleza (resguardados en la conciencia) para beneficio del pueblo[2]. 

   Frente a estas aspiraciones del filósofo no nos mostramos tan optimistas, pero si creemos que podemos lograr una vida individual y una sociedad que nos sea más tolerable sobre la base del cultivo del pensamiento y de la experiencia estética (y esto también es naturaleza, en el sentido de que se da un desarrollo del conocimiento y la sensibilidad sin las fricciones y el desgaste de energía propia de una actividad forzada).

   Y precisamente, este último sentido del término “naturaleza” se asocia con un espacio de símbolos, como arquetipos o Ideas, a las que accedemos a partir de una experiencia estética.

 

   La modernidad ha arrasado con todo lo que se le salía al paso, sea mito, religión, arte o filosofía tradicional; ha sometido a todo a lo que Max Weber llamó “desencantamiento del mundo”. Dentro de esa actitud desacralizadora, la naturaleza quedó reducida también a un simple y grosero mecanismo de relojería.

   Por supuesto, no debemos por ello sostener que todo el proyecto moderno fue un error, y que es necesario dejarlo de lado a cambio de una postura postmoderna radical. Al contrario, creemos que el mismo postmodernismo no  se separa de la modernidad, sino antes bien, la agudiza.

   Y precisamente, uno de los principales factores culturales asociados con el postmodernismo (o la ultramodernidad) es el del cambio radical que ha adquirido en la ciencia contemporánea la imagen de la naturaleza.

   En la antigüedad, para los pensadores griegos en general (en especial para los presocráticos), la naturaleza   (physis) estaba viva y constituía tanto la fuente  del conocimiento verdadero como de los actos virtuosos. El pensamiento cristiano asoció la naturaleza con la creación divina, subordinándola de todas maneras al hombre, considerado la creación más excelsa de la divinidad. La modernidad extremará esta posición de dependencia por parte de la naturaleza, tratando de que ella responda a los oscuros deseos del hombre de dominarla (o esclavizarla), o tratando de que ella satisfaga a sus pomposos anhelos progresistas.   

   Con las revoluciones científicas propiciadas tanto por la teoría de la relatividad de Albert Einstein como por la mecánica cuántica (desarrollada entre otros por Plank, Heisenberg, Bohr, Schrodinger y el mismo Einstein) la visión mecanicista del mundo fue destronada (aunque no ha desaparecido del todo), imponiéndose en contrapartida una interpretación compleja de la naturaleza, en donde el sujeto cognoscente vuelve a tener relevancia.

   Y así, pareciera que la naturaleza puede volver a sernos amiga (alentándonos en esto, como vemos, los mismos desarrollos de la ciencia), luego de haberla tratado como a un mísero animal de carga o como una simple oportunidad de obtener ganancias. Y creemos que esta renovada amistad podrá propiciar a su vez que distintas visiones de la naturaleza, no sólo ya  las científicas, sino también, las filosóficas, las míticas, artísticas y religiosas  sean consideradas como válidas y respetables. Es decir, en nuestro tiempo se nos abre espacios multiparadigmáticos, que lejos de crear caos o confusión, alientan el desarrollo de la libertad individual y el respeto a las diferencias culturales.

 

   A su vez, la naturaleza podrá mostrarse de nuevo como un motivo para la contemplación estética, como ya apuntamos más arriba, con lo que alcanzará un renovado sentido simbólico que podrá alimentar el proceso de crecimiento personal al que hemos llamado auto-ética[3].  En tal sentido, podemos decir que uno de los principales objetivos de este ensayo es tratar de añadir una visión de la naturaleza (y a partir de ella de la misma realidad) al conjunto de trabajos que hemos venido publicando[4]. 

 

   Podemos considerar que los niños revelan de manera peculiar ese talante maravillado frente a la naturaleza (lo que asociamos con la experiencia estética), lo que vamos perdiendo paulatinamente debido al ritmo febril de competencias y necesidades propio del mundo actual.

