martes, 11 de mayo de 2021

INTRODUCCIÓN A “EL MÉDICO DEL CAMPO. ENSAYO SOBRE MEDICINA NATURAL”

 

     Hipócrates de Samos, el llamado padre de la medicina, fue también el primer médico-filósofo, es decir, un hombre que buscaba en teorías y prácticas la salud principalmente del cuerpo, pero sin olvidar la del espíritu (Werner Jaeger sostiene que el modelo médico de Hipócrates sirvió de inspiración para las especulaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles[1]). Desde él este tipo de afanes no han desaparecido del mundo, incluso en los tiempos modernos, en donde la medicina positivista ha ido aumentando su predominio.

  

   La cura de muchas enfermedades tanto físicas como mentales (y también sociales) a través de medios naturales, puede llegar a ser algo elemental. Por supuesto, el carácter elemental de las curas naturales no le quita nada el aspecto teórico de estos nobles recursos.

   En el Paraguay, desde épocas inmemoriales las curas naturales han estado íntimamente relacionadas con las plantas medicinales; ellas poseen, al ser empleadas en forma de tisana, macerado, jarabes, pomadas, etc, distintos efectos terapéuticos, como los digestivos, los astringentes, los emolientes, los depurativos, etc.

 

   Lo que queremos lograr con este ensayo es comunicar una interpretación de la medicina tradicional del Paraguay, para ello, en un primer capítulo plantearemos nuestro problema en el contexto de la historia de la medicina occidental, mientras que en el  segundo expondremos ya nuestra interpretación, en orden a unas cuantas cuestiones generales.

     También, ya en el tercer capítulo de este ensayo, nos propondremos  dar algunas ideas útiles para recuperar y mantener la salud. 

 

     El dolor  puede alivianarse o incluso desaparecer en algunos instantes, pero no por ello deja de ser una compañía constante de la humana existencia. También es posible establecer una diferenciación entre el dolor y el sufrimiento, el primero tendría que ver con algún tipo de malestar físico, mientras que el segundo estaría asociado con las imágenes mentales. Si esto es así el sufrimiento tiene que ver con constructos socio-culturales introyectados por el individuo, e interpretados como reales (por supuesto desde peculiares horizontes biográficos y fisiológicos).

 

   En nuestro tiempo, el hombre llamado pomposamente civilizado, está dispuesto la mayoría de las veces a sacrificar su salud a cambio de mejorar su situación económica o su posición social. Y no podemos negar a cada individuo la libertad de hacer con su vida la apuesta que crea necesaria, pero  creemos que la salud física y mental constituye un tesoro que vale la pena cultivarlo durante cada momento de la vida.

   Muchas veces se erigen como proyectos de felicidad inmensos castillos en el aire, sin considerar lo más inmediato, sencillo y gratificante que es estar sano. Así, en un mundo pletórico de deseos insatisfechos y de conflictos irresolubles, tener salud es un requisito ineludible para vivir tolerablemente. Como decía el viejo Schopenhauer: “un mendigo sano es más feliz que un rey enfermo”.

 

   Creemos que en este interminable camino del cultivo de la salud, la filosofía tiene mucho que aportar, no sólo por el carácter transdisciplinario que posee, sino también por la proyección que puede otorgar para el logro de una visión integrada de la vida, un requisito fundamental para ordenar y jerarquizar los actos de nuestra existencia.

 

 

 

 

 

 



[1] Cfr. Reale-Anticeri. Historia del pensamiento filosófico y científico, T. 1, 1988, p. 110. Hemos optado por un modo de tratar las citas que simplificará la consulta del lector interesado. Se aludirán al nombre del autor, al título de la obra, al año de publicación y a las páginas utilizadas.  Las referencias bibliográficas completas estarán dispuestas en la parte final del trabajo.

Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1chKO9wo6_c73tKGZV0ekQtY8ssOrLu6H/view?usp=sharing

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