jueves, 7 de enero de 2021

NOVENTA AÑOS DE ANTHONY DOWNS (1930)

 

     Es un economista y politólogo estadounidense. Su obra se enmarca dentro de las llamadas teorías económicas de la política. Recibe influencias de Adam Smith, del utilitarismo inglés, del pragmatismo norteamericano y el pensamiento económico en general.

     Entre sus libros cabe citar a “La teoría económica de la democracia” (1957).

a. El hombre

     La concepción del hombre de Downs es individualista. Se trata del “homo oeconomicus” del liberalismo neo-clásico. La conducta del hombre se direcciona hacia la maximización de beneficios y a la minimización de los costes, en todos los ámbitos de la vida.

     Ya Thomas Hobbes había planteado que el hombre es egoísta por naturaleza, pero en un sentido negativo, casi asociándolo doctrina cristiana del pecado original. En cambio para los pensadores liberales en general este egoísmo contribuía al cambio y al progreso de las sociedades. El encuentro libre entre estos seres egoístas en el “mercado” haría posible el despliegue de todas las capacidades humanas dispuestas por la misma providencia (Smith).

     Pero ¿en qué queda entonces la tan mentada sociabilidad del ser humano, su condición de “animal político” (Aristóteles). Desde este planteamiento la sociabilidad no podría ser más que un derivado de los afanes egoístas del hombre. El individuo se une a sus iguales para obtener mayores beneficios y no precisamente por algún tipo de tendencia innata.

 

 

b. La política y la economía

     Puesto que el comportamiento económico revela al mismo comportamiento humano en general, el paso de la economía a la política no debería implicar demasiadas variantes. En la política no se busca primariamente el bienestar social (como el pensamiento político tradicional plantea), antes bien, los políticos (equiparados con empresarios) buscan alcanzar la renta, el prestigio y el poder de los cargos de gobierno a cambio de ofrecer políticas públicas atractivas para los votantes (equiparados con consumidores)

     Así como en el mercado económico se tiende siempre hacia un equilibrio económico, en el mercado político se tiende hacia un equilibrio político, y es esto lo que asegura la permanencia del sistema democrático. Así, es la “teoría del equilibrio general” la que explica la vigencia y el despliegue en el tiempo tanto de los sistemas políticos como económicos.  

c. Acción racional del votante

    Tanto el político como el votante tratan de maximizar sus beneficios en el campo político. El votante actúa entonces de manera racional (en otras palabras, buscando la eficiencia económica). Ahora, bien, que actué de manera racional no quiere decir aquí que piense antes de emitir un voto, no, pues generalmente los ciudadanos no están dispuestos a investigar a profundidad en los planes de gobierno ni a sacrificar tiempo de descanso para ello. Generalmente se guían por los efectos prácticos que los gobiernos han tendido en el periodo previo a las elecciones.

    Así también, las formas ideológicas sirven sólo a modo de propagandas que tratan de captar la adhesión de los votantes, antes que mostrarse como auténticos proyectos de transformación radical de la social. Esto se relaciona con aquello que Lyotard denominó “la incredulidad hacia los metarrelatos”.

 (Extracto de “Robert León Helman. Entre la revolución y el control. Ensayo sobre la vida de las ciencias sociales”).


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