   Con esto no queremos decir precisamente que la manera moderna de vivir este equivocada, no, pues no creemos poseer una verdad que pueda ser impuesta a todos, pero si creemos que podemos invitar a que la naturaleza sea vista de una manera renovada, considerando los estudios que van emergiendo desde las fronteras mismas de las ciencias, así como de la filosofía, que desde la aparición misma de la modernidad ha aportado enfoques alternativos a la visión mecanicista.

   Finalmente, debemos considerar también la degradación ambiental propia de nuestro tiempo, que está poniendo en jaque las posibilidades de supervivencia de la humanidad para el futuro. En relación con esta tétrica circunstancia, podemos decir que ya no sólo el hombre y las demás especies dependen de la naturaleza, sino también, hoy más que nunca, la naturaleza depende del hombre.

 



[1] Esto se relaciona con la intelectualidad, que junto al arte y la espiritualidad  constituyen las tres formas principales de cultivar el espíritu, temáticas que desarrollamos en nuestro ensayo titulado “El auto-trabajo”. 

[2] Cfr. Salvador Giner. Historia del pensamiento social. Ariel, Barcelona, 1967, p. 299 y ss.

[3] Cfr. Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual.  Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 36.

 En adelante, al referirnos a nuestros trabajos utilizaremos las siglas R.L.H.

[4]   Si espiritualmente la contemplación estética es uno de los caminos para la volver a la naturaleza, pragmáticamente la dirección que proponemos es la vida en el campo, tratando de reconectarnos con sus valores y costumbres. Véanse nuestro trabajo: “Elogio a la vida del campo. Ensayo sobre los valores y las costumbres agrarias”.


Índice:

0. Introducción…………………………………………………...….7

Primera Parte: Naturaleza y filosofía…………………………..12

1.1. El contacto con el mundo…………………………………….13

1.2. La crisis de los fundamentos………………………….……..16

1.3. La filosofía y la imagen de la naturaleza…………………...21

Segunda Parte: Naturaleza y ciencia…………………………...31

2.1. La ciencia y su desarrollo………….……………………...….32

2.2. Discusiones en torno a la filosofía de la ciencia…………...39

Tercera Parte: La naturaleza y la vida humana……………….53

3.1. Ética y sufrimiento……………………………………………54

3.1.1.  Hacia una ética planetaria………………………………....54

3.1.2. El placer y el dolor……………………………………..…...56

3.2. Vida y medicina……………………………………………….64

3.2.1. Dos tipologías fisiológico-espirituales……………………64

3.2.2. Las edades de la vida…………………………………...…72

3.2.3. La medicina natural…………………………………….…75

3.3. El enamoramiento y la especie……………………………...78

Conclusión………………………………………………………….91

Bibliografía………………………………………………………....93

 

Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1GHCK3vEY2DX60edWzbOsvt4CnUHT5_jF/view?usp=sharing

jueves, 3 de junio de 2021

A CIENTO DIEZ AÑOS DE LA MUERTE DE WILHEM DILTHEY (1833-1911)

 

   Fue un filósofo e historiador alemán. Pertenece a la corriente vitalista e historicista de pensamiento. Recibió influencias del idealismo alemán (en especial de Kant y de Hegel), del romanticismo alemán y del historicismo alemán.

      Entre sus obras cabe citar: “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883), “Ideas sobre una psicología descriptiva y analítica” (1894), “La juventud de Hegel” (1905), “La estructura del mundo histórico en las ciencias del espíritu” (1910).

a. Las ciencias del espíritu

     La ilustración del siglo XVIII vino de la mano con la valoración positiva del conocimiento científico, pero en especial de las ciencias naturales, de todas maneras, detrás de todas las reflexiones asociadas con la cientificidad del conocimiento palpitaba una pregunta fundamental: ¿qué es el hombre? (Recordemos a Kant sosteniendo que en esta pregunta se recogía a las otras tres cuestiones principales de la filosofía: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?

     Tiempo después, un contemporáneo de Dilthey, Augusto Comte, se presentará como el fundador de una novel ciencia humana, la Sociología. La bandera del positivismo, avanzaba con sus afanes cientificistas, por los campos antes dominados por la filosofía. En el siglo XIX el hombre se había convertido en una incógnita fundamental para la ciencia (aunque, al parecer de Leví-Strauss y Foucault, no tardaría en morir).  

