Es un economista y politólogo
estadounidense. Su obra se enmarca dentro de las llamadas teorías económicas de
la política. Recibe influencias de Adam Smith, del utilitarismo inglés, del
pragmatismo norteamericano y el pensamiento económico en general.
Entre sus libros cabe citar a “La teoría
económica de la democracia” (1957).
a.
El hombre
La concepción del hombre de Downs es
individualista. Se trata del “homo oeconomicus” del liberalismo neo-clásico. La
conducta del hombre se direcciona hacia la maximización de beneficios y a la
minimización de los costes, en todos los ámbitos de la vida.
Ya Thomas Hobbes había planteado que el
hombre es egoísta por naturaleza, pero en un sentido negativo, casi asociándolo
doctrina cristiana del pecado original. En cambio para los pensadores liberales
en general este egoísmo contribuía al cambio y al progreso de las sociedades.
El encuentro libre entre estos seres egoístas en el “mercado” haría posible el
despliegue de todas las capacidades humanas dispuestas por la misma providencia
(Smith).
Pero ¿en qué queda entonces la tan mentada
sociabilidad del ser humano, su condición de “animal político” (Aristóteles).
Desde este planteamiento la sociabilidad no podría ser más que un derivado de
los afanes egoístas del hombre. El individuo se une a sus iguales para obtener
mayores beneficios y no precisamente por algún tipo de tendencia innata.
b.
La política y la economía
Puesto que el comportamiento económico
revela al mismo comportamiento humano en general, el paso de la economía a la
política no debería implicar demasiadas variantes. En la política no se busca
primariamente el bienestar social (como el pensamiento político tradicional
plantea), antes bien, los políticos (equiparados con empresarios) buscan
alcanzar la renta, el prestigio y el poder de los cargos de gobierno a cambio
de ofrecer políticas públicas atractivas para los votantes (equiparados con
consumidores)
Así como en el mercado económico se tiende
siempre hacia un equilibrio económico, en el mercado político se tiende hacia
un equilibrio político, y es esto lo que asegura la permanencia del sistema
democrático. Así, es la “teoría del equilibrio general” la que explica la
vigencia y el despliegue en el tiempo tanto de los sistemas políticos como
económicos.
c.
Acción racional del votante
Tanto el político como el votante tratan de
maximizar sus beneficios en el campo político. El votante actúa entonces de
manera racional (en otras palabras, buscando la eficiencia económica). Ahora,
bien, que actué de manera racional no quiere decir aquí que piense antes de
emitir un voto, no, pues generalmente los ciudadanos no están dispuestos a
investigar a profundidad en los planes de gobierno ni a sacrificar tiempo de
descanso para ello. Generalmente se guían por los efectos prácticos que los
gobiernos han tendido en el periodo previo a las elecciones.
Así también, las formas ideológicas sirven sólo
a modo de propagandas que tratan de captar la adhesión de los votantes, antes
que mostrarse como auténticos proyectos de transformación radical de la social.
Esto se relaciona con aquello que Lyotard denominó “la incredulidad hacia los
metarrelatos”.
(Extracto de “Robert León
Helman. Entre la revolución y el control. Ensayo sobre la vida de las ciencias
sociales”).
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