 

     Dilthey se preocupó de la valoración de las llamadas “ciencias del espíritu” (hoy catalogadas como ciencias humanas) frente al rimbombante triunfo de las “ciencias  de la naturaleza” a lo largo de la modernidad.

   Dilthey recibió una fuerte influencia de Kant, de hecho se formó en la corriente filosófica del neo-kantismo, a partir de lo cual también podemos entender el intento de lograr para las ciencias del espíritu algo que Kant había conseguido para las ciencias naturales, una crítica de su razón,  en este caso particular, una “crítica a la razón histórica”. Esta crítica también estaba asociada con un intento de “fundamentación”.

    Por supuesto, el pensamiento de Kant estaba orientada hacia el logro de la libertad a partir del conocimiento y la crítica de la razón, una razón entendida como la principal facultad del ser humano (lo que será puesto en cuestión por los románticos en general). ¿Acaso no quería esa misma libertad Dilthey? Por supuesto que sí, una libertad que comenzaba también con la clarificación del pensamiento, con el abandono de los prejuicios naturalistas, positivistas o relativistas. Pero ¿cuál será el punto de anclaje para lograr esto? Su concepción ontológica: la vida. Pero sigamos con la cuestión epistemológica.

 

     Toda ciencia posee un objeto específico, sobre el cual recaen las observaciones, las teorías y las investigaciones, en tal dirección, Dilthey sostiene que existe una gran diferencia en cuanto al objeto de estudio de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu.  El objeto del primer tipo de ciencia son fenómenos externos, mientras que el del segundo son internos, fenómenos a los que el sujeto accede de manera inmediata, intuitiva, incluso emotiva y sentimental (es una especie de simpatía que se da con la captación del objeto).

    También son distintas las categorías utilizadas en ambas ciencias, por ejemplo en las ciencias del espíritu son esenciales categorías como las pautas de comportamiento, los valores o las visiones de mundo (sometidas a su condición histórica), lo que no sucede con las ciencias naturales en donde las categorías se refieren a objetos que pueden ser medidos o controlados con mayor precisión.

 

b. La vida

     La crítica que hace Dilthey a la “razón histórica” desemboca en un planteamiento ontológico, que sostiene que la vida es el fundamento último de todo lo que conocemos. Ahí donde Hegel planteaba a un razón (o el Espíritu, o la Idea) que se desplegaba en la historia, Dilthey ve a la vida, que no sólo se revela en la naturaleza, sino principalmente en la historia, en la cultura. Es decir, el vitalismo de Dilthey se centra en la “vida del hombre”, una vida que se despliega históricamente. Y es así que la vida, a través de la acción, los afectos y los pensamientos humanos, se hace objeto en la cultura y en la sociedad.

     Dilthey se refiere entonces a una estructura de la vida humana (una especie de a priori kantiano) compuesta por tres dimensiones: la representativa, la afectiva y la volitiva.

 

c. La filosofía

     El hombre para Dilthey es un ser histórico y todas las expresiones de la vida del hombre son también históricas. Pero ¿cómo se expresa la vida del hombre? Como cultura. Y la filosofía es un componente del saber que corresponde a la cultura de occidente. Esto quiere decir que la filosofía también toma diversas formas históricas en medio de ese afán constante por alcanzar al fundamento del mundo.

     Adiós entonces a aquel intento cartesiano por alcanzar un saber certero. La vida se expresa aquí y ahora en una intuición que nos revela un horizonte cultural desde el cual damos sentido a todo lo que pensamos y hacemos.  Es a esto a lo que Dilthey llamó “visión de mundo”.

     Kant en su dialéctica trascendental explicó como la razón tiende hacia la totalidad, sin alcanzarla jamás, mientras que Hegel pensó haberla alcanzado con el despliegue del Espíritu, y frente a estos planteamientos, Dilthey sostiene que la vida  alcanza a una totalidad en la visión del mundo (Weltanschauung), pero es precaria, histórica, cultural.

 

  (Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”).